/ domingo 28 de junio de 2020

Tramoya | Los más necesitados

Ha notado usted que en cada esquina son más los que se acercan a los coches a solicitar alguna moneda, más indigentes se posesionan de las aceras con la única misión de requerirle algún dinero, almas que deambulan, sombras que parecen asaltar las calles sin rumbo, rostros que nadie conoce, que nadie extraña, ni preocupan, seres humanos que solo buscan mitigar su hambre, su infortunio, su mala condición.

Hace poco tuve un encuentro con uno de esos rostros anónimos; mientras manejaba un semáforo marcó mi alto; un anciano se acercó solícito a pedirme una dádiva, deteniendo de golpe mis pensamientos. - No sé si darle dinero, ya existen muchas personas que engañan, que solicitan monedas para continuar con sus vicios. Mi esposa, que me acompañaba, con una sonrisa me refutó. - Si tienes dinero dale, es una obligación ayudar, lo que hagan con el dinero que tú les obsequias ya depende de ellos. Ante ese hecho contundente, no tuve más que aceptar que tenía razón, alargué mi mano y ofrecí algunas monedas ante el hombre que alcanzó a balbucear un gracias.

Muchas veces la desconfianza distorsiona una de las obligaciones más importantes que tenemos con el prójimo, que es el ayudar a otros. Ciertamente, al ofrecerle dinero a algún menesteroso, es posible que estemos cooperando en acrecentar sus vicios, pero también existen almas buenas que la adversidad ha golpeado sus vidas, llevándolos a terrenos pantanosos donde necesitan de alguna mano que les brinde una nueva oportunidad. Alfred Adler (1870-1937) mencionó en cierta ocasión: “El individuo que no se interesa por sus semejantes es quien tiene las mayores dificultades en la vida y causa las mayores heridas a los demás. De esos individuos surgen todos los fracasos humanos”.

Ayudar a otros es servir a la humanidad, es devolver algo de lo mucho que Dios nos ha brindado, así poseas bastante o casi nada, el hecho de ser sorprendidos por un nuevo amanecer es sentirnos agradecidos, bendecidos (puede que tu vida no te guste mucho, pero es la única y tienes que dejar tus huellas profundas en la tierra, y una de las oportunidades que te otorga la existencia es ayudar a otros, servirles, tener el corazón abierto, la mano extendida).

En aquel pasaje bíblico llamado la ofrenda de la viuda, en San Lucas 21,1-3, se menciona lo importante que es dar sin esperar nada a cambio. Jesús se encontraba en el templo observando cómo los ricos ponían sus ofrendas pomposamente, cuando llegó una viuda de condición humilde que colocó dos pequeñas monedas; al contemplar esto el Maestro mencionó a sus discípulos: “Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie, porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir”.

Practica el amor a los seres humanos, sirviendo, ayudando, logrando una actitud altruista; socorre al prójimo, contribuye con cualquier forma de servicio, participando como voluntario en alguna campaña de beneficencia, donando ropa y juguetes a un albergue, visitando asilos, uno de los hombres que ha dejado huellas imborrables en la tierra, Jesús, lavó y secó los pies de sus doce discípulos demostrando que en la forma de tratar a los pequeños radica la verdadera esencia de la grandeza humana, en como tratamos a los más necesitados, demuestras de qué estás hecho. Vence tu ego, interrumpe tu vertiginoso andar, la próxima vez que encuentres a quien ayudar, agradece la oportunidad de desarrollar tu espíritu de servicio.

Ha notado usted que en cada esquina son más los que se acercan a los coches a solicitar alguna moneda, más indigentes se posesionan de las aceras con la única misión de requerirle algún dinero, almas que deambulan, sombras que parecen asaltar las calles sin rumbo, rostros que nadie conoce, que nadie extraña, ni preocupan, seres humanos que solo buscan mitigar su hambre, su infortunio, su mala condición.

Hace poco tuve un encuentro con uno de esos rostros anónimos; mientras manejaba un semáforo marcó mi alto; un anciano se acercó solícito a pedirme una dádiva, deteniendo de golpe mis pensamientos. - No sé si darle dinero, ya existen muchas personas que engañan, que solicitan monedas para continuar con sus vicios. Mi esposa, que me acompañaba, con una sonrisa me refutó. - Si tienes dinero dale, es una obligación ayudar, lo que hagan con el dinero que tú les obsequias ya depende de ellos. Ante ese hecho contundente, no tuve más que aceptar que tenía razón, alargué mi mano y ofrecí algunas monedas ante el hombre que alcanzó a balbucear un gracias.

Muchas veces la desconfianza distorsiona una de las obligaciones más importantes que tenemos con el prójimo, que es el ayudar a otros. Ciertamente, al ofrecerle dinero a algún menesteroso, es posible que estemos cooperando en acrecentar sus vicios, pero también existen almas buenas que la adversidad ha golpeado sus vidas, llevándolos a terrenos pantanosos donde necesitan de alguna mano que les brinde una nueva oportunidad. Alfred Adler (1870-1937) mencionó en cierta ocasión: “El individuo que no se interesa por sus semejantes es quien tiene las mayores dificultades en la vida y causa las mayores heridas a los demás. De esos individuos surgen todos los fracasos humanos”.

Ayudar a otros es servir a la humanidad, es devolver algo de lo mucho que Dios nos ha brindado, así poseas bastante o casi nada, el hecho de ser sorprendidos por un nuevo amanecer es sentirnos agradecidos, bendecidos (puede que tu vida no te guste mucho, pero es la única y tienes que dejar tus huellas profundas en la tierra, y una de las oportunidades que te otorga la existencia es ayudar a otros, servirles, tener el corazón abierto, la mano extendida).

En aquel pasaje bíblico llamado la ofrenda de la viuda, en San Lucas 21,1-3, se menciona lo importante que es dar sin esperar nada a cambio. Jesús se encontraba en el templo observando cómo los ricos ponían sus ofrendas pomposamente, cuando llegó una viuda de condición humilde que colocó dos pequeñas monedas; al contemplar esto el Maestro mencionó a sus discípulos: “Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie, porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir”.

Practica el amor a los seres humanos, sirviendo, ayudando, logrando una actitud altruista; socorre al prójimo, contribuye con cualquier forma de servicio, participando como voluntario en alguna campaña de beneficencia, donando ropa y juguetes a un albergue, visitando asilos, uno de los hombres que ha dejado huellas imborrables en la tierra, Jesús, lavó y secó los pies de sus doce discípulos demostrando que en la forma de tratar a los pequeños radica la verdadera esencia de la grandeza humana, en como tratamos a los más necesitados, demuestras de qué estás hecho. Vence tu ego, interrumpe tu vertiginoso andar, la próxima vez que encuentres a quien ayudar, agradece la oportunidad de desarrollar tu espíritu de servicio.