/ domingo 13 de septiembre de 2020

Tramoya | La felicidad personal

El escritor inglés Samuel Butler, al referirse a si vale la pena vivir, mencionó: “Esa es una pregunta para un embrión, no para un hombre”.

La vida vale la pena vivirse no solo porque es única e irrepetible, sino porque somos parte de una vasta obra universal, fuimos concebidos para disfrutar de una alegría interna y ponerla al servicio de la existencia. Hombre y tierra comparten desde muchas centurias grandeza e historia, sin embargo, el hombre manifiesta su señorío por medio del poder de la elección; es el único responsable de su felicidad y esto lo muestra con un halo de nobleza.

Al afirmar que efectivamente vivir es positivo, surge de inmediato otro cuestionamiento, ¿cómo vivir una vida plena? Existe una bella película “El Ciudadano Kane”, escrita y dirigida por Orson Welles en 1941. Kane es un hombre que ha amasado una gran fortuna, vive en un majestuoso palacio llamado Xanadú, donde guarda un sinfín de objetos de valor. Kane gusta de pasear por los grandes corredores llenos de espejos para apreciar según su gusto, su gran obra. Al llegar al ocaso de su vida, Kane expira balbuciendo la palabra Rosebud. Un reportero intenta investigar sin éxito el porqué de la palabra.

En la cinta se observa que Rosebud es una palabra escrita en un trineo donde Kane jugaba durante su infancia, mostrando como un hombre harto poderoso que pudo comprar todo lo que quiso no pudo obtener lo más importante de la tierra, la amistad sincera. Kane vivió corrompiendo, chantajeando, utilizando a las personas, pero nunca volvió a sentir la felicidad que disfrutó jugando con ese vehículo, deleitándose con relaciones humanas sanas, luminosas algo que ningún tesoro puede adquirir, de manera que deberíamos examinar nuestra vida preguntándonos donde tenemos depositados nuestra alma, porque lo que nos pertenece, también le pertenecemos.

Desde siempre el ser humano se ha debatido en la eterna lucha sobre cómo vivir una vida plena. Ya Aristóteles mencionaba que el común de la gente se dejaba llevar por la ilusoria felicidad de los placeres mundanos, convirtiéndose en almas esclavizadas de la inmediatez de los sentidos, mientras que existían otros ciudadanos que se manejan desde la perspectiva del esfuerzo continuo, la vida contemplativa e intelectual, que encaminaban sus logros a reconocer la premisa “que el bien es el fin de todas las acciones del hombre”.

Aunque ese bien del que habla Aristóteles no solo aplica para algunas personas, pues el bien se transforma en un bien común, algo que mencionaba Erich Fromm en Ética y psicoanálisis: “No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti, es uno de los principios más fundamentales de la ética. Pero es igualmente justificado afirmar: Todo lo que hagas a otros te lo haces también a ti mismo”.

De manera que no basta nacer, reproducirse y morir para trascender, para conseguir una vida plena, es necesario desarrollar relaciones humanas amorosas, procediendo desde la paz y armonía con todos los congéneres, construyendo desde la sinceridad del alma, respetando las creencias ajenas, permitiendo una verdadera libertad de acción y pensamiento. Charles Foster Kane nunca entendió que, poniendo su riqueza material al servicio del bien común, tomando decisiones que beneficiaran a la mayor cantidad de personas, hubiera conquistado la más alta gloria en la tierra, su propia felicidad personal.

De manera que no basta nacer, reproducirse y morir para trascender, para conseguir una vida plena, es necesario desarrollar relaciones humanas amorosas

El escritor inglés Samuel Butler, al referirse a si vale la pena vivir, mencionó: “Esa es una pregunta para un embrión, no para un hombre”.

La vida vale la pena vivirse no solo porque es única e irrepetible, sino porque somos parte de una vasta obra universal, fuimos concebidos para disfrutar de una alegría interna y ponerla al servicio de la existencia. Hombre y tierra comparten desde muchas centurias grandeza e historia, sin embargo, el hombre manifiesta su señorío por medio del poder de la elección; es el único responsable de su felicidad y esto lo muestra con un halo de nobleza.

Al afirmar que efectivamente vivir es positivo, surge de inmediato otro cuestionamiento, ¿cómo vivir una vida plena? Existe una bella película “El Ciudadano Kane”, escrita y dirigida por Orson Welles en 1941. Kane es un hombre que ha amasado una gran fortuna, vive en un majestuoso palacio llamado Xanadú, donde guarda un sinfín de objetos de valor. Kane gusta de pasear por los grandes corredores llenos de espejos para apreciar según su gusto, su gran obra. Al llegar al ocaso de su vida, Kane expira balbuciendo la palabra Rosebud. Un reportero intenta investigar sin éxito el porqué de la palabra.

En la cinta se observa que Rosebud es una palabra escrita en un trineo donde Kane jugaba durante su infancia, mostrando como un hombre harto poderoso que pudo comprar todo lo que quiso no pudo obtener lo más importante de la tierra, la amistad sincera. Kane vivió corrompiendo, chantajeando, utilizando a las personas, pero nunca volvió a sentir la felicidad que disfrutó jugando con ese vehículo, deleitándose con relaciones humanas sanas, luminosas algo que ningún tesoro puede adquirir, de manera que deberíamos examinar nuestra vida preguntándonos donde tenemos depositados nuestra alma, porque lo que nos pertenece, también le pertenecemos.

Desde siempre el ser humano se ha debatido en la eterna lucha sobre cómo vivir una vida plena. Ya Aristóteles mencionaba que el común de la gente se dejaba llevar por la ilusoria felicidad de los placeres mundanos, convirtiéndose en almas esclavizadas de la inmediatez de los sentidos, mientras que existían otros ciudadanos que se manejan desde la perspectiva del esfuerzo continuo, la vida contemplativa e intelectual, que encaminaban sus logros a reconocer la premisa “que el bien es el fin de todas las acciones del hombre”.

Aunque ese bien del que habla Aristóteles no solo aplica para algunas personas, pues el bien se transforma en un bien común, algo que mencionaba Erich Fromm en Ética y psicoanálisis: “No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti, es uno de los principios más fundamentales de la ética. Pero es igualmente justificado afirmar: Todo lo que hagas a otros te lo haces también a ti mismo”.

De manera que no basta nacer, reproducirse y morir para trascender, para conseguir una vida plena, es necesario desarrollar relaciones humanas amorosas, procediendo desde la paz y armonía con todos los congéneres, construyendo desde la sinceridad del alma, respetando las creencias ajenas, permitiendo una verdadera libertad de acción y pensamiento. Charles Foster Kane nunca entendió que, poniendo su riqueza material al servicio del bien común, tomando decisiones que beneficiaran a la mayor cantidad de personas, hubiera conquistado la más alta gloria en la tierra, su propia felicidad personal.

De manera que no basta nacer, reproducirse y morir para trascender, para conseguir una vida plena, es necesario desarrollar relaciones humanas amorosas