/ lunes 7 de enero de 2019

Una de los hermanos Dardenne

Pese a la avalancha de filmes que se proyectan por las plataformas de streaming, aún queda en la orfandad el público que consume cine de arte

O, si se quiere mejor, de expresión exquisita. Por lo mismo, hay muchas obras de Lynch, de Hirokazu Kore-eda, de Kaurismaki, de Apichatpong Weerasethakul, entre otros, que no encuentran exhibición inmediata. Es el caso de los hermanos Dardenne.

Jean- Pierre y Luc Dardenne se distinguen por hacer un cine directo, cámara en mano, donde el humanismo y el sentido de la redención ocupan un lugar preponderante. Y La chica desconocida (La fille inconnue) / Bélgica- Francia- 2016 no es la excepción, sólo que a comparación con algunas de sus cintas más logradas (La promesa/ 1996, Rosetta/ 1999, El hijo/ 2002 yDos días, una noche/ 2014) su más reciente incursión fílmica, luce como una obra bastante menor.

Con El Síndrome de Kitty Genovese a cuestas por no haberle abierto la puerta de su consultorio, la joven doctora Jenny Davin/ Adéle Haenel tiene que lidiar con la culpa al enterarse al día siguiente que la persona que tocó era una prostituta africana, inmigrante de Gabón, y que fue encontrada muerta en el río.

Los hermanos Dardenne con estos elementos intentan elucubrar una especie de thriller redentor donde más que buscar la justicia para la víctima busca que la doctora Davin tenga la conciencia tranquila. Sin embargo, las vuelta de tuercas y los nudos argumentales con los que cuentan los realizadores y guionistas no se activan de manera eficaz y queda un filme cojo, a ratos risible por la puerilidad de la solución de algunos personajes: la confesión de Bryan, el joven paciente que vio a la víctima, de la policía que aparece como mera accesorio en la trama.

La película deja de lado la nula información de Davin, se ignora todo sobre ella; sólo sabemos que su vocación es genuina y que llega, incluso, al fallido tutelaje del joven Julien que en vez de fortalecer su relación con aquélla ofrece más material para la confusión. De hecho, las razones por las que Julien no quiere ser doctor saben más a estiramiento del metraje que a una honda introspección para conocer a la doctora quien siempre luce fría e inexpresiva como si se hubiera comido a Buster Keaton.

Aun así, La Chica desconocida ofrece, muy a la manera obstinada de los Dardenne, un mosaico social sobre personajes de clase media baja que tienen en la lucha diaria por el sustento historias pivote para llevar al cine, y como ejemplo supremo está esa pieza maestra llamada Rosetta…

Pese a la avalancha de filmes que se proyectan por las plataformas de streaming, aún queda en la orfandad el público que consume cine de arte

O, si se quiere mejor, de expresión exquisita. Por lo mismo, hay muchas obras de Lynch, de Hirokazu Kore-eda, de Kaurismaki, de Apichatpong Weerasethakul, entre otros, que no encuentran exhibición inmediata. Es el caso de los hermanos Dardenne.

Jean- Pierre y Luc Dardenne se distinguen por hacer un cine directo, cámara en mano, donde el humanismo y el sentido de la redención ocupan un lugar preponderante. Y La chica desconocida (La fille inconnue) / Bélgica- Francia- 2016 no es la excepción, sólo que a comparación con algunas de sus cintas más logradas (La promesa/ 1996, Rosetta/ 1999, El hijo/ 2002 yDos días, una noche/ 2014) su más reciente incursión fílmica, luce como una obra bastante menor.

Con El Síndrome de Kitty Genovese a cuestas por no haberle abierto la puerta de su consultorio, la joven doctora Jenny Davin/ Adéle Haenel tiene que lidiar con la culpa al enterarse al día siguiente que la persona que tocó era una prostituta africana, inmigrante de Gabón, y que fue encontrada muerta en el río.

Los hermanos Dardenne con estos elementos intentan elucubrar una especie de thriller redentor donde más que buscar la justicia para la víctima busca que la doctora Davin tenga la conciencia tranquila. Sin embargo, las vuelta de tuercas y los nudos argumentales con los que cuentan los realizadores y guionistas no se activan de manera eficaz y queda un filme cojo, a ratos risible por la puerilidad de la solución de algunos personajes: la confesión de Bryan, el joven paciente que vio a la víctima, de la policía que aparece como mera accesorio en la trama.

La película deja de lado la nula información de Davin, se ignora todo sobre ella; sólo sabemos que su vocación es genuina y que llega, incluso, al fallido tutelaje del joven Julien que en vez de fortalecer su relación con aquélla ofrece más material para la confusión. De hecho, las razones por las que Julien no quiere ser doctor saben más a estiramiento del metraje que a una honda introspección para conocer a la doctora quien siempre luce fría e inexpresiva como si se hubiera comido a Buster Keaton.

Aun así, La Chica desconocida ofrece, muy a la manera obstinada de los Dardenne, un mosaico social sobre personajes de clase media baja que tienen en la lucha diaria por el sustento historias pivote para llevar al cine, y como ejemplo supremo está esa pieza maestra llamada Rosetta…