/ domingo 28 de enero de 2024

Añoranzas | La nueva cocina

Las modas en todos los ámbitos nos traen de cabeza y a querer o no y casi sin darnos cuenta caemos en ellas, para bien o para peor.

Es el caso de la muy zarandeada “Cocina contemporánea o para ser más sofisticados, La Nouvelle Cousine”. Este nuevo estilo, que fue una reacción a la clásica cocina francesa, nació en Francia en los 70 y en los 80 se hizo popular.

En la pasada muestra del Cine Francés se exhibió una película extraordinaria: “Los Sabores de Palacio”. En México la titularon , “La Cocinera del Presidente”. No entiendo por qué no le dejan el título original. La película está inspirada en la bella historia de la cocinera del presidente francés Francois Miterrand.

Harto ya el Presidente Galo de la comida sofisticada, con sabores encontrados, insulsos y contradictorios que distaban mucho de la comida elaborada con paciencia tradicional a fuego manso en las ollas de las abuelas.

Localizó a una cocinera para que le preparara los platillos sencillos, sanos, con los vegetales y frutos de su pueblo. Añoraba la cocina de su madre, natural y amorosa, clásica gastronomía de la provincia Jarnac (oeste de Francia) , es la que él deseaba en el menú del Eliseo.

La película nos deja un buen sabor de boca porque cada uno reconoce esa maravilla que es la cultura culinaria y que nos identifica con nuestras raíces.

Hoy en día hay infinidad de chefs que están en constante invención en todo el mundo buscando la originalidad y el placer culinario que tiene mucho de esnobismo.

La mezcla atrevida de sabores a veces lleva a hallazgos de una calidad excepcional, deslumbrante para el paladar, para el ingenio y una patada de mula a la hora de pagar la cuenta.

Hace algunos años acudimos a un restaurante muy de moda en un pueblo de España. A nuestro lado se encontraba un par de señores cuyos prominentes vientres hacían notar su buen gusto por la comida. Animadamente pidieron los platillos clásicos del gusto popular de su tierra. Tras una larga espera llegó la comida. Parado y solemne él a un lado de la mesa el capitán de meseros describía con gran dramatismo el contenido del pedido.

Para empezar una copita de zumo de fabada asturiana, como segunda entrada porciones de pequeñísimas láminas de verduras de la huerta de la Duquesa de Alba, rociadas con humo de aire puro a la Grand Manier, emulsión de tortilla de patata , chorizo horneado relleno con dátiles egipcios, y de postre una minipiña asada con claras de huevo de pavorreal. Parecía un cuadro de Picasso.

Rápidamente y a regañadientes los comensales terminaron de comer las viandas minimalistas y salieron a pasos agigantados a comer al restaurante de su barrio en donde pidieron: Una tortilla de patata con chorizo, unos callos a la madrileña, unos calamares rellenos con jamón serrano y arroz con leche. Satisfechos y orgullosos salieron convencidos de que la tradicional comida de su tierra es un tesoro nacional.

Las modas en todos los ámbitos nos traen de cabeza y a querer o no y casi sin darnos cuenta caemos en ellas, para bien o para peor.

Es el caso de la muy zarandeada “Cocina contemporánea o para ser más sofisticados, La Nouvelle Cousine”. Este nuevo estilo, que fue una reacción a la clásica cocina francesa, nació en Francia en los 70 y en los 80 se hizo popular.

En la pasada muestra del Cine Francés se exhibió una película extraordinaria: “Los Sabores de Palacio”. En México la titularon , “La Cocinera del Presidente”. No entiendo por qué no le dejan el título original. La película está inspirada en la bella historia de la cocinera del presidente francés Francois Miterrand.

Harto ya el Presidente Galo de la comida sofisticada, con sabores encontrados, insulsos y contradictorios que distaban mucho de la comida elaborada con paciencia tradicional a fuego manso en las ollas de las abuelas.

Localizó a una cocinera para que le preparara los platillos sencillos, sanos, con los vegetales y frutos de su pueblo. Añoraba la cocina de su madre, natural y amorosa, clásica gastronomía de la provincia Jarnac (oeste de Francia) , es la que él deseaba en el menú del Eliseo.

La película nos deja un buen sabor de boca porque cada uno reconoce esa maravilla que es la cultura culinaria y que nos identifica con nuestras raíces.

Hoy en día hay infinidad de chefs que están en constante invención en todo el mundo buscando la originalidad y el placer culinario que tiene mucho de esnobismo.

La mezcla atrevida de sabores a veces lleva a hallazgos de una calidad excepcional, deslumbrante para el paladar, para el ingenio y una patada de mula a la hora de pagar la cuenta.

Hace algunos años acudimos a un restaurante muy de moda en un pueblo de España. A nuestro lado se encontraba un par de señores cuyos prominentes vientres hacían notar su buen gusto por la comida. Animadamente pidieron los platillos clásicos del gusto popular de su tierra. Tras una larga espera llegó la comida. Parado y solemne él a un lado de la mesa el capitán de meseros describía con gran dramatismo el contenido del pedido.

Para empezar una copita de zumo de fabada asturiana, como segunda entrada porciones de pequeñísimas láminas de verduras de la huerta de la Duquesa de Alba, rociadas con humo de aire puro a la Grand Manier, emulsión de tortilla de patata , chorizo horneado relleno con dátiles egipcios, y de postre una minipiña asada con claras de huevo de pavorreal. Parecía un cuadro de Picasso.

Rápidamente y a regañadientes los comensales terminaron de comer las viandas minimalistas y salieron a pasos agigantados a comer al restaurante de su barrio en donde pidieron: Una tortilla de patata con chorizo, unos callos a la madrileña, unos calamares rellenos con jamón serrano y arroz con leche. Satisfechos y orgullosos salieron convencidos de que la tradicional comida de su tierra es un tesoro nacional.