/ martes 19 de enero de 2021

Economía y bienestar | Consideraciones para el modelo de desarrollo

Una de las principales preocupaciones de la ciencia económica que hasta el momento no ha podido dar respuesta, tiene que ver con el concepto de la felicidad, su abordaje ha sido más objeto de estudio desde una perspectiva filosófica.

Sin embargo, a lo más que se ha llegado desde la visión económica es al análisis del bienestar subjetivo, ya que una de las principales preocupaciones ha sido identificar de qué manera el individuo construye a partir de su percepción, aquellos factores que le generan bienestar, pero, a nivel macro, tanto los teóricos de los modelos de desarrollo como los implementadores de las políticas públicas, han evadido la importancia de que las sociedades tiendan a ser felices o bien al menos encontrar los caminos que lleven a los ciudadanos a tener la senda para alcanzar dicho propósito.

En su libro El Arte de la Vida, del sociólogo Sygmund Bauman, publicado en el año 2008, quien cita a Muchel Rustin en su texto ¿Qué hay de malo en la felicidad?, indica que en el sistema económico actual existe una contradicción en cuanto a la búsqueda del bienestar inmiscuido en un sistema productivo que privilegia la eficiencia económica, es decir, que para alcanzar tal meta, es necesario individualizar los objetivos haciéndonos creer que el ser exitoso dependerá de ser un buen trabajador, inversionista o productor, aunque en este camino dejemos de lado otros factores importantes que nos pueden generar mejoras en las condiciones de vida, por ello pareciera que el divorcio entre los caminos individuales de los sujetos en la búsqueda de la felicidad y la separación de los objetivos de la felicidad como un compromiso público se justifica para crear en lo individual una conciencia de éxito como sinónimo de felicidad y omitirla como un propósito colectivo, de ahí la dificultad de su definición y de su aproximación fundamentalmente filosófica, ya que si acaso la hay desde la economías es a través de un acercamiento netamente utilitarista, que nos han hecho asumir una conducta predictiva orientada hacia el consumo, donde aparentemente el bienestar que proporciona el consumo de mercancías es malamente entendido como la antesala de la felicidad, es decir, mientras más nos movemos para producir y ser eficientes desde la perspectiva económica aparentemente somos más prósperos, pero no por ello somos más felices, en otros términos, la prosperidad material nos lleva a invertir una cantidad importante de nuestro tiempo y esfuerzos en los procesos de transformación de nuestro entorno, tanto que pareciera que el hecho de tener como resultado al final de cada año un Producto Interno Bruto positivo, como sociedad hemos cumplido, sin embargo pareciera ser que no hay evidencia empírica suficiente que muestre que efectivamente la generación de riqueza per cápita traerá consigo una mejor condición para ser felices, cuando se entiende que esta última consiste en un estado emocional que se alcanza a partir de la realización de nuestras metas.

Lo anterior llevaría a cuestionarnos si en algún momento determinado en los modelos de desarrollo económico que regularmente están provistos de mecanismos eminentemente tendientes a buscar y mejorar las condiciones materiales de la población estos nos han proporcionado felicidad, la respuesta está en ciernes, ya que el éxito de un modelo de desarrollo se centra en que mientras más tengamos acceso a los bienes materiales, la felicidad estaría en una atmósfera en la que todos estaríamos en paz y festivos, sin embargo, dicha perspectiva no deja de ser una falacia, ya que como se ha dicho en otros momentos, cada proceso productivo lleva en sí un proceso de destrucción y alteración de nuestro entorno.

Por ello, es de suma importancia que ante un contexto permeado por una crisis sanitaria derivada de la pandemia que azota al mundo, se sumen otras preocupaciones como la pobreza, la desigualdad económica y social; la degradación del medio ambiente, entre otros. Problemas que están ahí en lo latente, independientemente del nivel de desarrollo de los países, es decir, tanto países ricos como aquellos empobrecidos padecen en sus respectivos niveles de intensidad, los problemas tanto los señalados como otros más. Lo anterior, por aquello de que ser eficientes nos librará de los males y por tanto seremos más felices, lo que resulta una quimera; lo fundamental es pensar que ante el proceso de cambios que se espera a nivel internacional, así como la búsqueda de un nuevo paradigma de desarrollo, al menos se haga el intento de conceptualizar e incluir como uno de los propósitos el lograr y alcanzar la felicidad más que la eficiencia.

Regeneración 19



Te recomendamos el podcast ⬇️

Spotify

Apple Podcasts

Google Podcasts

Acast

Deezer

Amazon Music

Una de las principales preocupaciones de la ciencia económica que hasta el momento no ha podido dar respuesta, tiene que ver con el concepto de la felicidad, su abordaje ha sido más objeto de estudio desde una perspectiva filosófica.

Sin embargo, a lo más que se ha llegado desde la visión económica es al análisis del bienestar subjetivo, ya que una de las principales preocupaciones ha sido identificar de qué manera el individuo construye a partir de su percepción, aquellos factores que le generan bienestar, pero, a nivel macro, tanto los teóricos de los modelos de desarrollo como los implementadores de las políticas públicas, han evadido la importancia de que las sociedades tiendan a ser felices o bien al menos encontrar los caminos que lleven a los ciudadanos a tener la senda para alcanzar dicho propósito.

En su libro El Arte de la Vida, del sociólogo Sygmund Bauman, publicado en el año 2008, quien cita a Muchel Rustin en su texto ¿Qué hay de malo en la felicidad?, indica que en el sistema económico actual existe una contradicción en cuanto a la búsqueda del bienestar inmiscuido en un sistema productivo que privilegia la eficiencia económica, es decir, que para alcanzar tal meta, es necesario individualizar los objetivos haciéndonos creer que el ser exitoso dependerá de ser un buen trabajador, inversionista o productor, aunque en este camino dejemos de lado otros factores importantes que nos pueden generar mejoras en las condiciones de vida, por ello pareciera que el divorcio entre los caminos individuales de los sujetos en la búsqueda de la felicidad y la separación de los objetivos de la felicidad como un compromiso público se justifica para crear en lo individual una conciencia de éxito como sinónimo de felicidad y omitirla como un propósito colectivo, de ahí la dificultad de su definición y de su aproximación fundamentalmente filosófica, ya que si acaso la hay desde la economías es a través de un acercamiento netamente utilitarista, que nos han hecho asumir una conducta predictiva orientada hacia el consumo, donde aparentemente el bienestar que proporciona el consumo de mercancías es malamente entendido como la antesala de la felicidad, es decir, mientras más nos movemos para producir y ser eficientes desde la perspectiva económica aparentemente somos más prósperos, pero no por ello somos más felices, en otros términos, la prosperidad material nos lleva a invertir una cantidad importante de nuestro tiempo y esfuerzos en los procesos de transformación de nuestro entorno, tanto que pareciera que el hecho de tener como resultado al final de cada año un Producto Interno Bruto positivo, como sociedad hemos cumplido, sin embargo pareciera ser que no hay evidencia empírica suficiente que muestre que efectivamente la generación de riqueza per cápita traerá consigo una mejor condición para ser felices, cuando se entiende que esta última consiste en un estado emocional que se alcanza a partir de la realización de nuestras metas.

Lo anterior llevaría a cuestionarnos si en algún momento determinado en los modelos de desarrollo económico que regularmente están provistos de mecanismos eminentemente tendientes a buscar y mejorar las condiciones materiales de la población estos nos han proporcionado felicidad, la respuesta está en ciernes, ya que el éxito de un modelo de desarrollo se centra en que mientras más tengamos acceso a los bienes materiales, la felicidad estaría en una atmósfera en la que todos estaríamos en paz y festivos, sin embargo, dicha perspectiva no deja de ser una falacia, ya que como se ha dicho en otros momentos, cada proceso productivo lleva en sí un proceso de destrucción y alteración de nuestro entorno.

Por ello, es de suma importancia que ante un contexto permeado por una crisis sanitaria derivada de la pandemia que azota al mundo, se sumen otras preocupaciones como la pobreza, la desigualdad económica y social; la degradación del medio ambiente, entre otros. Problemas que están ahí en lo latente, independientemente del nivel de desarrollo de los países, es decir, tanto países ricos como aquellos empobrecidos padecen en sus respectivos niveles de intensidad, los problemas tanto los señalados como otros más. Lo anterior, por aquello de que ser eficientes nos librará de los males y por tanto seremos más felices, lo que resulta una quimera; lo fundamental es pensar que ante el proceso de cambios que se espera a nivel internacional, así como la búsqueda de un nuevo paradigma de desarrollo, al menos se haga el intento de conceptualizar e incluir como uno de los propósitos el lograr y alcanzar la felicidad más que la eficiencia.

Regeneración 19



Te recomendamos el podcast ⬇️

Spotify

Apple Podcasts

Google Podcasts

Acast

Deezer

Amazon Music