/ sábado 21 de marzo de 2020

Fyilosofía en Expresión | ¡Vamos México!

También puede ser un bicho gracioso, flaco, serio, casi tímido que no se sabe si es un dinosaurio diminuto o un grillo gigante, ese del cual dicen que si es de buena suerte, que si es venenoso, que si se lo comen las vacas se mueren, también las vacas.

Según la Real Academia Española de la Lengua, la palabra esperanza es el estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.

Siguiendo la definición, el estado de ánimo es una actitud o disposición en la vida emocional.

Entonces pudiéramos concluir que es la actitud de creer posible obtener lo que deseo.

De esta manera dicho término tiene dos caras: una es un deseo, que es la motivación afectiva hacia algo que se quiere, es decir una apetencia, y la otra la creencia que es asumir como verdadera la posibilidad de obtenerlo.

Esta última parte tiene que estar relacionada con algo lógico aunque difícil, y la primera con unas ganas más allá de lo normal por algo.

Seré más claro, no es posible que alguien sienta esperanza porque le crezca nuevamente una extremidad amputada, pero tal vez sí por obtener una prótesis.

Pero la esperanza también puede ser ese sentimiento extraordinario de ventura, que dicen los entendidos nace en el cerebro humano y es producto de una serie de ideas positivas que generan reacciones químicas capaces de hacer suceder en el cuerpo y en la vida del usuario cosas increíbles.

Es esa emoción que llena el pecho, el estómago y hace nacer sonrisas en el lugar de las muecas.

Esa que es capaz de hacer que un hombre que acude en la búsqueda de un sí o un no como respuesta no sienta calor, ni frío, solo a ella.

Es capaz de hacer que un esposo guarde silencio y beba en paz el trago mezcla de ira contenida y dolor de impotencia al escuchar ofensas de esposa abrumada por una mala economía.

La esperanza es eso que hace que un padre pueda ver a los ojos a sus hijos y sin tener idea de lo que van a comer mañana, pueda decir con amor y firme voz que todo va a estar bien, que todo se arreglará, pronto, muy pronto.

Es esa bravura que sale aparentemente de la nada y provoca que, aun viendo todo en su contra, un individuo pueda creer que algo pasará y la vida se pondrá de un momento a otro de su lado y por ende actuar en consecuencia.

Es también un fertilizante de poderosos alcances que hace germinar sueños, trabajos, casas, hijos e hijas, carreras, matrimonios, fábricas, curas de enfermedades incurables y en los más secos desiertos de la desesperación y el desamparo.

Es un maravilloso estado emocional que hace que hombres y mujeres agobiados por los horrores del Tercer Mundo y sus porquerías puedan convencer a sus pequeños que el futuro será mejor que el presente y que hay que amar a su país.

La esperanza es el lenguaje que conecta al ser con lo divino, que ruge en el alma del humano que sin saber porqué, sabe, que aún no es tiempo de darse por vencido, que aún queda vida por delante.

Que, como cantara el gran Maestro Rodolfo Enrique Cabral Camiñas, “el nuevo día traerá nueva esperanza”.

También es lo que dicen que muere al último, eso que mueve el timón cuando el capitán está cegado por violentas tempestades.

La esperanza nace en el interior y se materializa en vida, paz, salud, alegría, sustento y carcajadas.

Es un gigante amable que habita en todos aquellos que aún no han olvidado para qué sirve la vida y sueñan con un mañana mejor.

De seguro si tuviera olor, olería a lo que huele la felicidad.

Nuestro país requiere hoy de los dos ingredientes.

Por una parte buscar la lógica, alejarnos de las estadísticas, observar cuidados, protegernos los unos a los otros, escuchar a nuestras autoridades, a los científicos, a los encargados de la salud y por el otro desear tanto que esto no nos dañe, que estemos listos para volver a levantarnos, para igual que hemos salvado la vida de terremotos, explosiones, malos gobiernos y otras calamidades también esta vez salgamos victoriosos.

La esperanza es un regalo psíquico, por eso es que al hombre aún le faltan muchos textos para lograr descifrarla.

De seguro el Maestro Rodolfo Páez Ávalos estaba embriagado de este elixir cuando escribió “Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Yo también.

¡Vamos México!

Contacto:

También puede ser un bicho gracioso, flaco, serio, casi tímido que no se sabe si es un dinosaurio diminuto o un grillo gigante, ese del cual dicen que si es de buena suerte, que si es venenoso, que si se lo comen las vacas se mueren, también las vacas.

Según la Real Academia Española de la Lengua, la palabra esperanza es el estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.

Siguiendo la definición, el estado de ánimo es una actitud o disposición en la vida emocional.

Entonces pudiéramos concluir que es la actitud de creer posible obtener lo que deseo.

De esta manera dicho término tiene dos caras: una es un deseo, que es la motivación afectiva hacia algo que se quiere, es decir una apetencia, y la otra la creencia que es asumir como verdadera la posibilidad de obtenerlo.

Esta última parte tiene que estar relacionada con algo lógico aunque difícil, y la primera con unas ganas más allá de lo normal por algo.

Seré más claro, no es posible que alguien sienta esperanza porque le crezca nuevamente una extremidad amputada, pero tal vez sí por obtener una prótesis.

Pero la esperanza también puede ser ese sentimiento extraordinario de ventura, que dicen los entendidos nace en el cerebro humano y es producto de una serie de ideas positivas que generan reacciones químicas capaces de hacer suceder en el cuerpo y en la vida del usuario cosas increíbles.

Es esa emoción que llena el pecho, el estómago y hace nacer sonrisas en el lugar de las muecas.

Esa que es capaz de hacer que un hombre que acude en la búsqueda de un sí o un no como respuesta no sienta calor, ni frío, solo a ella.

Es capaz de hacer que un esposo guarde silencio y beba en paz el trago mezcla de ira contenida y dolor de impotencia al escuchar ofensas de esposa abrumada por una mala economía.

La esperanza es eso que hace que un padre pueda ver a los ojos a sus hijos y sin tener idea de lo que van a comer mañana, pueda decir con amor y firme voz que todo va a estar bien, que todo se arreglará, pronto, muy pronto.

Es esa bravura que sale aparentemente de la nada y provoca que, aun viendo todo en su contra, un individuo pueda creer que algo pasará y la vida se pondrá de un momento a otro de su lado y por ende actuar en consecuencia.

Es también un fertilizante de poderosos alcances que hace germinar sueños, trabajos, casas, hijos e hijas, carreras, matrimonios, fábricas, curas de enfermedades incurables y en los más secos desiertos de la desesperación y el desamparo.

Es un maravilloso estado emocional que hace que hombres y mujeres agobiados por los horrores del Tercer Mundo y sus porquerías puedan convencer a sus pequeños que el futuro será mejor que el presente y que hay que amar a su país.

La esperanza es el lenguaje que conecta al ser con lo divino, que ruge en el alma del humano que sin saber porqué, sabe, que aún no es tiempo de darse por vencido, que aún queda vida por delante.

Que, como cantara el gran Maestro Rodolfo Enrique Cabral Camiñas, “el nuevo día traerá nueva esperanza”.

También es lo que dicen que muere al último, eso que mueve el timón cuando el capitán está cegado por violentas tempestades.

La esperanza nace en el interior y se materializa en vida, paz, salud, alegría, sustento y carcajadas.

Es un gigante amable que habita en todos aquellos que aún no han olvidado para qué sirve la vida y sueñan con un mañana mejor.

De seguro si tuviera olor, olería a lo que huele la felicidad.

Nuestro país requiere hoy de los dos ingredientes.

Por una parte buscar la lógica, alejarnos de las estadísticas, observar cuidados, protegernos los unos a los otros, escuchar a nuestras autoridades, a los científicos, a los encargados de la salud y por el otro desear tanto que esto no nos dañe, que estemos listos para volver a levantarnos, para igual que hemos salvado la vida de terremotos, explosiones, malos gobiernos y otras calamidades también esta vez salgamos victoriosos.

La esperanza es un regalo psíquico, por eso es que al hombre aún le faltan muchos textos para lograr descifrarla.

De seguro el Maestro Rodolfo Páez Ávalos estaba embriagado de este elixir cuando escribió “Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Yo también.

¡Vamos México!

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