/ sábado 21 de mayo de 2022

Gryita.com, Fylosofía en expresión | Bereshit

Un atisbo de luz se asoma en nuestros portones. Parece ser que ha cesado la desgracia y que un destello de esperanza se asoma tenue, ligero, casi cobarde en la nueva realidad que hoy toca vivir.

Empezamos a salir de las cuevas, con los ojos entreabiertos a causa del encierro, todavía algunos temerosos, sin saber qué tanto realmente podemos acercarnos a “los otros”, con nuevas creencias limitantes, con preocupaciones que antes del fenómeno no teníamos, pero con una vibración interna que nos empuja, nos alienta desde lo más profundo de nuestra historia a intentar renacer, a sacudirnos el polvo y las cenizas para reconstruir el mundo que desde los escombros nos recuerda silencioso, que no ha sido el virus quien le ha destruido, que fuimos nosotros y solo nosotros quienes debemos levantarlo.

El destructor ha olvidado su obra y emerge como víctima inocente a sembrar flores y esperanza en donde su incapacidad de forma involuntaria ha sembrado desolación.

Como dioses pequeños, a todas luces inexpertos, carentes de poder pero plenos de entusiasmo, nos disponemos a crear un nuevo mundo en medio de las ruinas y la vacuidad que al menos en algunos quedó a causa de la anterior experiencia.

Devastadora vivencia que llevó a algunos al triste evento de un solitario sepelio, sin poder besar al que se va y sin gozar de la mínima bondad en tan terrible momento que significa la compañía de los amados, quienes con su presencia hacen llevadero el trance obligatorio de la experiencia de la vida, acelerada por el mortal actor que visitó la tierra.

Pérdida sobre pérdida, dolor sobre dolor, cambios, transformaciones, secuelas, la tierra si bien como en la historia sagrada no ha quedado del todo vacía, al menos ha quedado del mucho maltrecha y espíritus vagan como el viento sobre su faz, algunos sin saber hacia donde van. Otros malheridos, pero con esperanza y algunos simplemente respiran y en eso basan su nueva significación de la alegría.

Hoy nos toca a los que quedamos tomar los escombros por los cuernos, para de entre las sobras construir un nuevo mundo que soñamos será mejor que el primero, pero ¿será realmente así?

¿Habremos aprendido la lección?

¿Seremos conscientes de nuestras debilidades y recordaremos que no fue el virus quien causó el total de la destrucción que nos aqueja y que gran parte del daño lo creamos nosotros con nuestra inconsciencia, nuestra debilidad, nuestra ignorancia, nuestra falta de integración, nuestra poca intención de participar en el cambio, la apatía que nos acompaña desde siempre y que nos hace ser la burla y títeres de aquello que nos dirige el destino y que a su antojo nos llevó a ser presa fácil de un monstruo microscópico?

Podemos estar a punto de escribir la nueva historia de la humanidad y dependerá sólo de nosotros el resultado, de la capacidad de adaptación y de los nuevos poderes obtenidos a causa de la experiencia sumado todo al reto de integrar lo aprendido en un nuevo esquema que como una novedosa creación pueda darle a la humanidad un respiro y permitirle reinventarse al amparo de esperanzas fundadas.

Es necesario hacer cambios ya que de otra manera nuestro nuevo mundo será tan parecido al viejo que en cualquier momento podremos volver a vivir una experiencia parecida y no salir tan bien librados como en ésta, en la que nos guste o no tuvo mucho que ver la suerte y la fe para el que cree.

Saber mucho no es garantía de hacerlo bien, como decía el genio francés Henri Poincaré: "El pensamiento no debe someterse nunca ni a un dogma, ni a un partido, ni a un ideal, ni a una pasión, ni a nada que no sean los hechos mismos porque para él someterse significa ¡dejar de ser!

El sabio debe ordenar; se hace la ciencia con hechos como una casa con piedras, pero una acumulación de hechos no es una ciencia, lo mismo que un montón de piedras no es una casa".

Existir a partir del pensamiento.

RE-GENERACIÓN 19

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Un atisbo de luz se asoma en nuestros portones. Parece ser que ha cesado la desgracia y que un destello de esperanza se asoma tenue, ligero, casi cobarde en la nueva realidad que hoy toca vivir.

Empezamos a salir de las cuevas, con los ojos entreabiertos a causa del encierro, todavía algunos temerosos, sin saber qué tanto realmente podemos acercarnos a “los otros”, con nuevas creencias limitantes, con preocupaciones que antes del fenómeno no teníamos, pero con una vibración interna que nos empuja, nos alienta desde lo más profundo de nuestra historia a intentar renacer, a sacudirnos el polvo y las cenizas para reconstruir el mundo que desde los escombros nos recuerda silencioso, que no ha sido el virus quien le ha destruido, que fuimos nosotros y solo nosotros quienes debemos levantarlo.

El destructor ha olvidado su obra y emerge como víctima inocente a sembrar flores y esperanza en donde su incapacidad de forma involuntaria ha sembrado desolación.

Como dioses pequeños, a todas luces inexpertos, carentes de poder pero plenos de entusiasmo, nos disponemos a crear un nuevo mundo en medio de las ruinas y la vacuidad que al menos en algunos quedó a causa de la anterior experiencia.

Devastadora vivencia que llevó a algunos al triste evento de un solitario sepelio, sin poder besar al que se va y sin gozar de la mínima bondad en tan terrible momento que significa la compañía de los amados, quienes con su presencia hacen llevadero el trance obligatorio de la experiencia de la vida, acelerada por el mortal actor que visitó la tierra.

Pérdida sobre pérdida, dolor sobre dolor, cambios, transformaciones, secuelas, la tierra si bien como en la historia sagrada no ha quedado del todo vacía, al menos ha quedado del mucho maltrecha y espíritus vagan como el viento sobre su faz, algunos sin saber hacia donde van. Otros malheridos, pero con esperanza y algunos simplemente respiran y en eso basan su nueva significación de la alegría.

Hoy nos toca a los que quedamos tomar los escombros por los cuernos, para de entre las sobras construir un nuevo mundo que soñamos será mejor que el primero, pero ¿será realmente así?

¿Habremos aprendido la lección?

¿Seremos conscientes de nuestras debilidades y recordaremos que no fue el virus quien causó el total de la destrucción que nos aqueja y que gran parte del daño lo creamos nosotros con nuestra inconsciencia, nuestra debilidad, nuestra ignorancia, nuestra falta de integración, nuestra poca intención de participar en el cambio, la apatía que nos acompaña desde siempre y que nos hace ser la burla y títeres de aquello que nos dirige el destino y que a su antojo nos llevó a ser presa fácil de un monstruo microscópico?

Podemos estar a punto de escribir la nueva historia de la humanidad y dependerá sólo de nosotros el resultado, de la capacidad de adaptación y de los nuevos poderes obtenidos a causa de la experiencia sumado todo al reto de integrar lo aprendido en un nuevo esquema que como una novedosa creación pueda darle a la humanidad un respiro y permitirle reinventarse al amparo de esperanzas fundadas.

Es necesario hacer cambios ya que de otra manera nuestro nuevo mundo será tan parecido al viejo que en cualquier momento podremos volver a vivir una experiencia parecida y no salir tan bien librados como en ésta, en la que nos guste o no tuvo mucho que ver la suerte y la fe para el que cree.

Saber mucho no es garantía de hacerlo bien, como decía el genio francés Henri Poincaré: "El pensamiento no debe someterse nunca ni a un dogma, ni a un partido, ni a un ideal, ni a una pasión, ni a nada que no sean los hechos mismos porque para él someterse significa ¡dejar de ser!

El sabio debe ordenar; se hace la ciencia con hechos como una casa con piedras, pero una acumulación de hechos no es una ciencia, lo mismo que un montón de piedras no es una casa".

Existir a partir del pensamiento.

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