/ sábado 30 de abril de 2022

Gryita.com, Fylosofía en expresión | Debanhi

Hay una cara sangrienta de México.

Ciertos casos conmueven a la opinión pública, pero esos casos mediáticos son solo algunos, ya que al revisar los datos duros nos encontramos con una realidad muy dolorosa y además con un fenómeno que mientras nuestro Gobierno no decida afrontar con la potencia obligada seguirá derramando la sangre y lágrimas de un pueblo que les requiere como guardianes autorizados de la seguridad.

Rostro que definitivamente nos negamos a reconocer y que nuestras autoridades pretenden atender desde los buenos deseos y los acompañamientos solidarios.

La muerte de Debanhi, la chica regiomontana, en días pasados, puso de nuevo el tema en la mesa del aparato de la seguridad pública nacional y concretamente en la mesa de trabajo del Presidente de la República, quien de la misma forma que en el caso de las muertes de periodistas reacciona de forma, digamos, poco sensible en mi opinión.

Se entiende el abrazo afectuoso, el respeto por los deudos, la no intervención en la autonomía de los Estados, la oferta de las carpetas de investigación, pero lo que no se comprende, me parece, es el hecho de que parezca que esas posturas son suficiente para que el resto comprendamos por qué la búsqueda de las desaparecidas es tan lenta y tan poco efectiva, por qué siguen ocurriendo este tipo de crímenes y, hablando de los periodistas, por qué da la impresión de que le parecen pocos y además que con frecuencia están asociados a “politiquería” o ataques de desprestigio en su contra por parte de sus adversarios.

El año pasado se registraron mil 006 feminicidios, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, convirtiéndolo en el año con más crímenes de esta índole en la historia de México.

En días pasados Karla Quintanilla Osuna, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, declaró que existen más de 24 mil 600 mujeres desaparecidas en México.

La Organización de las Naciones Unidas habla aproximadamente de un promedio de 11 feminicidios diarios en nuestro país en lo que va de 2022.

Pero, ¿qué es lo que hace pensar que no se atiende el asunto de la forma correcta?

Ciertas cosas parecen ilógicas y generan una sensación de vacío e impotencia.

¿Por qué al buscar a una aparecen más?, ¿no las estaban buscando antes?

¿Por qué hasta hoy que escribo esta nota existe una gran cantidad de personas involucradas en los hechos de esa noche, desde cercanos hasta desconocidos y no existe hasta este momento ningún detenido sometido a investigación por presunta participación o responsabilidad?

¿Por qué no se cuenta con evidencia clara de mensajes, cámaras de seguridad o testimonios de quienes se hayan podido percatar de lo sucedido?

Ambigüedad, rarezas, contradicciones y demás asuntos que suelen empañar el esclarecimiento de casos como éste están a la orden del día.

El caso es que Debanhi está muerta y miles desaparecidas y en el caso de la primera ningún resultado incluso positivo de esta investigación podrá devolverla a la vida.

Sume también a esta tragedia los comentarios desproporcionados e irrespetuosos de algunos funcionarios como el fiscal de Nuevo León, quien en forma por demás desafortunada ofrece argumentos que parecieran justificar la desaparición de estas mujeres.

Triste el caso de la nación, como complicada la reacción de los responsables de resolverlo, considero que es necesario aceptar que el problema nos ha rebasado a todos, que se requiere una solución de fondo, y en el caso de nuestro Señor Presidente, de quien no difiero en todo, creo que en el tema del feminicidio como en el de los periodistas asesinados, lo que debería ofrecer son disculpas, aceptar que durante su gestión este asunto, aunque no es su total responsabilidad, él tampoco lo ha podido resolver, aplicarse y no emitir más comentarios.

Como dijo William Shakespeare: “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”.

Escríbeme.

  • gryitafuerte@gmail.com
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Hay una cara sangrienta de México.

Ciertos casos conmueven a la opinión pública, pero esos casos mediáticos son solo algunos, ya que al revisar los datos duros nos encontramos con una realidad muy dolorosa y además con un fenómeno que mientras nuestro Gobierno no decida afrontar con la potencia obligada seguirá derramando la sangre y lágrimas de un pueblo que les requiere como guardianes autorizados de la seguridad.

Rostro que definitivamente nos negamos a reconocer y que nuestras autoridades pretenden atender desde los buenos deseos y los acompañamientos solidarios.

La muerte de Debanhi, la chica regiomontana, en días pasados, puso de nuevo el tema en la mesa del aparato de la seguridad pública nacional y concretamente en la mesa de trabajo del Presidente de la República, quien de la misma forma que en el caso de las muertes de periodistas reacciona de forma, digamos, poco sensible en mi opinión.

Se entiende el abrazo afectuoso, el respeto por los deudos, la no intervención en la autonomía de los Estados, la oferta de las carpetas de investigación, pero lo que no se comprende, me parece, es el hecho de que parezca que esas posturas son suficiente para que el resto comprendamos por qué la búsqueda de las desaparecidas es tan lenta y tan poco efectiva, por qué siguen ocurriendo este tipo de crímenes y, hablando de los periodistas, por qué da la impresión de que le parecen pocos y además que con frecuencia están asociados a “politiquería” o ataques de desprestigio en su contra por parte de sus adversarios.

El año pasado se registraron mil 006 feminicidios, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, convirtiéndolo en el año con más crímenes de esta índole en la historia de México.

En días pasados Karla Quintanilla Osuna, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, declaró que existen más de 24 mil 600 mujeres desaparecidas en México.

La Organización de las Naciones Unidas habla aproximadamente de un promedio de 11 feminicidios diarios en nuestro país en lo que va de 2022.

Pero, ¿qué es lo que hace pensar que no se atiende el asunto de la forma correcta?

Ciertas cosas parecen ilógicas y generan una sensación de vacío e impotencia.

¿Por qué al buscar a una aparecen más?, ¿no las estaban buscando antes?

¿Por qué hasta hoy que escribo esta nota existe una gran cantidad de personas involucradas en los hechos de esa noche, desde cercanos hasta desconocidos y no existe hasta este momento ningún detenido sometido a investigación por presunta participación o responsabilidad?

¿Por qué no se cuenta con evidencia clara de mensajes, cámaras de seguridad o testimonios de quienes se hayan podido percatar de lo sucedido?

Ambigüedad, rarezas, contradicciones y demás asuntos que suelen empañar el esclarecimiento de casos como éste están a la orden del día.

El caso es que Debanhi está muerta y miles desaparecidas y en el caso de la primera ningún resultado incluso positivo de esta investigación podrá devolverla a la vida.

Sume también a esta tragedia los comentarios desproporcionados e irrespetuosos de algunos funcionarios como el fiscal de Nuevo León, quien en forma por demás desafortunada ofrece argumentos que parecieran justificar la desaparición de estas mujeres.

Triste el caso de la nación, como complicada la reacción de los responsables de resolverlo, considero que es necesario aceptar que el problema nos ha rebasado a todos, que se requiere una solución de fondo, y en el caso de nuestro Señor Presidente, de quien no difiero en todo, creo que en el tema del feminicidio como en el de los periodistas asesinados, lo que debería ofrecer son disculpas, aceptar que durante su gestión este asunto, aunque no es su total responsabilidad, él tampoco lo ha podido resolver, aplicarse y no emitir más comentarios.

Como dijo William Shakespeare: “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”.

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