/ sábado 10 de julio de 2021

Gryta.com, Fylosofía en expresión | Corazón valiente

A mi querido hermano Alfonso y mi sobrino Ponchito.

Esta semana acudí presuroso a aplicarme la segunda dosis de la vacuna.

No puedo mentirles, me encontraba positivamente influenciado por la experiencia amable de la primera aplicación.

A diferencia del sainete brutal, inhumano y propio de una historia de horror que vivimos los que tuvimos el infortunio de acudir con nuestros adultos mayores y vivir aquellas escenas semejantes a la triste historia de la cinta “Mecánica Nacional” de los años 70’s formados hasta por 3 días dando vueltas al famoso cocodrilario, hoy aumentado como parque de diversiones del centro de la ciudad, asistir a vacunarnos con los del siguiente grupo etario para no ventilar mi poco más de medio siglo, fue un juego de niños.

Una fila breve a las afueras del centro universitario, una atención amable y educada, un pinchazo casi imperceptible, ciertas recomendaciones, la selfie con la enfermera para el ridículo imperdible de la red, descanso debajo de un fresco arbolito y de regreso a casa, todo sin bajar del auto.

Esta vez no fue así para mí

La logística idéntica, el servicio aún mejor pero con una reacción adversa, no terrible, pero sí notoria. Leve dolor de cabeza constante, un dolor en el brazo que aún ahora mientras escribo estas líneas a casi dos días del evento persiste, un poco más fuerte que el día anterior y un cansancio de otro mundo que me invita a dormir en cualquier parte.

En uno de los momentos más incómodos y haciendo todo mi esfuerzo para evitar tomar el producto analgésico indicado por mi especial animadversión a los medicamentos, me fue inevitable realizar una dolorosa reflexión.

¿Cómo es posible que seamos como sociedad tan insensatos?

Por lo que he escuchado los síntomas del virus contra el que hoy luchamos son infinitamente más dolorosos, molestos, rudos, desesperantes que los efectos secundarios de la vacuna e incluso pueden llevar al individuo a la muerte y de no ser así en algunos casos dejan terribles secuelas difíciles de eliminar del organismo.

El estar vacunado es un gran auxilio pero la Secretaría de Salud publicó que hasta el mes pasado de 28’590,500 personas con una dosis de vacunación anticovid en nuestro país se contagiaron 16,091 y murieron 1,183 y de 17’463,895 con esquema completo de vacunación habían enfermado 2,336 y han muerto 119.

Ciertamente los porcentajes de contagio y mortandad son bajos, pero la protección como claramente han dicho desde el principio no es de cien por ciento, además ¿a quién le gustaría ser parte de las zonas más desafortunadas de los números?

Parece ser que hoy los más afectados en los nuevos contagios, que por cierto parecen estarse incrementando en algunas zonas del país son los jóvenes y empiezan a aparecer cifras que se refieren a niños.

A pesar de todo aviso, recomendación y semaforización, los eventos, las manifestaciones públicas, reuniones y agrupamientos humanos de todo tipo continúan por supuesto sin ningún tipo de medida, revisión o intervención de las autoridades, quienes se muestran totalmente apáticas al enorme riesgo que todo esto implica.

Creo que la salud y la vida son lo más valioso que tenemos y no sería necesario que nadie tuviera que persuadirnos a cuidarlas a menos que lo que tuviéramos ausente fuera la razón.

Mientras escribo estas líneas mi hermano acompaña a su pequeño hijo a una importante intervención en su corazón, lucha implacable a favor de la salud de este guerrero de pocos años, que sin culpa, ni responsabilidad alguna está aprendiendo que la vida vale y que se debe pelear por ella.

Mientras algunos deciden arriesgarla de la forma más inútil, otros la desean de la manera más ferviente.

Envío desde aquí un pensamiento de amor y fuerza a mi Querido Hermano Alfonso, un gran ejemplo de padre incansable y otro con todo mi deseo de luz y salud a mi queridísimo sobrino Ponchito “Corazón Valiente”.

Escríbeme.

  • gryitafuerte@gmail.com
  • fb: Gryita Fuerte
  • RE-GENERACIÓN 19

A mi querido hermano Alfonso y mi sobrino Ponchito.

Esta semana acudí presuroso a aplicarme la segunda dosis de la vacuna.

No puedo mentirles, me encontraba positivamente influenciado por la experiencia amable de la primera aplicación.

A diferencia del sainete brutal, inhumano y propio de una historia de horror que vivimos los que tuvimos el infortunio de acudir con nuestros adultos mayores y vivir aquellas escenas semejantes a la triste historia de la cinta “Mecánica Nacional” de los años 70’s formados hasta por 3 días dando vueltas al famoso cocodrilario, hoy aumentado como parque de diversiones del centro de la ciudad, asistir a vacunarnos con los del siguiente grupo etario para no ventilar mi poco más de medio siglo, fue un juego de niños.

Una fila breve a las afueras del centro universitario, una atención amable y educada, un pinchazo casi imperceptible, ciertas recomendaciones, la selfie con la enfermera para el ridículo imperdible de la red, descanso debajo de un fresco arbolito y de regreso a casa, todo sin bajar del auto.

Esta vez no fue así para mí

La logística idéntica, el servicio aún mejor pero con una reacción adversa, no terrible, pero sí notoria. Leve dolor de cabeza constante, un dolor en el brazo que aún ahora mientras escribo estas líneas a casi dos días del evento persiste, un poco más fuerte que el día anterior y un cansancio de otro mundo que me invita a dormir en cualquier parte.

En uno de los momentos más incómodos y haciendo todo mi esfuerzo para evitar tomar el producto analgésico indicado por mi especial animadversión a los medicamentos, me fue inevitable realizar una dolorosa reflexión.

¿Cómo es posible que seamos como sociedad tan insensatos?

Por lo que he escuchado los síntomas del virus contra el que hoy luchamos son infinitamente más dolorosos, molestos, rudos, desesperantes que los efectos secundarios de la vacuna e incluso pueden llevar al individuo a la muerte y de no ser así en algunos casos dejan terribles secuelas difíciles de eliminar del organismo.

El estar vacunado es un gran auxilio pero la Secretaría de Salud publicó que hasta el mes pasado de 28’590,500 personas con una dosis de vacunación anticovid en nuestro país se contagiaron 16,091 y murieron 1,183 y de 17’463,895 con esquema completo de vacunación habían enfermado 2,336 y han muerto 119.

Ciertamente los porcentajes de contagio y mortandad son bajos, pero la protección como claramente han dicho desde el principio no es de cien por ciento, además ¿a quién le gustaría ser parte de las zonas más desafortunadas de los números?

Parece ser que hoy los más afectados en los nuevos contagios, que por cierto parecen estarse incrementando en algunas zonas del país son los jóvenes y empiezan a aparecer cifras que se refieren a niños.

A pesar de todo aviso, recomendación y semaforización, los eventos, las manifestaciones públicas, reuniones y agrupamientos humanos de todo tipo continúan por supuesto sin ningún tipo de medida, revisión o intervención de las autoridades, quienes se muestran totalmente apáticas al enorme riesgo que todo esto implica.

Creo que la salud y la vida son lo más valioso que tenemos y no sería necesario que nadie tuviera que persuadirnos a cuidarlas a menos que lo que tuviéramos ausente fuera la razón.

Mientras escribo estas líneas mi hermano acompaña a su pequeño hijo a una importante intervención en su corazón, lucha implacable a favor de la salud de este guerrero de pocos años, que sin culpa, ni responsabilidad alguna está aprendiendo que la vida vale y que se debe pelear por ella.

Mientras algunos deciden arriesgarla de la forma más inútil, otros la desean de la manera más ferviente.

Envío desde aquí un pensamiento de amor y fuerza a mi Querido Hermano Alfonso, un gran ejemplo de padre incansable y otro con todo mi deseo de luz y salud a mi queridísimo sobrino Ponchito “Corazón Valiente”.

Escríbeme.

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