/ miércoles 21 de agosto de 2019

Carta sin sobre

Maestra Rosario Robles, no salgo de mi asombro cuando pienso en los lios y apuros en que los propios miembros del grupo político al que Usted supuestamente pertenece, la involucraron.

Podrán decir que usted es un “chivo expiatorio” de la denominada Estafa Maestra. Podran afirmar que Usted tampoco tiró “la primera piedra”, y mucho más. Lo incuestionable es que tampoco esta “libre de culpa” y deberá estar en “arraigo precautorio”, en la prisión femenil de Santa Marta Acatitla, en espera de la resolución definitiva.

Maestra Robles, ninguna cárcel es agradable. Cada día entre las rejas será un desafio para Usted, sus familiares y amigos cercanos; una cruel prueba de aguante y templanza. La falta de libertad provoca una sensación asfixiante y devastadora que se filtra por todos y cada uno de los poros del cuerpo. Ello se magnifica en una ex Secretaria de Estado que se consideró por encima de las normas de la ética y las leyes. Ahora, maestra, otros le dirán cuando y donde debe comer, dormir, despertar, trabajar y caminar. Debera aceptar esas reglas y ajustarse a ellas. Tendrá que habituarse a los reducidos espacios sobrepoblados, a los olores de los cuerpos, a los gritos, lamentos, a hacer fila, a la falta de intimidad y a relacionarse con los pícaros, las parias, las proscritas, los transgresores y toda una cauda de “verdaderos criminales”. El tiempo se alargará de tal manera, que cada día parecerá una semana. Tendrá que contar las horas y los días que faltan para salir en libertad, y hallar maneras de luchar contra la depresión, siempre presente.

Maestra Robles, deberá aceptar, en la intimidad de su cerebro, que cada quien tiene una manera particular de confrontar lo que ocurre. En el encierro, lo primero que domina es el miedo. Pero cuando se comprueba que “las rejas no matan”, como dice la cancion, el sentimiento de la propia conmiseracion y la lastima de uno mismo, sobreviene. Esto tambien se desvanece, con el paso de los dias. Y solo queda una suerte de ansiedad que en realidad es un estado de defensa del organismo que lo mantiene en alerta, cauteloso y preparado para lo que venga. Adentro, la divisa es sobrevivir, y resulta indispensable aprender a “llorar sin lágrimas y a gritar en silencio”.

Maestra, cuando se esta en la cárcel, las cosas que “hacia” antes, sin pensar que eran importantes, ahora adquieren una relevancia inaudita. Lo mas doloroso debe ser el enterarse de problemas familiares en los cuales tendría que estar presente para comprenderlos y manejarlos. Problemas que por el hecho de estar en el encierro se tornan prácticamente imposibles de resolver.

Usted seguramente, tarde o temprano se hara una pregunta. Si fuera posible vivir dos vidas en una, es decir, la primera en borrador y la segunda, la real, ya sin los errores cometidos en la primera ? Que cosas cambiaria? Se sentiria inclinada a cambiar el ansia insana de poder --llamese economico o politico—por la vergüenza creciente de ver como su familia y seres queridos sufren por sus culpas. Que sencillo y que duro es a veces reconocer en silencio las faltas.

Finalmente, Maestra, deveras...

¿Vale la pena?

Maestra Rosario Robles, no salgo de mi asombro cuando pienso en los lios y apuros en que los propios miembros del grupo político al que Usted supuestamente pertenece, la involucraron.

Podrán decir que usted es un “chivo expiatorio” de la denominada Estafa Maestra. Podran afirmar que Usted tampoco tiró “la primera piedra”, y mucho más. Lo incuestionable es que tampoco esta “libre de culpa” y deberá estar en “arraigo precautorio”, en la prisión femenil de Santa Marta Acatitla, en espera de la resolución definitiva.

Maestra Robles, ninguna cárcel es agradable. Cada día entre las rejas será un desafio para Usted, sus familiares y amigos cercanos; una cruel prueba de aguante y templanza. La falta de libertad provoca una sensación asfixiante y devastadora que se filtra por todos y cada uno de los poros del cuerpo. Ello se magnifica en una ex Secretaria de Estado que se consideró por encima de las normas de la ética y las leyes. Ahora, maestra, otros le dirán cuando y donde debe comer, dormir, despertar, trabajar y caminar. Debera aceptar esas reglas y ajustarse a ellas. Tendrá que habituarse a los reducidos espacios sobrepoblados, a los olores de los cuerpos, a los gritos, lamentos, a hacer fila, a la falta de intimidad y a relacionarse con los pícaros, las parias, las proscritas, los transgresores y toda una cauda de “verdaderos criminales”. El tiempo se alargará de tal manera, que cada día parecerá una semana. Tendrá que contar las horas y los días que faltan para salir en libertad, y hallar maneras de luchar contra la depresión, siempre presente.

Maestra Robles, deberá aceptar, en la intimidad de su cerebro, que cada quien tiene una manera particular de confrontar lo que ocurre. En el encierro, lo primero que domina es el miedo. Pero cuando se comprueba que “las rejas no matan”, como dice la cancion, el sentimiento de la propia conmiseracion y la lastima de uno mismo, sobreviene. Esto tambien se desvanece, con el paso de los dias. Y solo queda una suerte de ansiedad que en realidad es un estado de defensa del organismo que lo mantiene en alerta, cauteloso y preparado para lo que venga. Adentro, la divisa es sobrevivir, y resulta indispensable aprender a “llorar sin lágrimas y a gritar en silencio”.

Maestra, cuando se esta en la cárcel, las cosas que “hacia” antes, sin pensar que eran importantes, ahora adquieren una relevancia inaudita. Lo mas doloroso debe ser el enterarse de problemas familiares en los cuales tendría que estar presente para comprenderlos y manejarlos. Problemas que por el hecho de estar en el encierro se tornan prácticamente imposibles de resolver.

Usted seguramente, tarde o temprano se hara una pregunta. Si fuera posible vivir dos vidas en una, es decir, la primera en borrador y la segunda, la real, ya sin los errores cometidos en la primera ? Que cosas cambiaria? Se sentiria inclinada a cambiar el ansia insana de poder --llamese economico o politico—por la vergüenza creciente de ver como su familia y seres queridos sufren por sus culpas. Que sencillo y que duro es a veces reconocer en silencio las faltas.

Finalmente, Maestra, deveras...

¿Vale la pena?