/ martes 5 de abril de 2022

Economía para todos | Hábitos

Poco a poco empiezan a cambiar nuestros hábitos nuevamente con la presunta conclusión —u olvido— de la pandemia.

Hace dos años, justamente por estas fechas, comenzaba la histeria y el frenesí colectivo por la implementación de un confinamiento generalizado con el objetivo de disminuir el nivel de contagios a raíz de la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud a mediados de marzo de 2020.

Con ello, nuestros hábitos y rutinas comenzaron a vislumbrar un cambio notorio para responder a la nueva modalidad de vida en todo el mundo, el cual sería de manera aislada y remota en la mayoría de los aspectos.

Si bien, hubo la necesidad de mantener ciertas actividades económicas abiertas por la naturaleza de su giro empresarial que las catalogó de manera “esencial”, hubo muchas otras empresas o establecimientos locales que tuvieron que cerrar.

Esto generó una avalancha de ciudadanos en las distintas tiendas de autoservicio que generaron la implementación de venta limitada a ciertos productos, como papel de baño, gel antibacterial, artículos de limpieza y demás productos que la histeria colectiva generaba adquirir para la sobrevivencia de lo que en un principio sería un mes de aislamiento.

Asimismo, el aplazamiento de la duración de la cuarentena obligó a las actividades económicas a implementar una serie de cambios con el objetivo de seguir laborando de manera remota o híbrida, lo que también provocó una fuerte demanda en artículos electrónicos como computadoras personales, teléfonos inteligentes y productos necesarios para el correcto funcionamiento de una oficina en casa.

Esto, a su vez, generó el primer impacto fuerte en la cadena de suministro en ciertas plantas de producción que, hasta la fecha, se siguen palpando en distintos productos como los semiconductores, que a su vez, también impactó en demasía en el sector automotriz.

Con el pasar de los meses, se vislumbró el fuerte impacto económico que traería el cierre de actividades económicas no esenciales, por lo que poco a poco comenzaron a volver a abrir distintos establecimientos con la implementación de medidas sanitarias para mitigar la ola de contagios. No obstante, hasta la fecha se pudo observar en cifras de la Secretaría de Salud la existencia de cuatro olas de contagio con su respectiva —y muy lamentable— mortandad.

Todo ello generó un cúmulo de hábitos que, con el pasar de los meses, era natural que se normalizaran, como el portar un cubreboca permanentemente, la reiterada aplicación de gel antibacterial, la oficina en casa y la adición de productos distintos a los que comúnmente se adquirían en una tienda de autoservicio.

Posteriormente, con la producción de vacunas por distintas farmacéuticas, se empezó a vislumbrar la conclusión de la pandemia; no obstante, permanecía la incertidumbre de la efectividad que nos podrían aportar ciertas vacunas dado que aun y con la aplicación de estas, existía la probabilidad de contagio e inclusive la defunción, lo que provocó una necesidad de aplicar hasta dos refuerzos dependiendo la farmacéutica.

Hoy en día, ciertas naciones y entidades federativas de nuestro país han comunicado la posibilidad de no portar el cubreboca en espacios abiertos y la reducción de las medidas sanitarias para volver a retomar la normalidad que se nos arrebató hace dos años; sin embargo, existen otras circunstancias externas que han profundizado o cambiado nuevamente nuestros hábitos, como la alta inflación derivada de choques externos como los altos precios del barril de petróleo, los agroalimentos y fertilizantes que ha sido causado principalmente por el conflicto bélico al Este de Europa. Cuídese mucho.

  • Regeneración 19

Poco a poco empiezan a cambiar nuestros hábitos nuevamente con la presunta conclusión —u olvido— de la pandemia.

Hace dos años, justamente por estas fechas, comenzaba la histeria y el frenesí colectivo por la implementación de un confinamiento generalizado con el objetivo de disminuir el nivel de contagios a raíz de la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud a mediados de marzo de 2020.

Con ello, nuestros hábitos y rutinas comenzaron a vislumbrar un cambio notorio para responder a la nueva modalidad de vida en todo el mundo, el cual sería de manera aislada y remota en la mayoría de los aspectos.

Si bien, hubo la necesidad de mantener ciertas actividades económicas abiertas por la naturaleza de su giro empresarial que las catalogó de manera “esencial”, hubo muchas otras empresas o establecimientos locales que tuvieron que cerrar.

Esto generó una avalancha de ciudadanos en las distintas tiendas de autoservicio que generaron la implementación de venta limitada a ciertos productos, como papel de baño, gel antibacterial, artículos de limpieza y demás productos que la histeria colectiva generaba adquirir para la sobrevivencia de lo que en un principio sería un mes de aislamiento.

Asimismo, el aplazamiento de la duración de la cuarentena obligó a las actividades económicas a implementar una serie de cambios con el objetivo de seguir laborando de manera remota o híbrida, lo que también provocó una fuerte demanda en artículos electrónicos como computadoras personales, teléfonos inteligentes y productos necesarios para el correcto funcionamiento de una oficina en casa.

Esto, a su vez, generó el primer impacto fuerte en la cadena de suministro en ciertas plantas de producción que, hasta la fecha, se siguen palpando en distintos productos como los semiconductores, que a su vez, también impactó en demasía en el sector automotriz.

Con el pasar de los meses, se vislumbró el fuerte impacto económico que traería el cierre de actividades económicas no esenciales, por lo que poco a poco comenzaron a volver a abrir distintos establecimientos con la implementación de medidas sanitarias para mitigar la ola de contagios. No obstante, hasta la fecha se pudo observar en cifras de la Secretaría de Salud la existencia de cuatro olas de contagio con su respectiva —y muy lamentable— mortandad.

Todo ello generó un cúmulo de hábitos que, con el pasar de los meses, era natural que se normalizaran, como el portar un cubreboca permanentemente, la reiterada aplicación de gel antibacterial, la oficina en casa y la adición de productos distintos a los que comúnmente se adquirían en una tienda de autoservicio.

Posteriormente, con la producción de vacunas por distintas farmacéuticas, se empezó a vislumbrar la conclusión de la pandemia; no obstante, permanecía la incertidumbre de la efectividad que nos podrían aportar ciertas vacunas dado que aun y con la aplicación de estas, existía la probabilidad de contagio e inclusive la defunción, lo que provocó una necesidad de aplicar hasta dos refuerzos dependiendo la farmacéutica.

Hoy en día, ciertas naciones y entidades federativas de nuestro país han comunicado la posibilidad de no portar el cubreboca en espacios abiertos y la reducción de las medidas sanitarias para volver a retomar la normalidad que se nos arrebató hace dos años; sin embargo, existen otras circunstancias externas que han profundizado o cambiado nuevamente nuestros hábitos, como la alta inflación derivada de choques externos como los altos precios del barril de petróleo, los agroalimentos y fertilizantes que ha sido causado principalmente por el conflicto bélico al Este de Europa. Cuídese mucho.

  • Regeneración 19