/ martes 24 de agosto de 2021

Economía para todos | Pobreza energética

Así como existe la pobreza multidimensional, existen otros tipos de pobreza como la laboral y la energética.

Recientemente, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) publicó las cifras respecto a la pobreza multidimensional para el año 2020, mientras que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, a su vez, publicó la observación de inflación respecto al mes de julio, donde esta vez, se colocó en 5.81 por ciento; cifra nuevamente por encima de lo ideal por el Banco de México, cuyo objetivo es del 3 por ciento ± 1 por ciento de margen de holgura.

Respecto a la pobreza multidimensional publicada por Coneval, la cual mide distintos rubros como el ingreso de un hogar y las carencias sociales, el número de personas que se adentraron en esta situación de 2018 a 2020 a nivel nacional fueron 3.7 millones de personas, siendo un total de 43.9 por ciento de la población la que padece pobreza multidimensional.

Para el estado de Tamaulipas, las cifras tampoco son alentadoras, dado que el incremento de personas en situación de pobreza para el año 2020, incrementó un 2.4 por ciento respecto a 2018, significando una adición de alrededor de 28,600 tamaulipecos a la pobreza.

Otro tipo de pobreza es la laboral, donde según Coneval, las personas que la padecen, no pueden adquirir la canasta alimentaria con el ingreso de su trabajo.

Ahora bien, respecto a la inflación, sabemos que se basa en la medición de muchos precios de bienes y servicios entre los que se encuentran los alimentos, vivienda, los productos agropecuarios y, en este caso, los energéticos.

Desde que comenzó la pandemia y derivado a la misma, hemos podido observar tanto el desplome de los precios internacionales del petróleo como la pronunciada alza a comienzos de este año, así como el aumento de los precios del gas LP y el gas natural, lo cual ha repercutido constantemente en la inflación de nuestro país.

Y es que es importante tener en cuenta estos precios dado que su tipo de demanda es inelástica, es decir, por más que aumente o disminuya el precio de estos productos energéticos, su consumo será el mismo dado que es esencial para el uso cotidiano de las personas mediante movilidad urbana, alimentación, entre otros usos.

Por ejemplo, el consumo de energía eléctrica será el mismo mes a mes incluso con algún ligero cambio en caso de que andemos apagando las luces y desconectando electrodomésticos que no están en uso, esto porque no es posible que podamos realizar tareas domésticas en la noche sin el uso de la energía eléctrica, y más en nuestra zona, que es casi obligatorio el uso de un ventilador o aire acondicionado para descansar cómodamente; otro ejemplo, sería el uso de gasolina, que independientemente del tipo de vehículo que se tenga y del precio, siempre se destinará un porcentaje de nuestros ingresos para la adquisición de este producto, ya sea en mayor o menor medida, y esto aplica también para las personas que no cuentan con vehículo, dado que el transporte público, también consume este tipo de energético.

Es aquí donde entra la pobreza energética, que si bien, no se ha establecido una definición concreta, va encaminada a la pobreza con un enfoque energético.

Por ejemplo, hay autores que la relacionan con la cantidad de energía física mínima que se necesita en un hogar para satisfacer las necesidades básicas como iluminación, utilización de enseres domésticos, internet, gas para cocinar, e inclusive la gasolina para desplazarnos.

Asimismo, otros autores la conceptualizan como la cantidad y tipo de energía que se utiliza que pudiera reflejar una condición de pobreza energética, como el uso de la leña en espacios cerrados que puede ser causante de enfermedades respiratorias e incluso la muerte.

De tal manera es que los incrementos en los productos energéticos han hecho que destinemos más recursos hacia ellos por ser esenciales en nuestra vida diaria, repercutiendo cada vez más en el menor consumo de otros productos como alimentos y servicios. En tanto, para las personas que menos tienen, estos incrementos pueden ser lapidarios.

Lamentablemente en México existe tanta pobreza que se analiza y divide en distintos tipos; sin embargo, no existe algún índice que pudiera reflejarnos específicamente la cantidad de hogares o personas que padecen pobreza energética. No obstante, dentro de la medición de Coneval, existe un rubro que pudiera permitirnos palpar de manera generalizada la cantidad de personas que carecen del acceso a servicios básicos de la vivienda, rubro que es uno de los derechos sociales que mide el Coneval mediante la pobreza multidimensional. Cuídese mucho.

Regeneración 19

Así como existe la pobreza multidimensional, existen otros tipos de pobreza como la laboral y la energética.

Recientemente, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) publicó las cifras respecto a la pobreza multidimensional para el año 2020, mientras que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, a su vez, publicó la observación de inflación respecto al mes de julio, donde esta vez, se colocó en 5.81 por ciento; cifra nuevamente por encima de lo ideal por el Banco de México, cuyo objetivo es del 3 por ciento ± 1 por ciento de margen de holgura.

Respecto a la pobreza multidimensional publicada por Coneval, la cual mide distintos rubros como el ingreso de un hogar y las carencias sociales, el número de personas que se adentraron en esta situación de 2018 a 2020 a nivel nacional fueron 3.7 millones de personas, siendo un total de 43.9 por ciento de la población la que padece pobreza multidimensional.

Para el estado de Tamaulipas, las cifras tampoco son alentadoras, dado que el incremento de personas en situación de pobreza para el año 2020, incrementó un 2.4 por ciento respecto a 2018, significando una adición de alrededor de 28,600 tamaulipecos a la pobreza.

Otro tipo de pobreza es la laboral, donde según Coneval, las personas que la padecen, no pueden adquirir la canasta alimentaria con el ingreso de su trabajo.

Ahora bien, respecto a la inflación, sabemos que se basa en la medición de muchos precios de bienes y servicios entre los que se encuentran los alimentos, vivienda, los productos agropecuarios y, en este caso, los energéticos.

Desde que comenzó la pandemia y derivado a la misma, hemos podido observar tanto el desplome de los precios internacionales del petróleo como la pronunciada alza a comienzos de este año, así como el aumento de los precios del gas LP y el gas natural, lo cual ha repercutido constantemente en la inflación de nuestro país.

Y es que es importante tener en cuenta estos precios dado que su tipo de demanda es inelástica, es decir, por más que aumente o disminuya el precio de estos productos energéticos, su consumo será el mismo dado que es esencial para el uso cotidiano de las personas mediante movilidad urbana, alimentación, entre otros usos.

Por ejemplo, el consumo de energía eléctrica será el mismo mes a mes incluso con algún ligero cambio en caso de que andemos apagando las luces y desconectando electrodomésticos que no están en uso, esto porque no es posible que podamos realizar tareas domésticas en la noche sin el uso de la energía eléctrica, y más en nuestra zona, que es casi obligatorio el uso de un ventilador o aire acondicionado para descansar cómodamente; otro ejemplo, sería el uso de gasolina, que independientemente del tipo de vehículo que se tenga y del precio, siempre se destinará un porcentaje de nuestros ingresos para la adquisición de este producto, ya sea en mayor o menor medida, y esto aplica también para las personas que no cuentan con vehículo, dado que el transporte público, también consume este tipo de energético.

Es aquí donde entra la pobreza energética, que si bien, no se ha establecido una definición concreta, va encaminada a la pobreza con un enfoque energético.

Por ejemplo, hay autores que la relacionan con la cantidad de energía física mínima que se necesita en un hogar para satisfacer las necesidades básicas como iluminación, utilización de enseres domésticos, internet, gas para cocinar, e inclusive la gasolina para desplazarnos.

Asimismo, otros autores la conceptualizan como la cantidad y tipo de energía que se utiliza que pudiera reflejar una condición de pobreza energética, como el uso de la leña en espacios cerrados que puede ser causante de enfermedades respiratorias e incluso la muerte.

De tal manera es que los incrementos en los productos energéticos han hecho que destinemos más recursos hacia ellos por ser esenciales en nuestra vida diaria, repercutiendo cada vez más en el menor consumo de otros productos como alimentos y servicios. En tanto, para las personas que menos tienen, estos incrementos pueden ser lapidarios.

Lamentablemente en México existe tanta pobreza que se analiza y divide en distintos tipos; sin embargo, no existe algún índice que pudiera reflejarnos específicamente la cantidad de hogares o personas que padecen pobreza energética. No obstante, dentro de la medición de Coneval, existe un rubro que pudiera permitirnos palpar de manera generalizada la cantidad de personas que carecen del acceso a servicios básicos de la vivienda, rubro que es uno de los derechos sociales que mide el Coneval mediante la pobreza multidimensional. Cuídese mucho.

Regeneración 19