/ domingo 17 de marzo de 2024

El factor feminista en la próxima elección

El pasado 8 de marzo, se llevaron a cabo múltiples movilizaciones y concentraciones a lo largo y ancho de nuestro país, con motivo del Día Internacional de la Mujer.

Como en todo movimiento exultante, su vitalidad se desborda entre el radicalismo y posiciones moderadas, pero más que ser una descalificación, es muestra de una energía social, hoy tan necesaria en medio de la modorra y el efecto narcotizante inducido por una falsa sensación de satisfacción y autocomplacencia de quienes pregonan cándidamente que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

Como pocos, el movimiento feminista es un movimiento democrático por su transversalidad, involucra a mujeres de todas las edades y de todas las clases sociales.

En la actualidad, no hay muchas agendas políticas o sociales que tengan el poder de convocatoria entre el sector juvenil como la del movimiento feminista.

Lo anterior se debe en gran medida a la ignorancia e incomprensión sobre su naturaleza de parte de la clase política que, con honrosas excepciones, no han sabido aproximarse a él, con sinceridad.

Los partidos políticos y el gobierno solo han visto en el movimiento feminista una moda a la que hay que sumarse superficialmente para explotarla, sacarle hasta la última gota de rendimiento electoral para después botarla a la basura, como lo hicieron antes con la agenda verde, por ejemplo.

Prueba de esta incomprensión es el creer que por nada más postular a mujeres a cargos de elección popular resulta suficiente para satisfacer las demandas de igualdad del movimiento feminista, cuando muchas veces, es la peor de las cosificaciones que se hacen de ellas, porque las reducen a meras correas de transmisión, sin autonomía de la voluntad de los hombres.

De qué sirve “empoderar” a las mujeres, si lo que hay en el fondo es una agenda política totalmente ajena a sus necesidades, si quien está detrás es el gran titiritero patriarcal que, valiéndose de la puesta en escena de una gran farsa, pretende emboscar al sentido común de las mujeres instrumentalizando a una de ellas para tal propósito.

Por ello, bienvenido sea todo su radicalismo, hoy vilipendiado por todos aquellos que no hace mucho tiempo veían en ello una virtud, y que instalados en la comodidad presupuestal lo denostan.

La vitalidad del movimiento feminista es una de las fuerzas motrices que, entre otras, intervendrá movilizando a la ciudadanía en las próximas elecciones y es, al parecer, la causa que convocará al mayor número de jóvenes a las urnas. Que ello sirva para despertar al país del letargo en el que actualmente estamos.

Sotelo27@me.com

El pasado 8 de marzo, se llevaron a cabo múltiples movilizaciones y concentraciones a lo largo y ancho de nuestro país, con motivo del Día Internacional de la Mujer.

Como en todo movimiento exultante, su vitalidad se desborda entre el radicalismo y posiciones moderadas, pero más que ser una descalificación, es muestra de una energía social, hoy tan necesaria en medio de la modorra y el efecto narcotizante inducido por una falsa sensación de satisfacción y autocomplacencia de quienes pregonan cándidamente que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

Como pocos, el movimiento feminista es un movimiento democrático por su transversalidad, involucra a mujeres de todas las edades y de todas las clases sociales.

En la actualidad, no hay muchas agendas políticas o sociales que tengan el poder de convocatoria entre el sector juvenil como la del movimiento feminista.

Lo anterior se debe en gran medida a la ignorancia e incomprensión sobre su naturaleza de parte de la clase política que, con honrosas excepciones, no han sabido aproximarse a él, con sinceridad.

Los partidos políticos y el gobierno solo han visto en el movimiento feminista una moda a la que hay que sumarse superficialmente para explotarla, sacarle hasta la última gota de rendimiento electoral para después botarla a la basura, como lo hicieron antes con la agenda verde, por ejemplo.

Prueba de esta incomprensión es el creer que por nada más postular a mujeres a cargos de elección popular resulta suficiente para satisfacer las demandas de igualdad del movimiento feminista, cuando muchas veces, es la peor de las cosificaciones que se hacen de ellas, porque las reducen a meras correas de transmisión, sin autonomía de la voluntad de los hombres.

De qué sirve “empoderar” a las mujeres, si lo que hay en el fondo es una agenda política totalmente ajena a sus necesidades, si quien está detrás es el gran titiritero patriarcal que, valiéndose de la puesta en escena de una gran farsa, pretende emboscar al sentido común de las mujeres instrumentalizando a una de ellas para tal propósito.

Por ello, bienvenido sea todo su radicalismo, hoy vilipendiado por todos aquellos que no hace mucho tiempo veían en ello una virtud, y que instalados en la comodidad presupuestal lo denostan.

La vitalidad del movimiento feminista es una de las fuerzas motrices que, entre otras, intervendrá movilizando a la ciudadanía en las próximas elecciones y es, al parecer, la causa que convocará al mayor número de jóvenes a las urnas. Que ello sirva para despertar al país del letargo en el que actualmente estamos.

Sotelo27@me.com