/ domingo 18 de febrero de 2024

Los políticos, como la carne asada

Aconsejan los que saben del arte culinario, que la carne debe asarse a fuego lento, porque la intensidad de las llamaradas solo genera que la carne se carbonice por fuera, pero por dentro permanezca cruda, algo parecido está pasando con los políticos salidos del horno que, de unos años para acá, acaparan la escena pública.

El caso del candidato presidencial del partido Movimiento Ciudadano, constituye un ejemplo nítido de esta carencia de cocción y de lo que hoy considero, distingue a dos tipos de políticos en México.

Según yo, existen dos tipos de políticos, el primero es aquel que ha forjado su oficio, con una sólida formación teórica sobre el Estado, posee convicciones y ha demostrado diligencia en el ejercicio del servicio público, circunstancia que lo dota de los méritos para seguir escalando la pirámide del poder político.

La segunda clase de políticos son aquellos que, a pesar de poder gozar incluso con una sólida formación académica, su incursión en la política, así como su meteórico ascenso dentro de ella, se debe a cuestiones circunstanciales, coyunturales, y no en base al de un mérito propio que le preceda.

Desafortunadamente, la segunda clase de políticos abundan en la actualidad, unos peores que otros, pero comparten la común característica de carecer de una visión de Estado, ni ligera, ni profunda, nada más no tienen alguna.

Para estos políticos circunstanciales, el acceso al poder político es la vía rápida al éxito económico, la ruta de escape del fracaso empresarial, el acceso a la fama y a una reserva de lisonjas que caduca el día vence la función del cargo.

Esta inopia de clase política ha causado sus estragos en la sociedad, porque finalmente son políticos improvisados, criaturas inventadas para servir a un interés particular, que carecen de vocación y compromiso de Estado y por ende, racionalizan su legitimidad en función de su suerte, y a que pueden, como cualquier bárbaro de la antigüedad. Pero en la era moderna, la legitimidad no abreva del poder mismo, sino de la persuasión, del convencimiento de que los políticos merecen estar donde están, no en base solo a que pueden y están, sino más bien, en función de que tienen la capacidad, los méritos y la respetabilidad pública para desempeñarlos.

Una situación de hecho no es fundamento ético según G. E. Moore., como no solo por ostentar un cargo de responsabilidad pública, la opinión de ese funcionario se vuelve infalible e inescrutable.

Pero acontece todo lo contrario, entre mayor es la incompetencia, mayor es la resistencia de nuestros políticos para rendir cuentas y en un acto de soberbia, se siente libres de tener que racionalizar sus decisiones.

Forjar un político, requiere su tiempo de maduración, que no es sinónimo tampoco de vejez, sino de sensatez, prudencia, valor e independencia, notas con las que el paso del tiempo va dotando a sus políticos más sobresalientes. Hoy en dia, muy pocos políticos pueden articular un discurso con claridad y coherencia, menos tener la profundidad que en su día tuvieron gente como Porfirio Muñoz Ledo, la congruencia de Arnoldo Martínez Verduzco, Reyes Heroles o Castillo Peraza, y con estas miserias nos perfilamos a un cambio de gobierno.

Aconsejan los que saben del arte culinario, que la carne debe asarse a fuego lento, porque la intensidad de las llamaradas solo genera que la carne se carbonice por fuera, pero por dentro permanezca cruda, algo parecido está pasando con los políticos salidos del horno que, de unos años para acá, acaparan la escena pública.

El caso del candidato presidencial del partido Movimiento Ciudadano, constituye un ejemplo nítido de esta carencia de cocción y de lo que hoy considero, distingue a dos tipos de políticos en México.

Según yo, existen dos tipos de políticos, el primero es aquel que ha forjado su oficio, con una sólida formación teórica sobre el Estado, posee convicciones y ha demostrado diligencia en el ejercicio del servicio público, circunstancia que lo dota de los méritos para seguir escalando la pirámide del poder político.

La segunda clase de políticos son aquellos que, a pesar de poder gozar incluso con una sólida formación académica, su incursión en la política, así como su meteórico ascenso dentro de ella, se debe a cuestiones circunstanciales, coyunturales, y no en base al de un mérito propio que le preceda.

Desafortunadamente, la segunda clase de políticos abundan en la actualidad, unos peores que otros, pero comparten la común característica de carecer de una visión de Estado, ni ligera, ni profunda, nada más no tienen alguna.

Para estos políticos circunstanciales, el acceso al poder político es la vía rápida al éxito económico, la ruta de escape del fracaso empresarial, el acceso a la fama y a una reserva de lisonjas que caduca el día vence la función del cargo.

Esta inopia de clase política ha causado sus estragos en la sociedad, porque finalmente son políticos improvisados, criaturas inventadas para servir a un interés particular, que carecen de vocación y compromiso de Estado y por ende, racionalizan su legitimidad en función de su suerte, y a que pueden, como cualquier bárbaro de la antigüedad. Pero en la era moderna, la legitimidad no abreva del poder mismo, sino de la persuasión, del convencimiento de que los políticos merecen estar donde están, no en base solo a que pueden y están, sino más bien, en función de que tienen la capacidad, los méritos y la respetabilidad pública para desempeñarlos.

Una situación de hecho no es fundamento ético según G. E. Moore., como no solo por ostentar un cargo de responsabilidad pública, la opinión de ese funcionario se vuelve infalible e inescrutable.

Pero acontece todo lo contrario, entre mayor es la incompetencia, mayor es la resistencia de nuestros políticos para rendir cuentas y en un acto de soberbia, se siente libres de tener que racionalizar sus decisiones.

Forjar un político, requiere su tiempo de maduración, que no es sinónimo tampoco de vejez, sino de sensatez, prudencia, valor e independencia, notas con las que el paso del tiempo va dotando a sus políticos más sobresalientes. Hoy en dia, muy pocos políticos pueden articular un discurso con claridad y coherencia, menos tener la profundidad que en su día tuvieron gente como Porfirio Muñoz Ledo, la congruencia de Arnoldo Martínez Verduzco, Reyes Heroles o Castillo Peraza, y con estas miserias nos perfilamos a un cambio de gobierno.