/ domingo 31 de marzo de 2024

El odio y el miedo presentes en las elecciones

En 1740, escribía David Hume que la razón es y sólo debe ser esclava de las pasiones y no puede aspirar a ninguna otra función que servirlas y obedecerlas, desatando con ello una polémica con los racionalistas de entonces y posteriores a él como Kant y Hegel.

No es que Hume dudara del poder y función de la razón para discernir entre juicios falsos y verdaderos, sino que precisamente por esto, no se engañaba respecto al papel y lugar que ocupa la razón dentro del proceso deliberativo de los humanos.

Tradicionalmente se había dicho antes de Hume, e incluso se sigue pensando hasta nuestros días, que las pasiones son el origen de todos los problemas y conflictos humanos, tal vez como resabio represivo de la teología cristiana medieval, que veía en las pasiones carnales un desenfreno que se coloca por fuera de la jurisdicción de los sermones y los anatemas.

Para Hume, la razón desempeña la tarea humana de auxiliarnos a discernir la verdad o falsedad de los juicios que hacemos, pero que solo son aplicables sobre hechos concretos, de tal forma, la razón queda confinada a la experiencia de sensible.

Por el contrario, según Hume, la razón es ciega para guiarnos respecto a los juicios morales que siempre son hipotéticos, que atañen al reino de las sensaciones subjetivas de agrado y desagrado que provocan algunos actos humanos en nuestras emociones.

Una vez que algo nos agrada o desagrada, la razón concurre a racionalizar los medios o las justificaciones que haga razonable nuestra preferencia, en pocas palabras, para Hume la razón es la ciencia de los medios, que nos ayuda a conseguir las cosas que queremos.

En el contexto actual, con el proceso electoral por el que atraviesa nuestro país, donde la pasión está desbordada con acusaciones cruzadas de corrupción e incompetencia por igual, es incuestionable que todos los partidos políticos racionalización sus oportunidades para movilizar a los ciudadanos por medio del odio y el miedo.

Queda la incógnita sobre qué fuerza motriz será más eficiente para movilizar a los electores, si el odio al retorno de unos, o el miedo a la permanencia de otros, en ambos casos les juega en contra algunas certezas, como consecuencia de su paso por el ejercicio del poder, por lo que apelar a la esperanza o al elector ilusionado con altas expectativas no tiene cabida, por lo que sólo resta apelar a las emociones más básicas.

Sotelo27@me.com

En 1740, escribía David Hume que la razón es y sólo debe ser esclava de las pasiones y no puede aspirar a ninguna otra función que servirlas y obedecerlas, desatando con ello una polémica con los racionalistas de entonces y posteriores a él como Kant y Hegel.

No es que Hume dudara del poder y función de la razón para discernir entre juicios falsos y verdaderos, sino que precisamente por esto, no se engañaba respecto al papel y lugar que ocupa la razón dentro del proceso deliberativo de los humanos.

Tradicionalmente se había dicho antes de Hume, e incluso se sigue pensando hasta nuestros días, que las pasiones son el origen de todos los problemas y conflictos humanos, tal vez como resabio represivo de la teología cristiana medieval, que veía en las pasiones carnales un desenfreno que se coloca por fuera de la jurisdicción de los sermones y los anatemas.

Para Hume, la razón desempeña la tarea humana de auxiliarnos a discernir la verdad o falsedad de los juicios que hacemos, pero que solo son aplicables sobre hechos concretos, de tal forma, la razón queda confinada a la experiencia de sensible.

Por el contrario, según Hume, la razón es ciega para guiarnos respecto a los juicios morales que siempre son hipotéticos, que atañen al reino de las sensaciones subjetivas de agrado y desagrado que provocan algunos actos humanos en nuestras emociones.

Una vez que algo nos agrada o desagrada, la razón concurre a racionalizar los medios o las justificaciones que haga razonable nuestra preferencia, en pocas palabras, para Hume la razón es la ciencia de los medios, que nos ayuda a conseguir las cosas que queremos.

En el contexto actual, con el proceso electoral por el que atraviesa nuestro país, donde la pasión está desbordada con acusaciones cruzadas de corrupción e incompetencia por igual, es incuestionable que todos los partidos políticos racionalización sus oportunidades para movilizar a los ciudadanos por medio del odio y el miedo.

Queda la incógnita sobre qué fuerza motriz será más eficiente para movilizar a los electores, si el odio al retorno de unos, o el miedo a la permanencia de otros, en ambos casos les juega en contra algunas certezas, como consecuencia de su paso por el ejercicio del poder, por lo que apelar a la esperanza o al elector ilusionado con altas expectativas no tiene cabida, por lo que sólo resta apelar a las emociones más básicas.

Sotelo27@me.com