/ domingo 4 de febrero de 2024

Los orígenes del totalitarismo

A los muchos problemas estructurales que enfrenta nuestro país tales como la inseguridad, la falta de acceso a la salud y la desigualdad económica, se suma un rasgo que no es en sí, un problema social estructural desde el punto de vista de la definición tradicional, pero que tiene el potencial de acarrearnos problemas más graves, gracias a esa falta de compromiso y desinterés por nuestros problemas como sociedad.

Para la filósofa alemana Hanna Arendt, en su obra Los orígenes del totalitarismo, su génesis tiene lugar por una parte en el desinterés y por otra, en la oportunidad de personas insulsas, mediocres pero muy ambiciosas.

El compromiso de Arendt con la verdad sin importar las implicaciones para su reputación es su característica más destacada, en ese afán, llegó a señalar incluso, la complicidad de algunos líderes judíos con el régimen nazi mediante su mansa complacencia, a pesar de que Hitler y el partido nazi ya habían dado demasiadas muestras del tamaño y lo lejos que podía llegar su odio, aun así, algunos líderes judíos subestimaron el riesgo que aquellos representaron, facilitando incluso el manejo administrativo de las comunidades judías desplazadas.

Según Arendt, la gente quería creer que los nazis eran una aberración monstruosa que nunca volvería a aparecer, cuando en realidad la mayoría de los militantes nazis eran conformistas y personas que se dejan llevar por la masa, pero este rasgo hoy en día muy vilipendiado, es un comportamiento con el que la mayoría pretende distanciarse del resto mediante una supuesta rebeldía del rebaño, pero en el fondo tal y como lo sostiene la tesis de Arendt, todos llevamos un borrego dentro, porque todos en alguno momento quieren estar con el vencedor, con el ganador, con lo que este de moda y casi nunca estamos dispuestos a pagar el precio de la exclusión por decir lo que pensamos cuando la mayoría piensa lo contrario.

Lo anterior nos revela una espantosa realidad, en todo momento es posible que contribuyamos a empoderar una opción política que nos arrebate la libertad, porque el tipo de personas que se requiere para esto es una que podemos encontrar muy fácilmente en cualquier lugar y momento.

Arendt luchó con la verdad porque la alternativa era permitir que la realidad se confundiera con lo que era cómodo. En semejante confusión, los movimientos totalitarios prosperan.

Para Arendt, una característica clave del totalitarismo a diferencia de otras formas de tiranía, es el juego con la verdad, la confusión deliberada entre ficción y realidad y el uso incesante de los medios de comunicación para manipular la forma en que millones de personas experimentan el mundo.

En era de noticias falsas, mensajes dirigidos por comentaristas pagados, que hacen alardean de su militancia en la renuncia expresa a todo atisbo de objetividad, imparcialidad y compromiso con la verdad, que hacen uso de la propaganda y la paranoia para cambiar a capricho la estructura percibida de la realidad, deberían ser tomados como una profunda advertencia sobre lo que podría pasar.

Lo preocupante es que todas estas condiciones surgen por nuestras propias acciones u omisiones, la falta de compromiso con nuestras ideas y la falta de responsabilidad y solidaridad social es lo que nos arrastra al aislamiento, desvinculados del mundo, donde quedamos a merced de los grandes maquiavelistas, y allanando así el camino para la ideología radical. Para Arendt, el antídoto sería comprometernos intelectualmente con nuestros oponentes, no subestimarlos, ni demonizándolos, porque al hacerlo los volvemos incomprensibles sino tratando de comprender la raíz de narrativas conflictivas y tramposas.

Sotelo27@me.com

A los muchos problemas estructurales que enfrenta nuestro país tales como la inseguridad, la falta de acceso a la salud y la desigualdad económica, se suma un rasgo que no es en sí, un problema social estructural desde el punto de vista de la definición tradicional, pero que tiene el potencial de acarrearnos problemas más graves, gracias a esa falta de compromiso y desinterés por nuestros problemas como sociedad.

Para la filósofa alemana Hanna Arendt, en su obra Los orígenes del totalitarismo, su génesis tiene lugar por una parte en el desinterés y por otra, en la oportunidad de personas insulsas, mediocres pero muy ambiciosas.

El compromiso de Arendt con la verdad sin importar las implicaciones para su reputación es su característica más destacada, en ese afán, llegó a señalar incluso, la complicidad de algunos líderes judíos con el régimen nazi mediante su mansa complacencia, a pesar de que Hitler y el partido nazi ya habían dado demasiadas muestras del tamaño y lo lejos que podía llegar su odio, aun así, algunos líderes judíos subestimaron el riesgo que aquellos representaron, facilitando incluso el manejo administrativo de las comunidades judías desplazadas.

Según Arendt, la gente quería creer que los nazis eran una aberración monstruosa que nunca volvería a aparecer, cuando en realidad la mayoría de los militantes nazis eran conformistas y personas que se dejan llevar por la masa, pero este rasgo hoy en día muy vilipendiado, es un comportamiento con el que la mayoría pretende distanciarse del resto mediante una supuesta rebeldía del rebaño, pero en el fondo tal y como lo sostiene la tesis de Arendt, todos llevamos un borrego dentro, porque todos en alguno momento quieren estar con el vencedor, con el ganador, con lo que este de moda y casi nunca estamos dispuestos a pagar el precio de la exclusión por decir lo que pensamos cuando la mayoría piensa lo contrario.

Lo anterior nos revela una espantosa realidad, en todo momento es posible que contribuyamos a empoderar una opción política que nos arrebate la libertad, porque el tipo de personas que se requiere para esto es una que podemos encontrar muy fácilmente en cualquier lugar y momento.

Arendt luchó con la verdad porque la alternativa era permitir que la realidad se confundiera con lo que era cómodo. En semejante confusión, los movimientos totalitarios prosperan.

Para Arendt, una característica clave del totalitarismo a diferencia de otras formas de tiranía, es el juego con la verdad, la confusión deliberada entre ficción y realidad y el uso incesante de los medios de comunicación para manipular la forma en que millones de personas experimentan el mundo.

En era de noticias falsas, mensajes dirigidos por comentaristas pagados, que hacen alardean de su militancia en la renuncia expresa a todo atisbo de objetividad, imparcialidad y compromiso con la verdad, que hacen uso de la propaganda y la paranoia para cambiar a capricho la estructura percibida de la realidad, deberían ser tomados como una profunda advertencia sobre lo que podría pasar.

Lo preocupante es que todas estas condiciones surgen por nuestras propias acciones u omisiones, la falta de compromiso con nuestras ideas y la falta de responsabilidad y solidaridad social es lo que nos arrastra al aislamiento, desvinculados del mundo, donde quedamos a merced de los grandes maquiavelistas, y allanando así el camino para la ideología radical. Para Arendt, el antídoto sería comprometernos intelectualmente con nuestros oponentes, no subestimarlos, ni demonizándolos, porque al hacerlo los volvemos incomprensibles sino tratando de comprender la raíz de narrativas conflictivas y tramposas.

Sotelo27@me.com