/ domingo 24 de marzo de 2024

Platón y el olvido de la política

Con frecuencia escucho decir, que en la actualidad y gracias a tal o cual persona, los ciudadanos hablan más de política, participan más en la discusión política y por lo tanto, según esta lógica, están más enterados de lo que sucede en el país.

Yo, por el contrario, difiero de esta afirmación, tengo la impresión de que la polarización, el permanente estado de ánimo beligerante y la ofuscación provoca que la sociedad tenga un conocimiento muy superficial de las cosas que a todos nos interesan, y esa falta de rigor anula la reflexión política fundamentada y eficaz.

Más aún, suena contra-intuitivo sostener que la sociedad experimenta un profundo proceso de des-politización y que el ejercicio de la política atraviesa por un periodo de deterioro, pero eso es lo que está pasando.

Escuchar todos los días que alguien habla de política, no es participar en la política ni saber política, es simplemente ser consumidor de noticias o propaganda, es mantener una actitud pasiva, cosa radicalmente distinta a la esencia de la política, que en todo momento es acción.

Más aún, si el discurso político desde una posición paternalista está contenido de verdades acabadas y dogmas que no dan espacio a la reflexión y menos al disenso, es reducir a la minoría de edad a la población, es condenarla a ser solo el eco de lo que otros dicen, prescindiendo de nuestra auténtica opinión y participación activa, eso no es otra cosa que la negación misma de la política como instrumento social.

La esencia de la política no es otra que la persuasión, en la Grecia clásica, cuna de la idea legendaria de la democracia, tenían incluso destinado un templo a Peithō, diosa de la persuasión, porque para los griegos la forma del discurso político y lo que los hacía diferenciarse de los bárbaros era la persuasión, sin coacción.

Paradójicamente, fue Platón discípulo de Sócrates, quien desilusionado y herido por la incapacidad de su maestro para persuadir sobre su inocencia a quienes lo juzgaron y condenaron a muerte, quien iniciará la primera revuelta contra la persuasión como herramienta política y en su lugar, entronizará al miedo y la amenaza como fuerzas motrices. El juicio a Sócrates ha tenido a lo largo de decenas de siglos hondas repercusiones, como filosofía, como ejemplo moral, pero sobre todo, por el efecto que causó en el ánimo de Platón, padre fundador de toda la filosofía occidental y cuyas reverberaciones llegan a cada una de nuestras vidas.

El hecho de presenciar a Sócrates sobrepasado por la opinión frívola de las masas irresponsables, fue un trauma del cual Platón no pudo sobreponerse, por lo tanto, a lo largo de su obra el hilo conductor que las recorre es la búsqueda de lo absoluto, una idea inaccesible al manoseo de las masas, pero que trajo también sus terribles consecuencias en la historia política de Occidente.

Escribiría el lógico y matemático Alfred North Whitehead muchos siglos después del paso de Platón por la tierra, que toda la filosofía escrita hasta nuestros días era solo un pie de página de su obra.

Claro que la estrategia esbozada por Platón en el Fedon solo puede ser ejecutada con éxito, en sociedades cerradas como las llamó Karl Popper, en sistemas totalitarios como el descrito en La República, y no en sociedades democráticas, hasta ahora…

Sotelo27@me.com

Con frecuencia escucho decir, que en la actualidad y gracias a tal o cual persona, los ciudadanos hablan más de política, participan más en la discusión política y por lo tanto, según esta lógica, están más enterados de lo que sucede en el país.

Yo, por el contrario, difiero de esta afirmación, tengo la impresión de que la polarización, el permanente estado de ánimo beligerante y la ofuscación provoca que la sociedad tenga un conocimiento muy superficial de las cosas que a todos nos interesan, y esa falta de rigor anula la reflexión política fundamentada y eficaz.

Más aún, suena contra-intuitivo sostener que la sociedad experimenta un profundo proceso de des-politización y que el ejercicio de la política atraviesa por un periodo de deterioro, pero eso es lo que está pasando.

Escuchar todos los días que alguien habla de política, no es participar en la política ni saber política, es simplemente ser consumidor de noticias o propaganda, es mantener una actitud pasiva, cosa radicalmente distinta a la esencia de la política, que en todo momento es acción.

Más aún, si el discurso político desde una posición paternalista está contenido de verdades acabadas y dogmas que no dan espacio a la reflexión y menos al disenso, es reducir a la minoría de edad a la población, es condenarla a ser solo el eco de lo que otros dicen, prescindiendo de nuestra auténtica opinión y participación activa, eso no es otra cosa que la negación misma de la política como instrumento social.

La esencia de la política no es otra que la persuasión, en la Grecia clásica, cuna de la idea legendaria de la democracia, tenían incluso destinado un templo a Peithō, diosa de la persuasión, porque para los griegos la forma del discurso político y lo que los hacía diferenciarse de los bárbaros era la persuasión, sin coacción.

Paradójicamente, fue Platón discípulo de Sócrates, quien desilusionado y herido por la incapacidad de su maestro para persuadir sobre su inocencia a quienes lo juzgaron y condenaron a muerte, quien iniciará la primera revuelta contra la persuasión como herramienta política y en su lugar, entronizará al miedo y la amenaza como fuerzas motrices. El juicio a Sócrates ha tenido a lo largo de decenas de siglos hondas repercusiones, como filosofía, como ejemplo moral, pero sobre todo, por el efecto que causó en el ánimo de Platón, padre fundador de toda la filosofía occidental y cuyas reverberaciones llegan a cada una de nuestras vidas.

El hecho de presenciar a Sócrates sobrepasado por la opinión frívola de las masas irresponsables, fue un trauma del cual Platón no pudo sobreponerse, por lo tanto, a lo largo de su obra el hilo conductor que las recorre es la búsqueda de lo absoluto, una idea inaccesible al manoseo de las masas, pero que trajo también sus terribles consecuencias en la historia política de Occidente.

Escribiría el lógico y matemático Alfred North Whitehead muchos siglos después del paso de Platón por la tierra, que toda la filosofía escrita hasta nuestros días era solo un pie de página de su obra.

Claro que la estrategia esbozada por Platón en el Fedon solo puede ser ejecutada con éxito, en sociedades cerradas como las llamó Karl Popper, en sistemas totalitarios como el descrito en La República, y no en sociedades democráticas, hasta ahora…

Sotelo27@me.com