/ jueves 24 de octubre de 2019

El tercer canto


Esta columna se la deseo dedicar a quien me dio la oportunidad de escribir en este gran periódico y que ahora ya no se encuentra físicamente con nosotros, me refiero a nuestro director don Agustín Jiménez a quien siempre le estaré eternamente agradecida, QEPD.

¿Alguna vez se han imaginado estar frente a frente con el Diablo? y en caso de estarlo ¿serían capaces de reconocerlo?..

La línea que divide lo bueno y lo malo, el bien y el mal es delgada y en ocasiones imperceptible...pero pongámonos a tono con este otro cuento de mi autoría, espero les guste...

La ambición de Manuel Domínguez no conocía límites, en los alrededores del pueblo era bien conocida su tacañería y avaricia incluso con su pobre mujer e hija a quienes tenía vestidas de harapos y mal nutridas y todo por seguir atesorando sus preciados centenarios, los cuales sólo él sabía donde guardaba y que cada noche los sacaba para contarlos.

María se había casado enamorada hace más de 30 años con Manuel y nunca renegó de su trato pues como buena esposa pensaba que le debía obediencia total a su marido, Ana, su única hija, había cumplido los 17 y se había enamorado de Pedro, el caballerango de la hacienda vecina y era correspondida, relaciones que mantenían en secreto con la complicidad de la madre de Ana, ya que era sabido que don Manuel tenía visto otro pretendiente para su hija, don Jorge Almaraz, dueño de la hacienda vecina, un hombre entrado en años y en pesos tal como le gustaba a don Manuel y por lo cual los chicos planeaban ya su boda antes de que fuese demasiado tarde.

Una noche cuando todos dormían Manuel se levantó de la cama como siempre sobresaltado de que alguien osara quitarle su tesoro, por lo que ni tardo ni perezoso se puso su bata y salió al patio interior de la hacienda caminando rumbo a las caballerizas y ahí como siempre descubrió su tesoro el cual guardaba en una especie de sótano cerca de los caballos y empezó a contar una a una sus más de 300 monedas, tan ensimismado estaba que no notó cuando un sujeto, totalmente vestido de negro, se le acercó por detrás y le dijo:"Eso es mucho Manuel, ¿qué harás con tanto dinero? Manuel asustado volteó a verlo y le contestó "¿Quién eres tú y qué te importa lo que haga con mi dinero? es mío, además ¿cómo entraste? acaso, ¿eres 'El Amigo'? El extraño se empezó a reír y alcanzó a decirle a Manuel:"Si tú crees que soy 'el amigo' entonces lo soy, pero te propongo un trato, si te atreves a adivinar quien es 'El Amigo' antes del tercer canto del gallo te duplicaré el tesoro que ahí tienes, ¿aceptas?" Manuel motivado por la codicia aceptó pero le preguntó al extraño entre quien debía adivinar quién era "El Amigo", como se le dice al Diablo en los pueblos, fue entonces que el sujeto sacó de entre sus cosas un espejo y se lo dio a Manuel, "Ahí tienes, debes adivinar entre tú y yo", le dijo el extraño.

Manuel tomó el espejo y se vio a sí mismo y lo que observó hizo que su piel se erizara y horrorizado gritó: "Déjame en paz, yo no tuve la culpa, era mi amigo solo se atravesó... pero eso no me hace ser 'El Amigo"... y cantó el gallo por primera vez.

"Todavía tienes dos oportunidades Manuel, recuerda tú mataste a tu amigo para casarte con María por eso lo empujaste al barranco, eso no lo hace un buen cristiano y tú lo hiciste", le dijo el extraño y le replicó Manuel:"Y tú ¿qué has hecho?", a lo que el extraño contestó: "He provocado peleas, celos, riñas y disputas por el amor de una mujer pero no he decidido por nadie, cada quien es libre de hacer lo que quiera", y en eso se escuchó el segundo canto del gallo.

"Sólo te queda una oportunidad Manuel ¿la dejarás pasar?", le dijo el extraño, Manuel tenía miedo pero su ambición no tenía límites y tomó el espejo y se vio así mismo contando su dinero en medio de la enfermedad de su esposa y la pobreza de su hija y por vez primera sintió pena de su avaricia y llorando se arrepintió de todo lo que había hecho y juró cambiar.

El hombre molesto saltó de su lugar y le gritó que no era justo, que por qué había sentido compasión, que si tan solo hubiese negado su culpa y dado una excusa entonces él había ganado y Manuel hubiese sido el diablo, por su mezquindad y ruindad de su forma de obrar, y lo hubiese llevado con él pero como se arrepintió entonces el extraño era una vez más "El Amigo"; dicho esto el extraño desapareció ante los ojos de Manuel quien con ojos llorosos escuchó a lo lejos el fuerte y claro tercer canto del gallo.


Esta columna se la deseo dedicar a quien me dio la oportunidad de escribir en este gran periódico y que ahora ya no se encuentra físicamente con nosotros, me refiero a nuestro director don Agustín Jiménez a quien siempre le estaré eternamente agradecida, QEPD.

¿Alguna vez se han imaginado estar frente a frente con el Diablo? y en caso de estarlo ¿serían capaces de reconocerlo?..

La línea que divide lo bueno y lo malo, el bien y el mal es delgada y en ocasiones imperceptible...pero pongámonos a tono con este otro cuento de mi autoría, espero les guste...

La ambición de Manuel Domínguez no conocía límites, en los alrededores del pueblo era bien conocida su tacañería y avaricia incluso con su pobre mujer e hija a quienes tenía vestidas de harapos y mal nutridas y todo por seguir atesorando sus preciados centenarios, los cuales sólo él sabía donde guardaba y que cada noche los sacaba para contarlos.

María se había casado enamorada hace más de 30 años con Manuel y nunca renegó de su trato pues como buena esposa pensaba que le debía obediencia total a su marido, Ana, su única hija, había cumplido los 17 y se había enamorado de Pedro, el caballerango de la hacienda vecina y era correspondida, relaciones que mantenían en secreto con la complicidad de la madre de Ana, ya que era sabido que don Manuel tenía visto otro pretendiente para su hija, don Jorge Almaraz, dueño de la hacienda vecina, un hombre entrado en años y en pesos tal como le gustaba a don Manuel y por lo cual los chicos planeaban ya su boda antes de que fuese demasiado tarde.

Una noche cuando todos dormían Manuel se levantó de la cama como siempre sobresaltado de que alguien osara quitarle su tesoro, por lo que ni tardo ni perezoso se puso su bata y salió al patio interior de la hacienda caminando rumbo a las caballerizas y ahí como siempre descubrió su tesoro el cual guardaba en una especie de sótano cerca de los caballos y empezó a contar una a una sus más de 300 monedas, tan ensimismado estaba que no notó cuando un sujeto, totalmente vestido de negro, se le acercó por detrás y le dijo:"Eso es mucho Manuel, ¿qué harás con tanto dinero? Manuel asustado volteó a verlo y le contestó "¿Quién eres tú y qué te importa lo que haga con mi dinero? es mío, además ¿cómo entraste? acaso, ¿eres 'El Amigo'? El extraño se empezó a reír y alcanzó a decirle a Manuel:"Si tú crees que soy 'el amigo' entonces lo soy, pero te propongo un trato, si te atreves a adivinar quien es 'El Amigo' antes del tercer canto del gallo te duplicaré el tesoro que ahí tienes, ¿aceptas?" Manuel motivado por la codicia aceptó pero le preguntó al extraño entre quien debía adivinar quién era "El Amigo", como se le dice al Diablo en los pueblos, fue entonces que el sujeto sacó de entre sus cosas un espejo y se lo dio a Manuel, "Ahí tienes, debes adivinar entre tú y yo", le dijo el extraño.

Manuel tomó el espejo y se vio a sí mismo y lo que observó hizo que su piel se erizara y horrorizado gritó: "Déjame en paz, yo no tuve la culpa, era mi amigo solo se atravesó... pero eso no me hace ser 'El Amigo"... y cantó el gallo por primera vez.

"Todavía tienes dos oportunidades Manuel, recuerda tú mataste a tu amigo para casarte con María por eso lo empujaste al barranco, eso no lo hace un buen cristiano y tú lo hiciste", le dijo el extraño y le replicó Manuel:"Y tú ¿qué has hecho?", a lo que el extraño contestó: "He provocado peleas, celos, riñas y disputas por el amor de una mujer pero no he decidido por nadie, cada quien es libre de hacer lo que quiera", y en eso se escuchó el segundo canto del gallo.

"Sólo te queda una oportunidad Manuel ¿la dejarás pasar?", le dijo el extraño, Manuel tenía miedo pero su ambición no tenía límites y tomó el espejo y se vio así mismo contando su dinero en medio de la enfermedad de su esposa y la pobreza de su hija y por vez primera sintió pena de su avaricia y llorando se arrepintió de todo lo que había hecho y juró cambiar.

El hombre molesto saltó de su lugar y le gritó que no era justo, que por qué había sentido compasión, que si tan solo hubiese negado su culpa y dado una excusa entonces él había ganado y Manuel hubiese sido el diablo, por su mezquindad y ruindad de su forma de obrar, y lo hubiese llevado con él pero como se arrepintió entonces el extraño era una vez más "El Amigo"; dicho esto el extraño desapareció ante los ojos de Manuel quien con ojos llorosos escuchó a lo lejos el fuerte y claro tercer canto del gallo.