/ sábado 25 de mayo de 2019

Fuego y lluvia

Primero que nada, estimado lector, permítame decirle que ojalá pronto finalice la sequía y llegue la lluvia a nuestra región.

Ojalá se llenen las presas, crezca el pasto, abunde la comida y se note un descenso sensible en la temperatura. Dicho esto, desempolvo de mi archivo esta anécdota:

“Erase un pueblo como muchos que existen en nuestro país, donde los habitantes habían pasado por una temporada de seca de las peores que se tiene memoria, que ni los abuelos ni los padres recordaban haber sufrido tanto por la falta de lluvia”.

“Es más, al caminar la gente por las calles, la tierra se quebraba bajo sus pies como polvorón, de lo erosionada y seca que estaba”.

“La situación era desesperante, y unos campesinos, dueños de un gran fervor religioso, se dirigieron a casa del señor cura para solicitarle que interviniera ante 'instancias superiores', y así terminar con la sequía”.

“El párroco les contestó que era necesario organizar una peregrinación, llevando a los Santitos para que vieran el estado de la tierra y mandaran la anhelada lluvia”.

“El día de la peregrinación, después de haber recorrido extensiones de tierra árida y seca, en medio de rezos y cohetones, el cielo se oscureció y torrencialmente comenzó a caer el agua por tanto tiempo esperada”.

“Primero todo fue felicidad. Pero después las lluvias continuaron sin parar, hasta que la abundancia provocó que las parcelas comenzaran a inundarse, por lo que los campesinos fueron nuevamente a buscar al señor cura para que no les llegara tanta agua”.

“Ahora a qué vienen hijos míos –les dijo el sacerdote— el Señor les concedió el milagro, tenemos agua de sobra”. “Hay abundancia de lluvia”.

“Es lo que le queremos comunicar, señor cura, que pida Usted al tata Dios que nos libre ya de la abundancia”.

NOTA DEL DÍA.- “Un día, el pánico monetario se apoderó de un país y los ahorradores acudieron al Banco emisor a solicitar su dinero. La situación se agravó terriblemente por la falta de confianza. De pronto a alguien se le ocurrió descargar en las bodegas del banco decenas de barriles llenos de monedas de oro, y los tenedores de los billetes recuperaron la confianza, terminándose el pánico. Años después, un barril de aquellos se pudrió y se desfondó, descubriéndose que el contenido no era oro, sino plomo. Alarmado el vigilante, avisó al banquero quien le dijo: Ya sabemos que es plomo; pero funcionó como si fuera oro para recuperar la confianza”.

En materia de economía el objetivo de cualquier gobierno es tener la confianza de la población. No obstante, en ocasiones para lograrla se ha actuado con llantos, gritos, silencio y promesas demagógicas, cuando lo mejor es dar impulso a una política económica de estímulo y aliento a la producción nacional. Este es el mejor blindaje posible. Casualmente, el titular del Ejecutivo reveló hace unos días que durante la crisis del huachicol, hace unos meses, la nación sólo disponía de una semana de reservas de gasolinas. De no haberse sorteado las dificultades en ese momento, el pánico energético se habría apoderado completamente del país, beneficiando a los especuladores y castigando al consumidor.

Primero que nada, estimado lector, permítame decirle que ojalá pronto finalice la sequía y llegue la lluvia a nuestra región.

Ojalá se llenen las presas, crezca el pasto, abunde la comida y se note un descenso sensible en la temperatura. Dicho esto, desempolvo de mi archivo esta anécdota:

“Erase un pueblo como muchos que existen en nuestro país, donde los habitantes habían pasado por una temporada de seca de las peores que se tiene memoria, que ni los abuelos ni los padres recordaban haber sufrido tanto por la falta de lluvia”.

“Es más, al caminar la gente por las calles, la tierra se quebraba bajo sus pies como polvorón, de lo erosionada y seca que estaba”.

“La situación era desesperante, y unos campesinos, dueños de un gran fervor religioso, se dirigieron a casa del señor cura para solicitarle que interviniera ante 'instancias superiores', y así terminar con la sequía”.

“El párroco les contestó que era necesario organizar una peregrinación, llevando a los Santitos para que vieran el estado de la tierra y mandaran la anhelada lluvia”.

“El día de la peregrinación, después de haber recorrido extensiones de tierra árida y seca, en medio de rezos y cohetones, el cielo se oscureció y torrencialmente comenzó a caer el agua por tanto tiempo esperada”.

“Primero todo fue felicidad. Pero después las lluvias continuaron sin parar, hasta que la abundancia provocó que las parcelas comenzaran a inundarse, por lo que los campesinos fueron nuevamente a buscar al señor cura para que no les llegara tanta agua”.

“Ahora a qué vienen hijos míos –les dijo el sacerdote— el Señor les concedió el milagro, tenemos agua de sobra”. “Hay abundancia de lluvia”.

“Es lo que le queremos comunicar, señor cura, que pida Usted al tata Dios que nos libre ya de la abundancia”.

NOTA DEL DÍA.- “Un día, el pánico monetario se apoderó de un país y los ahorradores acudieron al Banco emisor a solicitar su dinero. La situación se agravó terriblemente por la falta de confianza. De pronto a alguien se le ocurrió descargar en las bodegas del banco decenas de barriles llenos de monedas de oro, y los tenedores de los billetes recuperaron la confianza, terminándose el pánico. Años después, un barril de aquellos se pudrió y se desfondó, descubriéndose que el contenido no era oro, sino plomo. Alarmado el vigilante, avisó al banquero quien le dijo: Ya sabemos que es plomo; pero funcionó como si fuera oro para recuperar la confianza”.

En materia de economía el objetivo de cualquier gobierno es tener la confianza de la población. No obstante, en ocasiones para lograrla se ha actuado con llantos, gritos, silencio y promesas demagógicas, cuando lo mejor es dar impulso a una política económica de estímulo y aliento a la producción nacional. Este es el mejor blindaje posible. Casualmente, el titular del Ejecutivo reveló hace unos días que durante la crisis del huachicol, hace unos meses, la nación sólo disponía de una semana de reservas de gasolinas. De no haberse sorteado las dificultades en ese momento, el pánico energético se habría apoderado completamente del país, beneficiando a los especuladores y castigando al consumidor.