/ miércoles 12 de junio de 2019

Geopolítica espuria

Suplico a mis estimados lectores que me disculpen por referirme hoy a Donald Trump, presidente del vecino país y su cruzada por reelegirse en el cargo que ocupa.

Es preocupante lo que el magnate neoyorkino de bienes raíces y su grupo en Washington DC están dispuestos a hacer con el dinero y poder que detentan. Son los que hoy están puestos en la Casa Blanca y esperan estar allí por largo tiempo.

El personaje que votaron 60 millones de estadounidenses es el que actúa impunemente como valentón de barriada, al grado que es capaz de utilizar los aranceles y la economía como ariete para imponer su voluntad en el tema migratorio.

Trump es un personaje capaz de utilizar la construcción de un muro en la frontera con México como asunto electorero, demostrando falta de ética en su liderazgo.

Lo peor es que si Trump repite en la Casa Blanca podría considerar ello como un cheque en blanco político. Un voto de confianza a la actual administración para que continúe actuando intencionalmente con la diplomacia de la fuerza, con una nocion geopolítica que no por espuria e inadmisible deja de hacerse valer. Y esta es la “protección” a las “zonas de influencia” próximas a la gran potencia o “zonas de interés vital” incluso situadas a miles de kilómetros y sobre las cuales, cumpliendo una especie de misión divina, se tiene la responsabilidad de conformarlas a imagen y semejanza del gigante opulento. En este marco de referencia, para los mexicanos (y el mundo) los primeros cuatro años de gobierno de Trump serían un juego de niños comparado con lo que nos depara el segundo periodo.

NOTA DEL DÍA — Prefiero que AMLO vaya a Tijuana a pronunciar un discurso conciliador y a tender la mano a los Estados Unidos, a que acuda para decir algo regaladamente hostil para comprometer a su país a costa de un orgullo personal. El Tío Sam merece que alguien le diga sus verdades, ya no leerle la cartilla, que es mucho pedir, lo mismo que al gran Oso Ruso que eventualmente muestra sus garras a Occidente (ahora con el acompañamiento de China), pero en cuestiones de geopolítica meterse bajo las patas de los caballos es demasiado riesgoso, y más aún solo para mostrar atrevimiento. México es un país pobre, al que la mal llamada administración neoliberal lo dejó prácticamente destruido, debilitado, con su economía “soldada” a la de Estados Unidos, como dijo Jose Mujica, expresidente de Uruguay; lógicamente, al gigante opulento no se le puede enfrentar en el campo de batalla pero sí con el recurso de la negociación y que esto sea la ruta para una convivencia pacífica y civilizada. Entre un buen pleito y un “mal acuerdo”, así, con entrecomillado, es preferible lo segundo, me parece, a condenar al pueblo a pasar por más conflictos y penurias. Pero ya no quiero hablar más de ello.

Suplico a mis estimados lectores que me disculpen por referirme hoy a Donald Trump, presidente del vecino país y su cruzada por reelegirse en el cargo que ocupa.

Es preocupante lo que el magnate neoyorkino de bienes raíces y su grupo en Washington DC están dispuestos a hacer con el dinero y poder que detentan. Son los que hoy están puestos en la Casa Blanca y esperan estar allí por largo tiempo.

El personaje que votaron 60 millones de estadounidenses es el que actúa impunemente como valentón de barriada, al grado que es capaz de utilizar los aranceles y la economía como ariete para imponer su voluntad en el tema migratorio.

Trump es un personaje capaz de utilizar la construcción de un muro en la frontera con México como asunto electorero, demostrando falta de ética en su liderazgo.

Lo peor es que si Trump repite en la Casa Blanca podría considerar ello como un cheque en blanco político. Un voto de confianza a la actual administración para que continúe actuando intencionalmente con la diplomacia de la fuerza, con una nocion geopolítica que no por espuria e inadmisible deja de hacerse valer. Y esta es la “protección” a las “zonas de influencia” próximas a la gran potencia o “zonas de interés vital” incluso situadas a miles de kilómetros y sobre las cuales, cumpliendo una especie de misión divina, se tiene la responsabilidad de conformarlas a imagen y semejanza del gigante opulento. En este marco de referencia, para los mexicanos (y el mundo) los primeros cuatro años de gobierno de Trump serían un juego de niños comparado con lo que nos depara el segundo periodo.

NOTA DEL DÍA — Prefiero que AMLO vaya a Tijuana a pronunciar un discurso conciliador y a tender la mano a los Estados Unidos, a que acuda para decir algo regaladamente hostil para comprometer a su país a costa de un orgullo personal. El Tío Sam merece que alguien le diga sus verdades, ya no leerle la cartilla, que es mucho pedir, lo mismo que al gran Oso Ruso que eventualmente muestra sus garras a Occidente (ahora con el acompañamiento de China), pero en cuestiones de geopolítica meterse bajo las patas de los caballos es demasiado riesgoso, y más aún solo para mostrar atrevimiento. México es un país pobre, al que la mal llamada administración neoliberal lo dejó prácticamente destruido, debilitado, con su economía “soldada” a la de Estados Unidos, como dijo Jose Mujica, expresidente de Uruguay; lógicamente, al gigante opulento no se le puede enfrentar en el campo de batalla pero sí con el recurso de la negociación y que esto sea la ruta para una convivencia pacífica y civilizada. Entre un buen pleito y un “mal acuerdo”, así, con entrecomillado, es preferible lo segundo, me parece, a condenar al pueblo a pasar por más conflictos y penurias. Pero ya no quiero hablar más de ello.