/ sábado 20 de noviembre de 2021

Gryita.com, Fylosofía en expresión | Mejor paso que dure

Immanuel Kant dice “La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”.

Alguna vez leí que la paciencia tiene raíces amargas pero da frutos dulces.

Difícil es esperar, sentarte a que pase la tormenta, pero tal parece que es peor salir corriendo a tratar de solucionar todo en un instante.

Los caminos inician con un paso y las escaleras con el primer peldaño.

Así que parece lo más conveniente es tomar calma, permitir que el tiempo ayude, aceptar el error, la derrota, el fracaso o el mal momento y de ese modo, poder tomar la clase que por ese día, nos da la vida, para empezar de nuevo fortalecidos a dar un paso, después otro e iniciar o más bien continuar el ascenso.

Ejemplos hay muchos, pero hoy cito a Isaac Newton, “Si he hecho descubrimientos invaluables ha sido más por tener paciencia que cualquier otro talento”.

Pero de pronto gana la prisa, la aparente conveniencia, el elixir del placer inmediato y por supuesto la ambición, que ligada al poder, convierte al ser humano en el peor de sus enemigos.

Hoy parece ser que hemos decidido como país “salirle al toro”, creer ahora sí, a pie juntillas, como palabra de Dios, en los voluntariosos e inútiles semáforos “epidemiopoliticoeconómicos”que solo anuncian la desgracia anterior y de prevención no aportan nada, lo cual no ocurrió cuando eran bermellón, también en ignorar la forma tan extraordinariamente pública en que las autoridades de salud difieren diametralmente de los actos del resto de las autoridades, ya que mientras las primeras hablan de riesgos, de prevención y preocupación las demás invitan, fomentan, promueven y facilitan el despliegue masivo, la reunión descontrolada y por supuesto ignoran sin recato alguno toda norma de control real sanitario.

¿Pero qué está sucediendo en el mundo?

Países como Austria o Alemania enfrentan ya una cuarta y quinta ola de contagios, viéndose en necesidad de realizar nuevos confinamientos, restricciones de movilidad más estrictas, además de orillar a la obligatoriedad el tema de la vacunación.

También algunos países desarrollados han decidido vacunar a los menores de 12 años con argumentos tales como impedir que se corte su instrucción académica y el hecho de que, aunque las estadísticas hablan de bajos riesgos en este grupo etario, ellos siguen siendo vía de contagio.

Nada menos en nuestra ciudad pudimos enterarnos que en días recientes se han presentado en algunos hospitales del Servicio Público, casos de adultos mayores ya vacunados y casos de personas asintomáticas dando positivo a las pruebas.

¿Qué nos falta por entender?

El dato del efecto de las recientes aglomeraciones sin sana distancia ni medidas estrictas como la feria y otros masivos, la continua promoción de la laxitud de normas en el espacio público, a pesar de no ser eso lo que propone en sus cánones la regla de los siempre brillantes semáforos virulentos, hablando del verde, la vuelta a las aulas sobre todo en escuelas federales, que basan sus resultados en la fe, la esperanza y el amor, aún está por verse.

Creo que más valdría hacer consciencia como cuando nos unimos en desastres naturales y aceptar que éste también lo es, para reactivarnos a un paso más prudente, no correr riesgos innecesarios, hacer caso a la lógica, a la intuición y alejarnos lo más posible de la estadística fatal.

Observar medidas sanitarias, evitar los eventos masivos y solo acudir a aquellos que respeten la normatividad de aforo, distancia y demás medidas que en todo el mundo siguen siendo las únicas que han demostrado efectividad.

Sería mejor actuar con mesura y prudencia, para no terminar en un “trote que canse”, al final yo pregunto, ¿quién sufre más si volvemos por irresponsables al confinamiento, los que tienen o los que no?

Por lo demás ni se preocupe, al final lo que es seguro es que el día que usted se muera, usted va a ser el muerto.

Escríbeme:

  • gryitafuerte@gmail.com
  • fb: Gryita Fuerte

Immanuel Kant dice “La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”.

Alguna vez leí que la paciencia tiene raíces amargas pero da frutos dulces.

Difícil es esperar, sentarte a que pase la tormenta, pero tal parece que es peor salir corriendo a tratar de solucionar todo en un instante.

Los caminos inician con un paso y las escaleras con el primer peldaño.

Así que parece lo más conveniente es tomar calma, permitir que el tiempo ayude, aceptar el error, la derrota, el fracaso o el mal momento y de ese modo, poder tomar la clase que por ese día, nos da la vida, para empezar de nuevo fortalecidos a dar un paso, después otro e iniciar o más bien continuar el ascenso.

Ejemplos hay muchos, pero hoy cito a Isaac Newton, “Si he hecho descubrimientos invaluables ha sido más por tener paciencia que cualquier otro talento”.

Pero de pronto gana la prisa, la aparente conveniencia, el elixir del placer inmediato y por supuesto la ambición, que ligada al poder, convierte al ser humano en el peor de sus enemigos.

Hoy parece ser que hemos decidido como país “salirle al toro”, creer ahora sí, a pie juntillas, como palabra de Dios, en los voluntariosos e inútiles semáforos “epidemiopoliticoeconómicos”que solo anuncian la desgracia anterior y de prevención no aportan nada, lo cual no ocurrió cuando eran bermellón, también en ignorar la forma tan extraordinariamente pública en que las autoridades de salud difieren diametralmente de los actos del resto de las autoridades, ya que mientras las primeras hablan de riesgos, de prevención y preocupación las demás invitan, fomentan, promueven y facilitan el despliegue masivo, la reunión descontrolada y por supuesto ignoran sin recato alguno toda norma de control real sanitario.

¿Pero qué está sucediendo en el mundo?

Países como Austria o Alemania enfrentan ya una cuarta y quinta ola de contagios, viéndose en necesidad de realizar nuevos confinamientos, restricciones de movilidad más estrictas, además de orillar a la obligatoriedad el tema de la vacunación.

También algunos países desarrollados han decidido vacunar a los menores de 12 años con argumentos tales como impedir que se corte su instrucción académica y el hecho de que, aunque las estadísticas hablan de bajos riesgos en este grupo etario, ellos siguen siendo vía de contagio.

Nada menos en nuestra ciudad pudimos enterarnos que en días recientes se han presentado en algunos hospitales del Servicio Público, casos de adultos mayores ya vacunados y casos de personas asintomáticas dando positivo a las pruebas.

¿Qué nos falta por entender?

El dato del efecto de las recientes aglomeraciones sin sana distancia ni medidas estrictas como la feria y otros masivos, la continua promoción de la laxitud de normas en el espacio público, a pesar de no ser eso lo que propone en sus cánones la regla de los siempre brillantes semáforos virulentos, hablando del verde, la vuelta a las aulas sobre todo en escuelas federales, que basan sus resultados en la fe, la esperanza y el amor, aún está por verse.

Creo que más valdría hacer consciencia como cuando nos unimos en desastres naturales y aceptar que éste también lo es, para reactivarnos a un paso más prudente, no correr riesgos innecesarios, hacer caso a la lógica, a la intuición y alejarnos lo más posible de la estadística fatal.

Observar medidas sanitarias, evitar los eventos masivos y solo acudir a aquellos que respeten la normatividad de aforo, distancia y demás medidas que en todo el mundo siguen siendo las únicas que han demostrado efectividad.

Sería mejor actuar con mesura y prudencia, para no terminar en un “trote que canse”, al final yo pregunto, ¿quién sufre más si volvemos por irresponsables al confinamiento, los que tienen o los que no?

Por lo demás ni se preocupe, al final lo que es seguro es que el día que usted se muera, usted va a ser el muerto.

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