/ lunes 6 de agosto de 2018

Mezclilla

La década de los 70 fue un tiempo sensacional para ser adolescente.

Qué fortuna haber participado en esa generación que imaginó poder cambiar al mundo.

Al momento en que la cultura occidental se polarizó en un bando de los defensores del status quo que traían el cabello corto, vestían saco y corbata, estaban contra el sexo y eran pro guerra. Y uno que abogaba por los derechos civiles, la revolucion sexual, la cruzada feminista, el movimiento antiguerra y usaban ropas de… mezclilla.

En la década de los 70 poseer un pantalon de mezclilla desteñido a fuerza de exponer la prenda azul índigo y nuevecita al uso rudo cotidiano era símbolo de desobediencia y libertad. Evidenciaba rechazo al uso del saco y la corbata. Llevar mezclilla deslavada (ahora se dice prelavada o Stone Wash), era parecido a las medallas que los veteranos de guerra muestran con orgullo propio y envidia ajena. Cada uno de esos pantalones deslavados era considerado un producto clandestino, una obra artesanal hecha bajo el compromiso y esfuerzo propio. Una sola prenda se cotizaba tan alto o más que tres pantalones de mezclilla nuevos con todo y etiqueta. Simple y sencillamente porque poseer uno de esos jeans o vaqueros desgastados y fuera de serie, demandaba seguir el camino para tener arrugas en el rostro, además de paciencia.

El aspecto ajado y viejo de la mezclilla se lograba al sumergir la prenda en cloro y restregarla con un cepillo de fibras de acero, pero infinidad de veces solo se alcanzaba a perforar y estropear su consistencia. Hoy es distinto. Los avances tecnológicos permiten fabricar millones de jeans estilo Stone Wash, cuya perfección es increíble. Tener esta prenda es un acto sencillo, instantáneo y… común.

Ahora la mezclilla, bajo ciertas reglas, puede usarse en las oficinas de corporaciones multinacionales.

Al admitir que soy de una generación condenada a la nostalgia (nadie se salva, creo), rindo un sencillo homenaje a la mezclilla, en otro tiempo símbolo de juventud y rebeldía.

La década de los 70 fue un tiempo sensacional para ser adolescente.

Qué fortuna haber participado en esa generación que imaginó poder cambiar al mundo.

Al momento en que la cultura occidental se polarizó en un bando de los defensores del status quo que traían el cabello corto, vestían saco y corbata, estaban contra el sexo y eran pro guerra. Y uno que abogaba por los derechos civiles, la revolucion sexual, la cruzada feminista, el movimiento antiguerra y usaban ropas de… mezclilla.

En la década de los 70 poseer un pantalon de mezclilla desteñido a fuerza de exponer la prenda azul índigo y nuevecita al uso rudo cotidiano era símbolo de desobediencia y libertad. Evidenciaba rechazo al uso del saco y la corbata. Llevar mezclilla deslavada (ahora se dice prelavada o Stone Wash), era parecido a las medallas que los veteranos de guerra muestran con orgullo propio y envidia ajena. Cada uno de esos pantalones deslavados era considerado un producto clandestino, una obra artesanal hecha bajo el compromiso y esfuerzo propio. Una sola prenda se cotizaba tan alto o más que tres pantalones de mezclilla nuevos con todo y etiqueta. Simple y sencillamente porque poseer uno de esos jeans o vaqueros desgastados y fuera de serie, demandaba seguir el camino para tener arrugas en el rostro, además de paciencia.

El aspecto ajado y viejo de la mezclilla se lograba al sumergir la prenda en cloro y restregarla con un cepillo de fibras de acero, pero infinidad de veces solo se alcanzaba a perforar y estropear su consistencia. Hoy es distinto. Los avances tecnológicos permiten fabricar millones de jeans estilo Stone Wash, cuya perfección es increíble. Tener esta prenda es un acto sencillo, instantáneo y… común.

Ahora la mezclilla, bajo ciertas reglas, puede usarse en las oficinas de corporaciones multinacionales.

Al admitir que soy de una generación condenada a la nostalgia (nadie se salva, creo), rindo un sencillo homenaje a la mezclilla, en otro tiempo símbolo de juventud y rebeldía.