/ viernes 16 de agosto de 2019

Sociedad Orwelliana

El escritor George Orwell plasmó en su libro 1984, un mundo vigilado por una élite...

Denominado hermano mayor, que subyuga y manipula a la sociedad en todos los ámbitos, lo mismo en un asunto aparentemente inocuo, que en el coto sagrado del pensamiento.

A mi juicio, Big Brother, el programa transmitido en la Tv hace más de una década, es una recreación de la sociedad orwelliana hacia la cual nos dirigimos velozmente. En dicho serial a lo largo de trece semanas un abigarrado conjunto de personas permaneció aislado completamente del mundo exterior, siendo observados por cámaras y micrófonos las veinticuatro horas del día.

La irrupción en contra de la privacidad que conlleva Big Brother, podría haber causado una reacción fuerte de rechazo por parte de activistas y defensores de los derechos humanos. Pero no fue asi. Pese a que en su momento se dijo que el citado programa iba en contra de nuestra Constitución Política cuyo primer artículo asienta, “En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías de esta constitución, la cuales no podrán restringirse ni suspenderse”.

En Big Brother un grupo de voluntarios de manera consensuada aceptó ser filmado de manera permanente un número determinado de días, sin importar ser tratados como hamsters dentro de una rueda, todo en aras de una celebridad efímera, pero resulta complicado hablar de humanismo, cuando el respeto y el derecho a la privacidad del individuo está en la línea.

Curiosamente, a los participantes de la mencionada serie les fue imposible llevar consigo papel y bolígrafo para redactar un diario personal a partir de sus reflexiones, dentro de las que se podría haber incluido las de índole político. Tampoco pudieron disponer de un teléfono móvil y hacer uso de las redes sociales.

¿Se extrajo alguna enseñanza valiosa de lo experimentado en ese microcosmos, en ese espectáculo de circo en el que no hacer nada es la llave para la celebridad y la fortuna instantánea? Los estudiosos del comportamiento humano en situaciones al límite, tendrán algo qué decir. Sin embargo, a mi me parece que alguien decidió que ya tuvimos demasiadas libertades y ahora lo que necesitamos es ser vigilados, fiscalizados y comprobados. Y que libertades de las que gozábamos hasta hace unos años, ahora semejan ser cosa del pasado. Es como si Big Brother se hubiera extendido a las calles, las oficinas, las tiendas, los aeropuertos, en todo lugar.

En una sociedad en la que el escrutinio permanente de cámaras y micrófonos es la regla y no la excepción, cualquier cosa que se haga o diga queda registrado y el derecho a la intimidad de las personas queda seriamente amenazado.

Un suceso remarcable es que en el Big Brother mexicano los participantes se vieron impedidos para compartir con la audiencia sus inquietudes políticas y sociales, demostrando que la sociedad orwelliana no es algo nuevo. Ya se venía gestando, esperando la tecnología.

El escritor George Orwell plasmó en su libro 1984, un mundo vigilado por una élite...

Denominado hermano mayor, que subyuga y manipula a la sociedad en todos los ámbitos, lo mismo en un asunto aparentemente inocuo, que en el coto sagrado del pensamiento.

A mi juicio, Big Brother, el programa transmitido en la Tv hace más de una década, es una recreación de la sociedad orwelliana hacia la cual nos dirigimos velozmente. En dicho serial a lo largo de trece semanas un abigarrado conjunto de personas permaneció aislado completamente del mundo exterior, siendo observados por cámaras y micrófonos las veinticuatro horas del día.

La irrupción en contra de la privacidad que conlleva Big Brother, podría haber causado una reacción fuerte de rechazo por parte de activistas y defensores de los derechos humanos. Pero no fue asi. Pese a que en su momento se dijo que el citado programa iba en contra de nuestra Constitución Política cuyo primer artículo asienta, “En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías de esta constitución, la cuales no podrán restringirse ni suspenderse”.

En Big Brother un grupo de voluntarios de manera consensuada aceptó ser filmado de manera permanente un número determinado de días, sin importar ser tratados como hamsters dentro de una rueda, todo en aras de una celebridad efímera, pero resulta complicado hablar de humanismo, cuando el respeto y el derecho a la privacidad del individuo está en la línea.

Curiosamente, a los participantes de la mencionada serie les fue imposible llevar consigo papel y bolígrafo para redactar un diario personal a partir de sus reflexiones, dentro de las que se podría haber incluido las de índole político. Tampoco pudieron disponer de un teléfono móvil y hacer uso de las redes sociales.

¿Se extrajo alguna enseñanza valiosa de lo experimentado en ese microcosmos, en ese espectáculo de circo en el que no hacer nada es la llave para la celebridad y la fortuna instantánea? Los estudiosos del comportamiento humano en situaciones al límite, tendrán algo qué decir. Sin embargo, a mi me parece que alguien decidió que ya tuvimos demasiadas libertades y ahora lo que necesitamos es ser vigilados, fiscalizados y comprobados. Y que libertades de las que gozábamos hasta hace unos años, ahora semejan ser cosa del pasado. Es como si Big Brother se hubiera extendido a las calles, las oficinas, las tiendas, los aeropuertos, en todo lugar.

En una sociedad en la que el escrutinio permanente de cámaras y micrófonos es la regla y no la excepción, cualquier cosa que se haga o diga queda registrado y el derecho a la intimidad de las personas queda seriamente amenazado.

Un suceso remarcable es que en el Big Brother mexicano los participantes se vieron impedidos para compartir con la audiencia sus inquietudes políticas y sociales, demostrando que la sociedad orwelliana no es algo nuevo. Ya se venía gestando, esperando la tecnología.