/ domingo 2 de febrero de 2020

Tramoya | Nunca dejes de soñar


Siempre que tengo tiempo me gusta disfrutar de una tarde de películas en la casa

No obstante que mi esposa y mi hija me acusan de que veo cintas viejas, que posiblemente si existiera la reencarnación yo hubiera estado feliz de vivir en aquella “época de oro” del cine mexicano. Sólo mi hijo José Manuel me acompaña valientemente cuando se trata de películas donde Tin Tan hizo el doblaje para los estudios Disney de “Dos personajes fabulosos” (1949), “El Libro de la Selva” (1967), “Los Aristogatos” (1970).

Disfruto a mares de la facilidad que para el canto y el baile tenía Tin Tan, así como la galanura de Mauricio Garcés, el fino humor de Pardavé o las ocurrencias de Fernando Soto “Mantequilla”. Yo, que participo en obras de teatro, pienso que me convendría poseer algunas virtudes de esos comediantes. He llegado a soñar que cuento con algunas de esas cualidades de estos geniales histriones, hasta que aterrizo en la gran verdad: “somos todo lo que poseemos”.

Todos fuimos tocados por Dios para realizar grandes cosas, sólo hay que preguntarse qué poseemos para contribuir a derramar nuestro arte en el lugar que nos tocó vivir. Para esto nunca debemos dejar de soñar, porque de ahí proviene la esperanza. Aunque el camino se encuentre lleno de retos, necesitamos ubicarnos en los pensamientos positivos que levanten y preparen nuestro espíritu para la victoria. Perseverar hasta finalizar el día y sobre todo colocar nuestra fe en una fuerza superior a nosotros mismos que nos ayude a vadear las olas cuando la marea está picada.

La novelista Louisa María Alcott (1832-1888) es un ejemplo de lo que sucede cuando contamos con ingredientes especiales como la esperanza, la fe, la perseverancia y arduo trabajo para alcanzar nuestro propósito de vida, pues cuando empezó a escribir hizo frente a varios fracasos en puerta hasta que logró un mediano éxito. Su editor, para quitársela de encima, le aconsejó que se dedicara a escribir relatos juveniles, situación que no gustó a la novel autora. Sin embargo comenzó a escribir “Mujercitas”, libro que logró que Louisa María Alcott se convirtiera en una escritora bastante recordada en varias partes del mundo. Cada año, un promedio de 23 mil personas realizan peregrinaciones a conocer su hogar.

Los ingredientes para atracar en el llamado “puerto del éxito”, es una mezcla de esperanza, fe, perseverancia y trabajo arduo. Existe un pasaje bíblico que siempre me ha gustado y que intento recordar cuando me sobrevienen tiempos adversos: “Aquellos que tengan esperanza en el Señor, renovarán su fuerza. Volarán con alas como si fueran águilas; correrán sin agotarse, caminaran sin desfallecer” (Isaías 40: 31). Ahora, cuando empiezo a contagiarme con sueños infructuosos, recuerdo lo que soy y lo que tengo, y me digo: “esto me basta a mí mismo”. Podré contar como es normal con días borrascosos, cuento mis talentos y me entrego a esa fuente universal que me arropa. Entonces me levanto, confío, camino, persevero y empiezo a trabajar en mi proyecto de vida.

La novelista Louisa María Alcott (1832-1888) es un ejemplo de lo que sucede cuando contamos con ingredientes especiales como la esperanza, la fe, la perseverancia y arduo trabajo


Siempre que tengo tiempo me gusta disfrutar de una tarde de películas en la casa

No obstante que mi esposa y mi hija me acusan de que veo cintas viejas, que posiblemente si existiera la reencarnación yo hubiera estado feliz de vivir en aquella “época de oro” del cine mexicano. Sólo mi hijo José Manuel me acompaña valientemente cuando se trata de películas donde Tin Tan hizo el doblaje para los estudios Disney de “Dos personajes fabulosos” (1949), “El Libro de la Selva” (1967), “Los Aristogatos” (1970).

Disfruto a mares de la facilidad que para el canto y el baile tenía Tin Tan, así como la galanura de Mauricio Garcés, el fino humor de Pardavé o las ocurrencias de Fernando Soto “Mantequilla”. Yo, que participo en obras de teatro, pienso que me convendría poseer algunas virtudes de esos comediantes. He llegado a soñar que cuento con algunas de esas cualidades de estos geniales histriones, hasta que aterrizo en la gran verdad: “somos todo lo que poseemos”.

Todos fuimos tocados por Dios para realizar grandes cosas, sólo hay que preguntarse qué poseemos para contribuir a derramar nuestro arte en el lugar que nos tocó vivir. Para esto nunca debemos dejar de soñar, porque de ahí proviene la esperanza. Aunque el camino se encuentre lleno de retos, necesitamos ubicarnos en los pensamientos positivos que levanten y preparen nuestro espíritu para la victoria. Perseverar hasta finalizar el día y sobre todo colocar nuestra fe en una fuerza superior a nosotros mismos que nos ayude a vadear las olas cuando la marea está picada.

La novelista Louisa María Alcott (1832-1888) es un ejemplo de lo que sucede cuando contamos con ingredientes especiales como la esperanza, la fe, la perseverancia y arduo trabajo para alcanzar nuestro propósito de vida, pues cuando empezó a escribir hizo frente a varios fracasos en puerta hasta que logró un mediano éxito. Su editor, para quitársela de encima, le aconsejó que se dedicara a escribir relatos juveniles, situación que no gustó a la novel autora. Sin embargo comenzó a escribir “Mujercitas”, libro que logró que Louisa María Alcott se convirtiera en una escritora bastante recordada en varias partes del mundo. Cada año, un promedio de 23 mil personas realizan peregrinaciones a conocer su hogar.

Los ingredientes para atracar en el llamado “puerto del éxito”, es una mezcla de esperanza, fe, perseverancia y trabajo arduo. Existe un pasaje bíblico que siempre me ha gustado y que intento recordar cuando me sobrevienen tiempos adversos: “Aquellos que tengan esperanza en el Señor, renovarán su fuerza. Volarán con alas como si fueran águilas; correrán sin agotarse, caminaran sin desfallecer” (Isaías 40: 31). Ahora, cuando empiezo a contagiarme con sueños infructuosos, recuerdo lo que soy y lo que tengo, y me digo: “esto me basta a mí mismo”. Podré contar como es normal con días borrascosos, cuento mis talentos y me entrego a esa fuente universal que me arropa. Entonces me levanto, confío, camino, persevero y empiezo a trabajar en mi proyecto de vida.

La novelista Louisa María Alcott (1832-1888) es un ejemplo de lo que sucede cuando contamos con ingredientes especiales como la esperanza, la fe, la perseverancia y arduo trabajo