/ domingo 21 de junio de 2020

Tramoya | Vivir con propósito

El tiempo de la vida se nos va sin saber cuál es nuestro verdadero objetivo, centrándonos más en los números, cuántos coches tenemos, cuántas casas hemos conseguido, en aumentar las cifras del banco, las mujeres que podemos tener, pero cuando alcanzamos muchas de estas cosas, encontramos que un vacío en nuestro espíritu se haya con más fuerza.

Personajes como Jesucristo, Buda o Gandhi, que han trascendido el tiempo, convirtiéndose en fuente inagotable de saber, supieron que debían vivir su existencia con algo más llamado “propósito de vida”, haciendo del servicio a los demás su misión personal.

Podían servir a la gente a volverse luz del camino, como menciona aquel poema anónimo, atribuido durante muchos años a Francisco de Asís: Señor, haz de mí un instrumento de tu paz: donde haya odio, que yo lleve el amor, donde haya ofensa, que yo lleve el perdón, donde haya discordia, que yo lleve la unión, donde haya duda, yo lleve la fe.

Encontrar un propósito en la vida es algo que le impartirá dirección a tu mundo, sin ésta andarás perdido, como tanta gente que no le gusta su trabajo, que piden a gritos que las horas de jornada pasen, que el fin de semana llegue pronto, pues le fastidia su estilo de vida, que caminan como autómatas sin rumbo fijo, que le encuentran a todo dificultad, ese conglomerado de personas del que una vez el poeta estadounidense Henry David Thoreau (1817-1862) mencionó: “La mayoría vive en un silencioso desaliento”.

Cierto día un hombre le pedía a Dios que le enviara una señal de cuál sería su propósito de vida. Un mañana paseando por un bosque vio a un cervatillo herido, que tenía una pata rota. De repente, vio aparecer un puma.

Estaba a punto de ver cómo el puma se comía al cervatillo cuando ocurrió algo inesperado: en lugar de comérselo, el puma empezó a lamerle las heridas.

Después se fue y volvió con unas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo para que éste pudiera beber el agua, y después se fue y trajo un poco de hierba húmeda y se la acercó para que el cervatillo pudiera comer.

Al día siguiente, el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber.

El hombre se dijo: esta es la señal que yo buscaba: “Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que hacer es salir corriendo detrás de las cosas”. Así que se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber.

Pasaron los días, pero nadie le daba nada. Hasta que un día pasó un señor muy sabio y el pobre hombre le dijo:

- Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y eran de otra. Y le contó lo que había visto en el bosque. El sabio lo escuchó y luego dijo:

- Dios no manda señales en vano, te mandó esa señal para que aprendieras. ¿Qué haces tú, que eres un puma fuerte y listo para luchar, comparándote con el cervatillo? Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, encontrar a alguien que no pueda valorarse por sus propios medios.

Vivir con un propósito que sea tu misión en la vida, así la felicidad tocará tu puerta, porque muchas de las cosas que hagas las amarás. Asume un compromiso con tu sueño personal, existen tantas distracciones que nos apartan de la meta.

Dice un proverbio oriental que cuando el sabio señala la luna, el tonto solo observa el dedo. Reconoce tus dones, piensa en lo que más te gusta y lánzate a perseguir tu propósito personal. Que las derrotas no te incomoden, el éxito siempre llega al hombre que actúa. Vive al máximo esta aventura llamada vida.

Vivir con un propósito que sea tu misión en la vida, así la felicidad tocará tu puerta, porque muchas de las cosas que hagas las amarás. Asume un compromiso con tu sueño personal, existen tantas distracciones que nos apartan de la meta

El tiempo de la vida se nos va sin saber cuál es nuestro verdadero objetivo, centrándonos más en los números, cuántos coches tenemos, cuántas casas hemos conseguido, en aumentar las cifras del banco, las mujeres que podemos tener, pero cuando alcanzamos muchas de estas cosas, encontramos que un vacío en nuestro espíritu se haya con más fuerza.

Personajes como Jesucristo, Buda o Gandhi, que han trascendido el tiempo, convirtiéndose en fuente inagotable de saber, supieron que debían vivir su existencia con algo más llamado “propósito de vida”, haciendo del servicio a los demás su misión personal.

Podían servir a la gente a volverse luz del camino, como menciona aquel poema anónimo, atribuido durante muchos años a Francisco de Asís: Señor, haz de mí un instrumento de tu paz: donde haya odio, que yo lleve el amor, donde haya ofensa, que yo lleve el perdón, donde haya discordia, que yo lleve la unión, donde haya duda, yo lleve la fe.

Encontrar un propósito en la vida es algo que le impartirá dirección a tu mundo, sin ésta andarás perdido, como tanta gente que no le gusta su trabajo, que piden a gritos que las horas de jornada pasen, que el fin de semana llegue pronto, pues le fastidia su estilo de vida, que caminan como autómatas sin rumbo fijo, que le encuentran a todo dificultad, ese conglomerado de personas del que una vez el poeta estadounidense Henry David Thoreau (1817-1862) mencionó: “La mayoría vive en un silencioso desaliento”.

Cierto día un hombre le pedía a Dios que le enviara una señal de cuál sería su propósito de vida. Un mañana paseando por un bosque vio a un cervatillo herido, que tenía una pata rota. De repente, vio aparecer un puma.

Estaba a punto de ver cómo el puma se comía al cervatillo cuando ocurrió algo inesperado: en lugar de comérselo, el puma empezó a lamerle las heridas.

Después se fue y volvió con unas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo para que éste pudiera beber el agua, y después se fue y trajo un poco de hierba húmeda y se la acercó para que el cervatillo pudiera comer.

Al día siguiente, el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber.

El hombre se dijo: esta es la señal que yo buscaba: “Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que hacer es salir corriendo detrás de las cosas”. Así que se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber.

Pasaron los días, pero nadie le daba nada. Hasta que un día pasó un señor muy sabio y el pobre hombre le dijo:

- Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y eran de otra. Y le contó lo que había visto en el bosque. El sabio lo escuchó y luego dijo:

- Dios no manda señales en vano, te mandó esa señal para que aprendieras. ¿Qué haces tú, que eres un puma fuerte y listo para luchar, comparándote con el cervatillo? Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, encontrar a alguien que no pueda valorarse por sus propios medios.

Vivir con un propósito que sea tu misión en la vida, así la felicidad tocará tu puerta, porque muchas de las cosas que hagas las amarás. Asume un compromiso con tu sueño personal, existen tantas distracciones que nos apartan de la meta.

Dice un proverbio oriental que cuando el sabio señala la luna, el tonto solo observa el dedo. Reconoce tus dones, piensa en lo que más te gusta y lánzate a perseguir tu propósito personal. Que las derrotas no te incomoden, el éxito siempre llega al hombre que actúa. Vive al máximo esta aventura llamada vida.

Vivir con un propósito que sea tu misión en la vida, así la felicidad tocará tu puerta, porque muchas de las cosas que hagas las amarás. Asume un compromiso con tu sueño personal, existen tantas distracciones que nos apartan de la meta