/ jueves 12 de septiembre de 2019

Una de espías

En una de sus conferencias mañaneras, el Titular del Ejecutivo mostró a la audiencia una cámara “oculta”, presuntamente utilizada para grabar lo sucedido en las juntas de trabajo llevadas a cabo en Palacio Nacional. AMLO declaró estar tranquilo y nada preocupado, porque la divisa de su gobierno es actuar con transparencia y honestidad.

En relación al espionaje, considerado uno de los oficios más antiguos del mundo (el más antiguo Usted ya lo habrá adivinado, carísimo lector), no hay nada nuevo bajo el sol. Hoy, millones de mexicanos estaremos sujetos al escrutinio de un ejército de cámaras indiscretas y muy posiblemente micrófonos ocultos. En cualquier sitio, todo movimiento puede ser registrado por intermedio de una computadora portátil, teléfono móvil, X box, iPad, tarjeta de crédito, débito. Al instante de visitar el cajero electrónico, acudir a instituciones de crédito, centros comerciales, supermercados, tiendas de la esquina, y oficinas públicas y privadas; incluso es susceptible de ser filmado al deambular en plazas y banquetas, y conducir un auto por calles y avenidas.

Como nunca antes es ahora relativamente sencillo jugar a ser espía. Si se es fanático de las redes sociales, existen aplicaciones para todos los gustos y distintos precios. El teléfono móvil que trae consigo en la calle y la casa, incorpora una cámara y un micrófono (además de localizador satelital (GPS)), aparatos capaces de grabar y entrar en acción aún antes determinar de marcar el número deseado.

La gran mayoría de los habitantes del mundo somos rehenes del arte del espionaje, de manera profesional o no. No hay escape posible ni imaginado para el habitante ordinario sujeto a un fisgoneo o control permanente, aún para los políticos que saben que pueden ser vigilados.

El antídoto ideal para librarse del espionaje es “espiarse a uno mismo”, aseguran. O sea,“si no quieres que se sepa…no lo hagas”.

Mahatma Gandhi, el santón indio, vivía las veinticuatro horas del día a la vista del público. Tenía por cama un colchón tendido en una terraza de piedra, el cual se encontraba al descubierto y a ras de suelo. ¿Se puede espiar a una persona que vive así continuamente?

En una de sus conferencias mañaneras, el Titular del Ejecutivo mostró a la audiencia una cámara “oculta”, presuntamente utilizada para grabar lo sucedido en las juntas de trabajo llevadas a cabo en Palacio Nacional. AMLO declaró estar tranquilo y nada preocupado, porque la divisa de su gobierno es actuar con transparencia y honestidad.

En relación al espionaje, considerado uno de los oficios más antiguos del mundo (el más antiguo Usted ya lo habrá adivinado, carísimo lector), no hay nada nuevo bajo el sol. Hoy, millones de mexicanos estaremos sujetos al escrutinio de un ejército de cámaras indiscretas y muy posiblemente micrófonos ocultos. En cualquier sitio, todo movimiento puede ser registrado por intermedio de una computadora portátil, teléfono móvil, X box, iPad, tarjeta de crédito, débito. Al instante de visitar el cajero electrónico, acudir a instituciones de crédito, centros comerciales, supermercados, tiendas de la esquina, y oficinas públicas y privadas; incluso es susceptible de ser filmado al deambular en plazas y banquetas, y conducir un auto por calles y avenidas.

Como nunca antes es ahora relativamente sencillo jugar a ser espía. Si se es fanático de las redes sociales, existen aplicaciones para todos los gustos y distintos precios. El teléfono móvil que trae consigo en la calle y la casa, incorpora una cámara y un micrófono (además de localizador satelital (GPS)), aparatos capaces de grabar y entrar en acción aún antes determinar de marcar el número deseado.

La gran mayoría de los habitantes del mundo somos rehenes del arte del espionaje, de manera profesional o no. No hay escape posible ni imaginado para el habitante ordinario sujeto a un fisgoneo o control permanente, aún para los políticos que saben que pueden ser vigilados.

El antídoto ideal para librarse del espionaje es “espiarse a uno mismo”, aseguran. O sea,“si no quieres que se sepa…no lo hagas”.

Mahatma Gandhi, el santón indio, vivía las veinticuatro horas del día a la vista del público. Tenía por cama un colchón tendido en una terraza de piedra, el cual se encontraba al descubierto y a ras de suelo. ¿Se puede espiar a una persona que vive así continuamente?