/ lunes 28 de enero de 2019

Viajantes del Cosmos

El poder contemplar al globo terráqueo alejándose con rapidez vertiginosa en la inmensidad del espacio exterior, sin dejar rastro alguno, es un espectáculo estremecedor.

Esto, ningún ser humano lo ha experimentado, que se sepa. Pero es lo que tendrán que confrontar los viajeros del cosmos en relativamente poco tiempo, según se acerca el instante de enviar una nave tripulada al planeta Marte.

Imagino que los viajantes del cosmos deberán prevenirse de los sentimientos con los que tendrán que lidiar forzosamente. La nostalgia, el miedo, el tedio, la duda, y otros peligros.

Un viajero del espacio que se halla a miles de kilómetros lejos de su familia y con absoluta certeza de que pasara mucho tiempo antes de que pueda retornar a casa ( si es que esto ocurre), experimenta, creo, la misma soledad extrema que sienten los inmigrantes y desplazados por las guerras en este siglo veintiuno. Los migrantes, en la búsqueda de nuevos derroteros, de un lugar en donde establecerse, de conseguir un trabajo honesto y huir de aquello que los atosiga, viajan largas distancias, muchas veces solos, para llegar a un sitio extraño en el que afrontan multitud de dilemas.

En mi galería de emigrantes celebres tengo inscrito a Neil Armstrong, primer hombre en viajar a la Luna y permanecer allí un tiempo.

En el inhóspito territorio selenita, el comandante del Apolo XI quizás pudo meditar sobre la frase “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”, e identificar a la tierra como una esfera de color turquesa sobre un cielo de terciopelo negro, y sentirse confortado, en solitario.

NOTA DEL DÍA – Lector, mientras que en territorio estadounidense haya millones de mexicanos indocumentados, mientras compartamos una frontera de más de tres mil kilómetros, cosa que no podemos cambiar, mientras en cada twitter del ocupante de la Casa Blanca esté virtualmente implícito el deslizamiento de nuestra moneda, tenemos que dejar en claro que México está alineado con el coloso del norte, aunque sea de dientes para afuera. Así son las cosas, porque nosotros estamos aquí y ellos están allá, y allí estarán. Es por eso que la doctrina Estrada funcionó tan bien. La diplomacia nacional tendrá que hacer su trabajo y crear las condiciones para sostener una política amistosa y de mutuo respeto con el gigante opulento. La relevancia de las políticas del Servicio Exterior Mexicano son palpables, cuyos diferentes y muy importantes ángulos en ocasiones resultan indetectables para el ojo poco entrenado. Por tanto, es indispensable el concurso de embajadores capacitados, nombrados para desempeñar su cargos a causa de su conciencia social, experiencia y capacidad comprobada, y que aún expuestos a los avatares de las borrascas políticas que prevalecen a nivel nacional e internacional, sepan desempeñarse con gallardía al momento de defender nuestros derechos en los foros internacio- nales al momento de las discusiones, con argumentos e ideas razonables y valientes.

El poder contemplar al globo terráqueo alejándose con rapidez vertiginosa en la inmensidad del espacio exterior, sin dejar rastro alguno, es un espectáculo estremecedor.

Esto, ningún ser humano lo ha experimentado, que se sepa. Pero es lo que tendrán que confrontar los viajeros del cosmos en relativamente poco tiempo, según se acerca el instante de enviar una nave tripulada al planeta Marte.

Imagino que los viajantes del cosmos deberán prevenirse de los sentimientos con los que tendrán que lidiar forzosamente. La nostalgia, el miedo, el tedio, la duda, y otros peligros.

Un viajero del espacio que se halla a miles de kilómetros lejos de su familia y con absoluta certeza de que pasara mucho tiempo antes de que pueda retornar a casa ( si es que esto ocurre), experimenta, creo, la misma soledad extrema que sienten los inmigrantes y desplazados por las guerras en este siglo veintiuno. Los migrantes, en la búsqueda de nuevos derroteros, de un lugar en donde establecerse, de conseguir un trabajo honesto y huir de aquello que los atosiga, viajan largas distancias, muchas veces solos, para llegar a un sitio extraño en el que afrontan multitud de dilemas.

En mi galería de emigrantes celebres tengo inscrito a Neil Armstrong, primer hombre en viajar a la Luna y permanecer allí un tiempo.

En el inhóspito territorio selenita, el comandante del Apolo XI quizás pudo meditar sobre la frase “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”, e identificar a la tierra como una esfera de color turquesa sobre un cielo de terciopelo negro, y sentirse confortado, en solitario.

NOTA DEL DÍA – Lector, mientras que en territorio estadounidense haya millones de mexicanos indocumentados, mientras compartamos una frontera de más de tres mil kilómetros, cosa que no podemos cambiar, mientras en cada twitter del ocupante de la Casa Blanca esté virtualmente implícito el deslizamiento de nuestra moneda, tenemos que dejar en claro que México está alineado con el coloso del norte, aunque sea de dientes para afuera. Así son las cosas, porque nosotros estamos aquí y ellos están allá, y allí estarán. Es por eso que la doctrina Estrada funcionó tan bien. La diplomacia nacional tendrá que hacer su trabajo y crear las condiciones para sostener una política amistosa y de mutuo respeto con el gigante opulento. La relevancia de las políticas del Servicio Exterior Mexicano son palpables, cuyos diferentes y muy importantes ángulos en ocasiones resultan indetectables para el ojo poco entrenado. Por tanto, es indispensable el concurso de embajadores capacitados, nombrados para desempeñar su cargos a causa de su conciencia social, experiencia y capacidad comprobada, y que aún expuestos a los avatares de las borrascas políticas que prevalecen a nivel nacional e internacional, sepan desempeñarse con gallardía al momento de defender nuestros derechos en los foros internacio- nales al momento de las discusiones, con argumentos e ideas razonables y valientes.