/ miércoles 17 de abril de 2019

Charlot, vagabundo y filósofo

El más grande cómico de todos los tiempos podría ser Charles Chaplin.

El llamado Charlot es dueño de una imagen inconfundible. A millones de personas ha hecho reír o estallar en llanto, ya sea por su comicidad y dulzura o por la alegría y drama que llevaba dentro de su propio ser.

Charlie nació un 16 de abril de 1889 en Londres, Inglaterra, y murió el 25 de noviembre de 1977 en Suiza. Su infancia fue dura. La vivió rodeado de vagos, mendigos, barracas y calles sucias, muy al estilo de las novelas de Charles Dickens o Víctor Hugo, aunque ningún narrador de folletines ni de telenovelas actual pudo imaginar jamás una infancia con tan mala fortuna. De una niñez triste y trágica, de los viejos barrios emergió el Charlot para alcanzar, como ningún otro cómico, la universalidad. Así, con el tiempo creció la fama mundial del vagabundo solitario e inigualable, al que se veía lo mismo en su papel de clásico enamorador de damas (siempre con resultados negativos) que haciéndola de mujer celosa o lanzando pastelazos, ladrillazos y mazazos para divertir a la audiencia.

Tal vez, la mágica atracción de Chaplin es su espontaneidad, la que derivó del cine mudo y su significado. El estilo de sus comedias de esa primera época (después llegaría el cine sonoro), era el mismo, es decir, no precisaba de argumentos ni guiones, La esencia de la trama era casi siempre el garrotazo, el empujón, la caída y la carrera derribándolo todo. Si a un actor se le ocurría una idea o situación divertida, no tenía más que ponerla en práctica y la cámara seguía rodando. Ahí, Chaplin fue un innovador y maestro. Se considera su mejor película la que filmó en 1920, The Kid (El muchacho), con Jackie Coogan. NO obstante su filmografia incluye obras maestras como Vida de Perros, El Peregrino, y El Niño y el Vagabundo, entre muchas otras.

Chaplin creó un nuevo género en la cinematografia, y su conmovedor Charlot con rostro de vagabundo y filósofo, siempre vestido de gastado frac, galera y pantalones informes, portador de un bastón de caña y diminuto bigote, encierra una gloria: es perdurable y eterno.

NOTA DEL DÍA.- Pocos conciben una forma de economía distinta a la “abierta” que hoy prevalece con el neoliberalismo económico a toda vela, sistema impuesto por la cofradía del Nuevo Orden Mundial, cuyas consecuencias advertimos en una sociedad muy violenta.

La crisis que azota al Estado occidental lo debilita a tal grado que es prácticamente imperceptible la voluntad necesaria para entrar en defensa de las libertades, por tratarse ya no de un mundo apegado a los valores de la democracia, sino una sociedad de consumo, una humanidad en la que todos ven como principal objetivo la meta de obtener cada vez más beneficios materiales, utilizarlos y aprovecharlos y pensar, cuanto menos mejor, para defender los derechos y libertades comunes. Por ello, demasiados jóvenes y adultos estarían dispuestos ahora mismo, a sacrificar los valores morales, la paz, la libertad y la honestidad, a cambio del dinero, los bienes materiales y el empleo.

En redes sociales circula un video en el que un gurú de autoayuda afirma que en territorio de nuestro socio del TLCAN, Estados Unidos, 50% de los jóvenes ambicionan ser ricos, y la otra mitad desean ser famosos (en México seguramente no es muy distinto). Es cosa de pensarle un poco.

El más grande cómico de todos los tiempos podría ser Charles Chaplin.

El llamado Charlot es dueño de una imagen inconfundible. A millones de personas ha hecho reír o estallar en llanto, ya sea por su comicidad y dulzura o por la alegría y drama que llevaba dentro de su propio ser.

Charlie nació un 16 de abril de 1889 en Londres, Inglaterra, y murió el 25 de noviembre de 1977 en Suiza. Su infancia fue dura. La vivió rodeado de vagos, mendigos, barracas y calles sucias, muy al estilo de las novelas de Charles Dickens o Víctor Hugo, aunque ningún narrador de folletines ni de telenovelas actual pudo imaginar jamás una infancia con tan mala fortuna. De una niñez triste y trágica, de los viejos barrios emergió el Charlot para alcanzar, como ningún otro cómico, la universalidad. Así, con el tiempo creció la fama mundial del vagabundo solitario e inigualable, al que se veía lo mismo en su papel de clásico enamorador de damas (siempre con resultados negativos) que haciéndola de mujer celosa o lanzando pastelazos, ladrillazos y mazazos para divertir a la audiencia.

Tal vez, la mágica atracción de Chaplin es su espontaneidad, la que derivó del cine mudo y su significado. El estilo de sus comedias de esa primera época (después llegaría el cine sonoro), era el mismo, es decir, no precisaba de argumentos ni guiones, La esencia de la trama era casi siempre el garrotazo, el empujón, la caída y la carrera derribándolo todo. Si a un actor se le ocurría una idea o situación divertida, no tenía más que ponerla en práctica y la cámara seguía rodando. Ahí, Chaplin fue un innovador y maestro. Se considera su mejor película la que filmó en 1920, The Kid (El muchacho), con Jackie Coogan. NO obstante su filmografia incluye obras maestras como Vida de Perros, El Peregrino, y El Niño y el Vagabundo, entre muchas otras.

Chaplin creó un nuevo género en la cinematografia, y su conmovedor Charlot con rostro de vagabundo y filósofo, siempre vestido de gastado frac, galera y pantalones informes, portador de un bastón de caña y diminuto bigote, encierra una gloria: es perdurable y eterno.

NOTA DEL DÍA.- Pocos conciben una forma de economía distinta a la “abierta” que hoy prevalece con el neoliberalismo económico a toda vela, sistema impuesto por la cofradía del Nuevo Orden Mundial, cuyas consecuencias advertimos en una sociedad muy violenta.

La crisis que azota al Estado occidental lo debilita a tal grado que es prácticamente imperceptible la voluntad necesaria para entrar en defensa de las libertades, por tratarse ya no de un mundo apegado a los valores de la democracia, sino una sociedad de consumo, una humanidad en la que todos ven como principal objetivo la meta de obtener cada vez más beneficios materiales, utilizarlos y aprovecharlos y pensar, cuanto menos mejor, para defender los derechos y libertades comunes. Por ello, demasiados jóvenes y adultos estarían dispuestos ahora mismo, a sacrificar los valores morales, la paz, la libertad y la honestidad, a cambio del dinero, los bienes materiales y el empleo.

En redes sociales circula un video en el que un gurú de autoayuda afirma que en territorio de nuestro socio del TLCAN, Estados Unidos, 50% de los jóvenes ambicionan ser ricos, y la otra mitad desean ser famosos (en México seguramente no es muy distinto). Es cosa de pensarle un poco.