/ martes 22 de mayo de 2018

Ecos del debate

El ser testigo del debate presidencial del pasado domingo por la noche en Tijuana, Baja California...

Me recordó el largo trayecto que se ha tenido que recorrer desde que un solo individuo omnipotente y plenipotenciario era el “candidato”, y los demás, simples aspirantes fantasma o miembros de una comparsa. También, que más allá de perdedores y ganadores, de acuerdo a encuestas o por inspiración de cada quien, ahora sabemos lo que los debates verdaderamente significan para la vida y conciencia política del país. O sea, la oportunidad de competir en igualdad de circunstancias. A mi juicio, esto merece ser valorado, porque el simbolismo de la igualdad de circunstancias supone la madurez para reformar un sistema electoral donde deje de aparecer el clientelismo, las mentiras, la difamación, el temor, la desconfianza, el control regional para mover el fiel de la balanza, y el financiamiento corrupto de las campañas.

Ahora los cuatro candidatos a la presidencia de la república se adjudican el triunfo en el debate mencionado, pero lo cierto es que esto poco incide en la intención del voto, quizás porque se oye más el “qué”, y no el “cómo”.

Dos hechos dominan, a mi entender, el debate en referencia, uno, de naturaleza visual, y el otro, como alternativa de análisis.

El primero, digno de un filme de Rocky, cuando AMLO, que estaba contra las cuerdas y sometido a un duro castigo, se saca de la chistera una genialidad hecha a la medida de la sociedad en que vivimos, y esconde su cartera para evitar que el candidato Ricardo Anaya “se la robe”, imagen que se propagó en las redes sociales con la rapidez de un virus. Ahora, esto existe en la mente popular.

El segundo, que los candidatos Meade y Anaya evitaron confrontarse de la manera dura como lo hicieron en el primer debate, quizás bajo el antecedente de que cuando los candidatos del PRI y el PAN se muestran muy rudos entre ellos, los electores optan por otros, que en este caso seria el líder de Morena.

Mientras tanto, los institutos políticos continúan absortos en las tareas del llamado post debate para sembrar la percepción publica de que su candidato ganó. Pero es difícil. Las ideas no es lo más importante en esta clase de discusiones, como comúnmente se cree, sino la imagen (la tv es un medio muy visual), y ahora todo lo que pasó en Tijuana se reduce al hilarante asunto del porta billetes, que es lo que la gente recuerda.

El ser testigo del debate presidencial del pasado domingo por la noche en Tijuana, Baja California...

Me recordó el largo trayecto que se ha tenido que recorrer desde que un solo individuo omnipotente y plenipotenciario era el “candidato”, y los demás, simples aspirantes fantasma o miembros de una comparsa. También, que más allá de perdedores y ganadores, de acuerdo a encuestas o por inspiración de cada quien, ahora sabemos lo que los debates verdaderamente significan para la vida y conciencia política del país. O sea, la oportunidad de competir en igualdad de circunstancias. A mi juicio, esto merece ser valorado, porque el simbolismo de la igualdad de circunstancias supone la madurez para reformar un sistema electoral donde deje de aparecer el clientelismo, las mentiras, la difamación, el temor, la desconfianza, el control regional para mover el fiel de la balanza, y el financiamiento corrupto de las campañas.

Ahora los cuatro candidatos a la presidencia de la república se adjudican el triunfo en el debate mencionado, pero lo cierto es que esto poco incide en la intención del voto, quizás porque se oye más el “qué”, y no el “cómo”.

Dos hechos dominan, a mi entender, el debate en referencia, uno, de naturaleza visual, y el otro, como alternativa de análisis.

El primero, digno de un filme de Rocky, cuando AMLO, que estaba contra las cuerdas y sometido a un duro castigo, se saca de la chistera una genialidad hecha a la medida de la sociedad en que vivimos, y esconde su cartera para evitar que el candidato Ricardo Anaya “se la robe”, imagen que se propagó en las redes sociales con la rapidez de un virus. Ahora, esto existe en la mente popular.

El segundo, que los candidatos Meade y Anaya evitaron confrontarse de la manera dura como lo hicieron en el primer debate, quizás bajo el antecedente de que cuando los candidatos del PRI y el PAN se muestran muy rudos entre ellos, los electores optan por otros, que en este caso seria el líder de Morena.

Mientras tanto, los institutos políticos continúan absortos en las tareas del llamado post debate para sembrar la percepción publica de que su candidato ganó. Pero es difícil. Las ideas no es lo más importante en esta clase de discusiones, como comúnmente se cree, sino la imagen (la tv es un medio muy visual), y ahora todo lo que pasó en Tijuana se reduce al hilarante asunto del porta billetes, que es lo que la gente recuerda.