/ sábado 25 de abril de 2020

Fyilosofía en Expresión | Mundo de mundos

Hemos sido entrenados para "encajar", para ser parte, para convertirnos poco a poco en un engrane del sistema.

El esquema de control por su naturaleza nos dejó sin la nuestra, midió a todos bajo el mismo rasero, nos guió de forma nada sutil a cuadrar en las necesidades del aparato de consumo, cada quien en su posición, de manera que no se rompiera la cadena.

Aprendimos a seguir los lineamientos de forma obligatoria desde las primeras enseñanzas bajo la premisa de que lo requerimos para poder vivir en comunidad.

Pero no contábamos con esto.

El deterioro del planeta, el lastimado tejido social, las poderosas economías oprimiendo a las menores, la ciencia y la tecnología, la educación, todo, absolutamente todo empezó a jugar en contra de la especie.

De modo que hoy, sin saber de dónde viene, un monstruo microscópico, casi invisible, cuyo super poder paradójicamente sucumbe ante el agua y el jabón aun del más corriente, es capaz de poner al glorioso rey del mundo a temblar.

Hoy los males poco importantes como la obesidad, el tabaquismo y la diabetes pasaron a ser los focos del resguardo. Pero, ¿en verdad no lo vimos venir?

El crecimiento imparable de las marcas de productos y comida chatarra, la difícil reglamentación de los diferentes y dañinos ingredientes, porcentajes, etiquetas, la libre promoción de venenos azucarados embotellados, incluso la seducción de la vida sedentaria a través de los monstruos publicitarios, fueron el fundamento de la debilidad que hoy nos aqueja como grupo.

Las propuestas globales no se hacen esperar.

Hoy más que nunca la individualidad se hace presente y podemos darnos cuenta de que cada quien está sufriendo desde su particularidad.

Esta nave común en la que viajamos todos, vive la consecuencia de una humanidad reprimida, desvalorizada, destructiva y ambiciosa, que jamás lo ha considerado su hogar, si no más bien su banco con cuenta abierta de consumo, además de su basurero.

Nosotros, los seres humanos, a través de la represión de la individualidad nos hemos vuelto enemigos silenciosos del colectivo.

  • ¿Cuántos viven haciendo algo que aman?
  • ¿Cuántos son felices en sus relaciones interpersonales?
  • ¿Cuántos sufren por la intolerancia?
  • ¿Cuántos consideran no sentirse bien en su entorno?
  • ¿Por qué las alarmantes estadísticas mundiales sobre depresión, ansiedad, estrés, bullying y suicidio?

Pudiera este alto obligatorio, ser buen pretexto para revisar cuál es el rumbo que como especie estamos tomando.

Empezar poco a poco a transformar nuestros espacios personales en zonas gratas, no una para todos, no desde una sola perspectiva, no un mundo general lleno de zombies, sino una idea particular generada desde las condiciones individuales que después pueda hacer match con el colectivo.

Un mundo personal feliz que haga clic con un mundo común.

Un mundo de mundos.

Pero esto no va a ocurrir de forma automática, ni únicamente con desearlo. No llegamos hasta aquí sin esfuerzo.

Requerimos un cambio y en su primera fase es sólo para sobrevivir.

Los números son alarmantes, no hemos logrado reducir la movilidad lo suficiente, aún las calles están llenas de autos, los almacenes, algunas plazas públicas, caminamos retadores al cadalso.

Para empezar no es fácil lograrlo.

De suyo cambiar no lo es.

Etimológicamente cambio significa dejar una cosa para tomar otra.

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo?

Muchos autores de la autoayuda nos hablan de lo importante que es salir de la llamada zona de confort para adentrarnos a nuevos retos y así mantenernos en movimiento.

La vida misma es un constante cambio. Nada permanece.

Entonces tal vez lo que debemos aprender no es a cambiar sino a cómo cambiar, es decir, lograr salvaguardar mi naturaleza pero adaptarme a cada nueva situación.

Independientemente de todas las maravillas que hoy estamos pensando que haremos cuando termine la pandemia, todos los besos y abrazos que daremos, el tiempo que dedicaremos al reposo y la reflexión, el día de hoy necesitamos hacer un cambio.

Debemos aceptar parar la movilidad. Dejar pendiente todo lo que sea posible para aferrarnos a la vida y comprender que este cambio no es de "hacer" sino es de "no hacer".

En esta etapa se define el juego.

¿Te quedarás en casa?

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19

Hemos sido entrenados para "encajar", para ser parte, para convertirnos poco a poco en un engrane del sistema.

El esquema de control por su naturaleza nos dejó sin la nuestra, midió a todos bajo el mismo rasero, nos guió de forma nada sutil a cuadrar en las necesidades del aparato de consumo, cada quien en su posición, de manera que no se rompiera la cadena.

Aprendimos a seguir los lineamientos de forma obligatoria desde las primeras enseñanzas bajo la premisa de que lo requerimos para poder vivir en comunidad.

Pero no contábamos con esto.

El deterioro del planeta, el lastimado tejido social, las poderosas economías oprimiendo a las menores, la ciencia y la tecnología, la educación, todo, absolutamente todo empezó a jugar en contra de la especie.

De modo que hoy, sin saber de dónde viene, un monstruo microscópico, casi invisible, cuyo super poder paradójicamente sucumbe ante el agua y el jabón aun del más corriente, es capaz de poner al glorioso rey del mundo a temblar.

Hoy los males poco importantes como la obesidad, el tabaquismo y la diabetes pasaron a ser los focos del resguardo. Pero, ¿en verdad no lo vimos venir?

El crecimiento imparable de las marcas de productos y comida chatarra, la difícil reglamentación de los diferentes y dañinos ingredientes, porcentajes, etiquetas, la libre promoción de venenos azucarados embotellados, incluso la seducción de la vida sedentaria a través de los monstruos publicitarios, fueron el fundamento de la debilidad que hoy nos aqueja como grupo.

Las propuestas globales no se hacen esperar.

Hoy más que nunca la individualidad se hace presente y podemos darnos cuenta de que cada quien está sufriendo desde su particularidad.

Esta nave común en la que viajamos todos, vive la consecuencia de una humanidad reprimida, desvalorizada, destructiva y ambiciosa, que jamás lo ha considerado su hogar, si no más bien su banco con cuenta abierta de consumo, además de su basurero.

Nosotros, los seres humanos, a través de la represión de la individualidad nos hemos vuelto enemigos silenciosos del colectivo.

  • ¿Cuántos viven haciendo algo que aman?
  • ¿Cuántos son felices en sus relaciones interpersonales?
  • ¿Cuántos sufren por la intolerancia?
  • ¿Cuántos consideran no sentirse bien en su entorno?
  • ¿Por qué las alarmantes estadísticas mundiales sobre depresión, ansiedad, estrés, bullying y suicidio?

Pudiera este alto obligatorio, ser buen pretexto para revisar cuál es el rumbo que como especie estamos tomando.

Empezar poco a poco a transformar nuestros espacios personales en zonas gratas, no una para todos, no desde una sola perspectiva, no un mundo general lleno de zombies, sino una idea particular generada desde las condiciones individuales que después pueda hacer match con el colectivo.

Un mundo personal feliz que haga clic con un mundo común.

Un mundo de mundos.

Pero esto no va a ocurrir de forma automática, ni únicamente con desearlo. No llegamos hasta aquí sin esfuerzo.

Requerimos un cambio y en su primera fase es sólo para sobrevivir.

Los números son alarmantes, no hemos logrado reducir la movilidad lo suficiente, aún las calles están llenas de autos, los almacenes, algunas plazas públicas, caminamos retadores al cadalso.

Para empezar no es fácil lograrlo.

De suyo cambiar no lo es.

Etimológicamente cambio significa dejar una cosa para tomar otra.

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo?

Muchos autores de la autoayuda nos hablan de lo importante que es salir de la llamada zona de confort para adentrarnos a nuevos retos y así mantenernos en movimiento.

La vida misma es un constante cambio. Nada permanece.

Entonces tal vez lo que debemos aprender no es a cambiar sino a cómo cambiar, es decir, lograr salvaguardar mi naturaleza pero adaptarme a cada nueva situación.

Independientemente de todas las maravillas que hoy estamos pensando que haremos cuando termine la pandemia, todos los besos y abrazos que daremos, el tiempo que dedicaremos al reposo y la reflexión, el día de hoy necesitamos hacer un cambio.

Debemos aceptar parar la movilidad. Dejar pendiente todo lo que sea posible para aferrarnos a la vida y comprender que este cambio no es de "hacer" sino es de "no hacer".

En esta etapa se define el juego.

¿Te quedarás en casa?

hey@gryita.com

fb: Gryita Fuerte

REGENERACIÓN 19