/ miércoles 20 de abril de 2022

Gobernanza y sostenibilidad | Los asuntos públicos competen a todos

La transición de un sistema centralista monolítico hacia la democracia ha sido paulatino y ha implicado grandes esfuerzos institucionales, pugnas ideológicas y tensiones a diferente escala. En este contexto, uno de los temas más complejos, delicados y que es urgente atender es que la agenda de los asuntos públicos se ha hecho un monopolio de los sistemas de gobierno.

Este fenómeno tiene diferentes aristas. Por una parte el sistema político persigue un orden y una lógica sistémica dentro de lo que puede controlar; por otra parte el diseño institucional está centrado en una acción pública encauzada desde el gobierno y finalmente, en el contrato social, el ciudadano promedio se ha deslindado de los asuntos públicos y le ha entregado la dirección de la sociedad a un ente en el que no cree por razones que no termina de comprender y que además en general no considera que es su responsabilidad.

Los grandes retos que la democracia enfrenta están asociados entre otras cosas a superar el centralismo gubernamental generando contrapesos; a generar una reingeniería institucional que no sea monolítica, pero uno de los principales retos es hacer que los ciudadanos se apropien de la agenda de los problemas públicos.

Lo público –en contraposición a lo privado– es aquella realidad que compete a todos y que suele representarse con la figura de la plaza –pública–, ese espacio que no le pertenece propiamente a un particular pero de la que todos pueden hacer uso. Más aún, si la plaza está bien el espacio es agradable y apto para la convivencia, para el encuentro de ideas para el diálogo, el ejercicio recreativo y el goce estético.

Si la plaza está –pública– está deteriorada, el espacio luce sombrío. Así como una plaza o un parque en deterioro es un espacio propicio para el surgimiento del caos, deslindarse de lo público, es en última instancia abrir la puerta al deterioro social.

Si bien es cierto que la plaza, o el parque son representaciones de lo público, también es cierto que los asuntos públicos son más que espacios físicos definidos, son asuntos que afectan a toda la sociedad o a gran parte de ella y se expresa en temas legislativos, aspectos gubernamentales y en general de toda la convivencia humana.

Atender los asuntos públicos es atender el presente, pero sobre todo es afianzar el porvenir de la humanidad, la herencia pública.

El pasado 17 de abril hubo un seguimiento sin precedentes de las actividades de San Lázaro en torno al debate sobre la reforma eléctrica. El puro interés sobre el tema es ya un paso hacia la resolución de los temas que aquejan a la nación; pero el interés es solo una parte de lo que nos toca como ciudadanos. Hay que promover espacios y mecanismos de participación que integren a los ciudadanos y hay que promover la acción de los ciudadanos desde cualquier entorno.

Lo público es el espacio que a todos compete y urge que las sociedades se apropien de esta agenda y junto con los actores gubernamentales dibujen y consoliden un futuro digno para nosotros y las futuras generaciones.

La transición de un sistema centralista monolítico hacia la democracia ha sido paulatino y ha implicado grandes esfuerzos institucionales, pugnas ideológicas y tensiones a diferente escala. En este contexto, uno de los temas más complejos, delicados y que es urgente atender es que la agenda de los asuntos públicos se ha hecho un monopolio de los sistemas de gobierno.

Este fenómeno tiene diferentes aristas. Por una parte el sistema político persigue un orden y una lógica sistémica dentro de lo que puede controlar; por otra parte el diseño institucional está centrado en una acción pública encauzada desde el gobierno y finalmente, en el contrato social, el ciudadano promedio se ha deslindado de los asuntos públicos y le ha entregado la dirección de la sociedad a un ente en el que no cree por razones que no termina de comprender y que además en general no considera que es su responsabilidad.

Los grandes retos que la democracia enfrenta están asociados entre otras cosas a superar el centralismo gubernamental generando contrapesos; a generar una reingeniería institucional que no sea monolítica, pero uno de los principales retos es hacer que los ciudadanos se apropien de la agenda de los problemas públicos.

Lo público –en contraposición a lo privado– es aquella realidad que compete a todos y que suele representarse con la figura de la plaza –pública–, ese espacio que no le pertenece propiamente a un particular pero de la que todos pueden hacer uso. Más aún, si la plaza está bien el espacio es agradable y apto para la convivencia, para el encuentro de ideas para el diálogo, el ejercicio recreativo y el goce estético.

Si la plaza está –pública– está deteriorada, el espacio luce sombrío. Así como una plaza o un parque en deterioro es un espacio propicio para el surgimiento del caos, deslindarse de lo público, es en última instancia abrir la puerta al deterioro social.

Si bien es cierto que la plaza, o el parque son representaciones de lo público, también es cierto que los asuntos públicos son más que espacios físicos definidos, son asuntos que afectan a toda la sociedad o a gran parte de ella y se expresa en temas legislativos, aspectos gubernamentales y en general de toda la convivencia humana.

Atender los asuntos públicos es atender el presente, pero sobre todo es afianzar el porvenir de la humanidad, la herencia pública.

El pasado 17 de abril hubo un seguimiento sin precedentes de las actividades de San Lázaro en torno al debate sobre la reforma eléctrica. El puro interés sobre el tema es ya un paso hacia la resolución de los temas que aquejan a la nación; pero el interés es solo una parte de lo que nos toca como ciudadanos. Hay que promover espacios y mecanismos de participación que integren a los ciudadanos y hay que promover la acción de los ciudadanos desde cualquier entorno.

Lo público es el espacio que a todos compete y urge que las sociedades se apropien de esta agenda y junto con los actores gubernamentales dibujen y consoliden un futuro digno para nosotros y las futuras generaciones.

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