/ lunes 8 de abril de 2019

Guerra del petróleo

En 1993, fecha de la firma del TLCAN, Carlos Salinas de Gortari, transformado en peón del Nuevo Orden Mundial y protegido por el clan Bush, anunciaba que México marchaba en caballo blanco hacia el ansiado primer mundo.

Sólo que al mismo tiempo y por debajo de la mesa, de acuerdo al modo de actuar del denominado paladín del neoliberalismo económico, ofrecía a Estados Unidos abrir Pemex al capital extranjero en el contexto, reitero, de las negociaciones del TLCAN.

El equipo de negociadores salinistas siempre negó que el petróleo mexicano hubiera estado sobre la mesa con el citado acuerdo comercial. Una y otra vez esto se dijo convertido en un mantra político en gobiernos de la “alternancia”, incluso. Pero “apenas un día después que el expresidente Salinas declarara en el año de 2010 en Madrid, España, que “el TLCAN no ha tenido los efectos positivos”, John Dimitri Negroponte, que fue embajador de Washington en México y testigo de las negociaciones del acuerdo comercial, aclaró que el ofrecimiento de Pemex se escenificó en una conversación que CSG y Bush padre sostuvieron en San Diego, California, dentro de las pláticas del TLCAN, teniendo como testigo a Herminio Blanco, jefe del equipo negociador mexicano, y que él (Negroponte), había sido quien advirtió a Bush padre que era una cuestión muy seria que se pensara en incluir el tema del petróleo en las pláticas, dado que no había en ese momento las condiciones políticas necesarias para abrir Pemex a la inversión de capitales del exterior. Sobresale que la iniciativa de que habla el diplomático estadounidense se haya originado en las filas del equipo negociador mexicano y no entre sus pares estadounidenses, como era de suponerse en ese momento. Y resalta la sospechosa urgencia por enajenar Pemex, siendo que aún estaba fresco en la mente popular el recuerdo de las celebraciones del 18 de Marzo y la hazaña de Lázaro Cárdenas en 1938, según recordaron las autoridades estadounidenses, por cierto. Sin embargo, los hechos coinciden, porque con el TLCAN empezó a arreciar la lluvia de explicaciones suficientes como para justificar la privatización del petróleo, acto al que se denominó “concesiónar”, así con comillas, con objeto de dulcificar ante los mexicanos lo concerniente a un recurso no renovable. Desgraciadamente, los ganones de esta lucha lograron su propósito, situar al petróleo mexicano donde querían, virtualmente entregado ( salvo tecnicismos en boga), a las muy conocidas e identificadas compañías del exterior que, como los buenos soldados, cuando se trata de petróleo parecen estar en todos lados.

Ahora, el tremendo monto de recursos erogados para subsidiar las gasolinas, cosa que nos pone en una situación de riesgo ante cualquier baja sustancial del ingreso petrolero, en gran parte proviene de las políticas equivocadas, desatinos que parecen producto de la mala fe. Por ejemplo, para “aprovechar” el aumento constante en el precio internacional del crudo, en el periodo de los años de 2003, 2004 y 2005 (el crudo llegó a casi cien dólares el barril ), aumentó la exportación de hidrocarburos sirviéndose “con la cuchara grande y copeteada”, cuando esos recursos debieron ser aprovechados para el desarrollo armónico del país, no para “dilapidarlos”, según palabras del empresario Carlos Slim.

En 1993, fecha de la firma del TLCAN, Carlos Salinas de Gortari, transformado en peón del Nuevo Orden Mundial y protegido por el clan Bush, anunciaba que México marchaba en caballo blanco hacia el ansiado primer mundo.

Sólo que al mismo tiempo y por debajo de la mesa, de acuerdo al modo de actuar del denominado paladín del neoliberalismo económico, ofrecía a Estados Unidos abrir Pemex al capital extranjero en el contexto, reitero, de las negociaciones del TLCAN.

El equipo de negociadores salinistas siempre negó que el petróleo mexicano hubiera estado sobre la mesa con el citado acuerdo comercial. Una y otra vez esto se dijo convertido en un mantra político en gobiernos de la “alternancia”, incluso. Pero “apenas un día después que el expresidente Salinas declarara en el año de 2010 en Madrid, España, que “el TLCAN no ha tenido los efectos positivos”, John Dimitri Negroponte, que fue embajador de Washington en México y testigo de las negociaciones del acuerdo comercial, aclaró que el ofrecimiento de Pemex se escenificó en una conversación que CSG y Bush padre sostuvieron en San Diego, California, dentro de las pláticas del TLCAN, teniendo como testigo a Herminio Blanco, jefe del equipo negociador mexicano, y que él (Negroponte), había sido quien advirtió a Bush padre que era una cuestión muy seria que se pensara en incluir el tema del petróleo en las pláticas, dado que no había en ese momento las condiciones políticas necesarias para abrir Pemex a la inversión de capitales del exterior. Sobresale que la iniciativa de que habla el diplomático estadounidense se haya originado en las filas del equipo negociador mexicano y no entre sus pares estadounidenses, como era de suponerse en ese momento. Y resalta la sospechosa urgencia por enajenar Pemex, siendo que aún estaba fresco en la mente popular el recuerdo de las celebraciones del 18 de Marzo y la hazaña de Lázaro Cárdenas en 1938, según recordaron las autoridades estadounidenses, por cierto. Sin embargo, los hechos coinciden, porque con el TLCAN empezó a arreciar la lluvia de explicaciones suficientes como para justificar la privatización del petróleo, acto al que se denominó “concesiónar”, así con comillas, con objeto de dulcificar ante los mexicanos lo concerniente a un recurso no renovable. Desgraciadamente, los ganones de esta lucha lograron su propósito, situar al petróleo mexicano donde querían, virtualmente entregado ( salvo tecnicismos en boga), a las muy conocidas e identificadas compañías del exterior que, como los buenos soldados, cuando se trata de petróleo parecen estar en todos lados.

Ahora, el tremendo monto de recursos erogados para subsidiar las gasolinas, cosa que nos pone en una situación de riesgo ante cualquier baja sustancial del ingreso petrolero, en gran parte proviene de las políticas equivocadas, desatinos que parecen producto de la mala fe. Por ejemplo, para “aprovechar” el aumento constante en el precio internacional del crudo, en el periodo de los años de 2003, 2004 y 2005 (el crudo llegó a casi cien dólares el barril ), aumentó la exportación de hidrocarburos sirviéndose “con la cuchara grande y copeteada”, cuando esos recursos debieron ser aprovechados para el desarrollo armónico del país, no para “dilapidarlos”, según palabras del empresario Carlos Slim.