/ viernes 13 de abril de 2018

Hoguera de la democracia

Permite examinar la tónica, la dinámica, la caracterización de un régimen; además de sus instituciones y estructura partidista. Si el orden partidista es fuerte, vigoroso e independiente y se establece del lado del bien y del respeto, se habla de un sistema político abierto, apegado a la transparencia y la rendición de cuentas, sinónimo de lo que se da en llamar la democracia; pero si el orden partidista se presenta débil, confuso y proclive a las sospechas y ataques personales, el sistema tiende a ser autoritario, aun por sobre las consideraciones jurídicas que surjan.

Al asumir que los partidos tienen entre sus fines “el promover la participación del pueblo en la vida democrática”, se desprende con toda naturalidad que si el sistema político mexicano debe ser democrático y los partidos han de promover la vida democrática, entonces la vida interna de estos debe regirse por los mismos principios. Nada fuera de lo común. Se trata de un principio básico.

¿No? De cumplirse la Constitución, insisto, se terminaría con los actos de rapiña política y económica; habría respeto, armonía y, por ende, paz social; asimismo, se tendría fe en la democracia porque habría certeza del total rechazo a cualquier imposición.

Esto sería notorio al momento de la designación de candidatos en los diferentes partidos políticos y al instante que las autoridades electorales los califican, cuya esencia es el respeto a los mejores dando oportunidad a los mas capacitados, a los mas honestos.

La perspectiva es que se acaben los procesos políticos hechos a la medida y surja una toma de conciencia para crear una nueva generación de dirigentes que se dediquen a conciliar las necesidades económicas y sociales de la población.

Los métodos para seleccionar a los candidatos deben alejarse de cualquier sospecha de que se trata de una imposicion, de un dedazo, de una designación arbitraria o cualquier otra modalidad de naturaleza análoga, y fundamentarse en procesos democráticos para dejar en claro, de una buena vez, que son ciertas las buenas intenciones que se proclaman.

Mal se verá cualquier partido de ahora en adelante, al exigir la vigencia de sistemas electorales democráticos para llevar la competencia con sus pares, si a su vez, al interior y al exterior de sus organizaciones desconocen y aplastan a la propia democracia.

mail: danchgar@hotmail.com

Permite examinar la tónica, la dinámica, la caracterización de un régimen; además de sus instituciones y estructura partidista. Si el orden partidista es fuerte, vigoroso e independiente y se establece del lado del bien y del respeto, se habla de un sistema político abierto, apegado a la transparencia y la rendición de cuentas, sinónimo de lo que se da en llamar la democracia; pero si el orden partidista se presenta débil, confuso y proclive a las sospechas y ataques personales, el sistema tiende a ser autoritario, aun por sobre las consideraciones jurídicas que surjan.

Al asumir que los partidos tienen entre sus fines “el promover la participación del pueblo en la vida democrática”, se desprende con toda naturalidad que si el sistema político mexicano debe ser democrático y los partidos han de promover la vida democrática, entonces la vida interna de estos debe regirse por los mismos principios. Nada fuera de lo común. Se trata de un principio básico.

¿No? De cumplirse la Constitución, insisto, se terminaría con los actos de rapiña política y económica; habría respeto, armonía y, por ende, paz social; asimismo, se tendría fe en la democracia porque habría certeza del total rechazo a cualquier imposición.

Esto sería notorio al momento de la designación de candidatos en los diferentes partidos políticos y al instante que las autoridades electorales los califican, cuya esencia es el respeto a los mejores dando oportunidad a los mas capacitados, a los mas honestos.

La perspectiva es que se acaben los procesos políticos hechos a la medida y surja una toma de conciencia para crear una nueva generación de dirigentes que se dediquen a conciliar las necesidades económicas y sociales de la población.

Los métodos para seleccionar a los candidatos deben alejarse de cualquier sospecha de que se trata de una imposicion, de un dedazo, de una designación arbitraria o cualquier otra modalidad de naturaleza análoga, y fundamentarse en procesos democráticos para dejar en claro, de una buena vez, que son ciertas las buenas intenciones que se proclaman.

Mal se verá cualquier partido de ahora en adelante, al exigir la vigencia de sistemas electorales democráticos para llevar la competencia con sus pares, si a su vez, al interior y al exterior de sus organizaciones desconocen y aplastan a la propia democracia.

mail: danchgar@hotmail.com