/ miércoles 23 de mayo de 2018

México es así

Una campaña política mal planeada y peor dirigida, en lugar de convencer a millones de que voten por alguien, provoca finalmente lo contrario.

Una errónea interpretación de la estrategia, un fallo en la táctica, un enfoque equivocado en las actitudes, un parpadeo en el ajedrez político, y el juego terminó.

Por todo México escucho la frase “prueba no superada”, ante los resultados de la desdichada campaña del candidato del PRI a la presidencia de la república, Francisco Labastida Ochoa en el año de 2000, y en la de su correligionario, Roberto Madrazo Pintado, en 2006.

La excepción fue el panista, Vicente Fox, quien pese a encabezar una campaña desordenada y anárquica (presagio de lo que sería su malhadado sexenio), logró llegar a Los Pinos.

No hay un análisis del efecto exacto de las campañas en los votantes, aparte de encuestas que con escaso margen de error solo retratan la inmediatez del momento.

Las campañas afectan los resultados de las elecciones de varias maneras; pero muchas creencias son parte del folclore y las leyendas urbanas.

Una interrogante es porqué los candidatos del PRI y el PAN, a pesar de disponer del apoyo de una bien aceitada maquinaria político-electoral existente en casi todo el país, no han conseguido dar alcance al candidato de Morena y desbancarlo de la posición única en que se halla.

Se dice que gran porcentaje de votantes, casi el 60%, ya tenía decidido por cuál candidato votar antes del arranque oficial de las campañas. De lo que se deduce que cada acierto y cada error de los partidos políticos le representa la suma y resta de sufragios.

Si el periodo de campaña lo conforma el lapso en que el candidato es nombrado y el día de la elección, AMLO muchos meses antes de ser candidato oficial de su partido ya actuaba como tal, y esta estrategia le redituó una auténtica mina de votos.

Sin embargo, el porcentaje de quienes deciden a último momento por quién votar ha aumentado en recientes elecciones, de acuerdo a registros.

A veces, en procesos electorales muy disputados y cerrados las campañas pueden influenciar a muchos votantes indecisos, lo suficiente como para afectar los resultados. Esta ventana de oportunidad se agranda en un sistema electoral donde el pobre control del “dinero político” sí importa para definir “quiénes se quedan y quiénes se van”.

Una campaña política mal planeada y peor dirigida, en lugar de convencer a millones de que voten por alguien, provoca finalmente lo contrario.

Una errónea interpretación de la estrategia, un fallo en la táctica, un enfoque equivocado en las actitudes, un parpadeo en el ajedrez político, y el juego terminó.

Por todo México escucho la frase “prueba no superada”, ante los resultados de la desdichada campaña del candidato del PRI a la presidencia de la república, Francisco Labastida Ochoa en el año de 2000, y en la de su correligionario, Roberto Madrazo Pintado, en 2006.

La excepción fue el panista, Vicente Fox, quien pese a encabezar una campaña desordenada y anárquica (presagio de lo que sería su malhadado sexenio), logró llegar a Los Pinos.

No hay un análisis del efecto exacto de las campañas en los votantes, aparte de encuestas que con escaso margen de error solo retratan la inmediatez del momento.

Las campañas afectan los resultados de las elecciones de varias maneras; pero muchas creencias son parte del folclore y las leyendas urbanas.

Una interrogante es porqué los candidatos del PRI y el PAN, a pesar de disponer del apoyo de una bien aceitada maquinaria político-electoral existente en casi todo el país, no han conseguido dar alcance al candidato de Morena y desbancarlo de la posición única en que se halla.

Se dice que gran porcentaje de votantes, casi el 60%, ya tenía decidido por cuál candidato votar antes del arranque oficial de las campañas. De lo que se deduce que cada acierto y cada error de los partidos políticos le representa la suma y resta de sufragios.

Si el periodo de campaña lo conforma el lapso en que el candidato es nombrado y el día de la elección, AMLO muchos meses antes de ser candidato oficial de su partido ya actuaba como tal, y esta estrategia le redituó una auténtica mina de votos.

Sin embargo, el porcentaje de quienes deciden a último momento por quién votar ha aumentado en recientes elecciones, de acuerdo a registros.

A veces, en procesos electorales muy disputados y cerrados las campañas pueden influenciar a muchos votantes indecisos, lo suficiente como para afectar los resultados. Esta ventana de oportunidad se agranda en un sistema electoral donde el pobre control del “dinero político” sí importa para definir “quiénes se quedan y quiénes se van”.