/ domingo 1 de marzo de 2020

Miguel A. Sotelo González | Riesgos y fortalezas de la 4T

Cuando David Patrick Moynihan, político y sociólogo norteamericano, escribió “todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, pero no sus propios hechos”...

Nos advertía sobre el riesgo de descalificar la simple aceptación de los datos como si un acto partidista fuera y que al construir una narrativa paralela por fuera de las coordenadas sobre las que se sigue guiando la economía neoliberal en México por ejemplo, se hace ininteligible la realidad limitando nuestra capacidad para poder realmente transformarla.

A un año del arribo al poder de la 4T, temas como la economía o un ejercicio eficaz del poder del Estado son asignaturas pendientes, en cambio la capacidad del Presidente para seguir conectando con el sentir de la gente crece inusitadamente.

Inusitadamente, porque tradicionalmente el respaldo popular a los presidentes descansa en un buen desempeño de la economía y en una eficaz gestión del aparato del Estado, sin embargo esto no ha sucedido y, contrario a lo anterior, pareciera que todo el proyecto de la 4T descansa solo en la buena imagen presidencial.

No obstante, esta ecuación no podrá durar para siempre y los resultados tenderán a volverse decrecientes, si no se amplía la base de razones para apoyar el proyecto transformador de la 4T.

Por ello es importante entender en primer término, el porqué de la caída del PIB registrado por el Inegi, en aras de poder corregir y no soslayar la realidad, las políticas de austeridad, contracción del gasto público solo han agudizado los efectos pro cíclicos que ralentizan la economía.

La austeridad por sí sola es insuficiente para eficientar el aparato de gobierno, por el contrario, los recortes indiscriminados redundan en una pérdida de derechos sociales como la salud, acceso a la seguridad, a la justicia, educacion etc., por otra parte, los recortes y subejercicios presupuestales, así como la caída de la inversión pública a un 2.9%, ha favorecido la contracción de la economía o, en el mejor de los casos, su estancamiento, pero como quiera que desee llamársele, lo cierto es que en un contexto semejante es casi imposible reducir la pobreza y desigualdad.

Los programas de asistencia social, buque insignia de toda la política popular de la 4T, son insuficientes para abatir la inequidad social, más aún, pese a los excepcionales montos aprobados en las partidas presupuestales, los datos de consumo interno no registran un incremento en el gasto, lo que podría ser indicativo de que dicho gasto ha derivado en la economía informal con el concomitante efecto de profundizar la caída de la recaudación fiscal por un lado y, por otro en la incapacidad de nuestra economía por crear más y mejores empleos con seguridad social.

Los programas de asistencia social originariamente se pensaron para amortiguar los efectos depredadores de una economía de mercado, en tanto que una economía con orientación social se ponía en marcha y proporcionaba empleo bien remunerado y seguridad social, no obstante con el paso del tiempo la economía de Mercado facilitó las políticas de asistencia social y las incorporó entre los pilares que la sostienen por la vía de hacer llevaderos los estados de vulnerabilidad a los que con suma frecuencia se ven expuestos los ciudadanos, es decir, el Mercado se ha visto subsidiado por los programas de asistencia social dentro del marco de una economía neoliberal en la cual el desempleo es crucial para inducir el abaratamiento de la mano de obra en favor del capital, solo el empleo puede cambiar esta realidad, y para ello se requiere, además de un mayor crecimiento, un nuevo arreglo sobre el reparto de la riqueza en Mexico, por medio de políticas redistributivas afincadas en el pleno empleo, que pasa por mayor gasto público y una política industrial que estimule y proteja la industria frente al exterior, como sucede en todos los países desarrollados.

De aquí que, en tanto no se abandonen los criterios neoliberales en la conducción económica de la 4T, es inconsecuente incorporar una narrativa o criterios de medición del desempeño de la economía diferentes a los que van acorde a su propia naturaleza, porque lo que no funciona es el modelo neoliberal en sí, no los datos que registran su terrible desempeño.

Por otro lado, la falta de colaboración, objetivos comunes y espíritu de equipo es inocultable, esta falta de coordinación dentro del Gobierno federal puede llevar a muchos a la fatal conclusión de llevarlos a actuar solo en función del interés personal y de grupo, esto a despecho de las profusas declaraciones públicas de lealtad a la 4T, querer negar que esto está sucediendo solo provocará la postergación de una solución que ponga remedio a esta situación.

Paradójicamente sobre todo lo anterior se monta la popularidad del Presidente, como dan muestra diversos sondeos sobre la aprobación del ejecutivo federal, siendo este el único aspecto en donde la 4T muestra fortaleza hasta el momento, podríamos especular sobre las causas a la base de ella, en principio porque se le percibe como un hombre honesto y bien intencionado y porque inversamente proporcional a la vasta aprobación presidencial está la furia que produce el mal recuerdo de los gobiernos que precedieron a la 4T, su desdén e insensibilidad social.

Sin embargo, los niveles de popularidad son exclusivos del Presidente, siendo el partido que fundó impermeable de esta aceptación electoral, como ha quedado evidenciado en los diversos procesos electorales posteriores al año de 2018, de aquí nace otra debilidad transexenal que dé continuidad a la 4T, por el momento dentro de la opinión pública no se percibe una figura de peso que pueda llenar el espacio que ocupa el Presidente, aunque también es cierto que si esto sucede dentro de la 4T, en peores circunstancias se encuentra la oposición pletórica de figuras inanes.

La austeridad por sí sola es insuficiente para eficientar el aparato de gobierno, por el contrario, los recortes indiscriminados redundan en una pérdida de derechos sociales como la salud,

Cuando David Patrick Moynihan, político y sociólogo norteamericano, escribió “todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, pero no sus propios hechos”...

Nos advertía sobre el riesgo de descalificar la simple aceptación de los datos como si un acto partidista fuera y que al construir una narrativa paralela por fuera de las coordenadas sobre las que se sigue guiando la economía neoliberal en México por ejemplo, se hace ininteligible la realidad limitando nuestra capacidad para poder realmente transformarla.

A un año del arribo al poder de la 4T, temas como la economía o un ejercicio eficaz del poder del Estado son asignaturas pendientes, en cambio la capacidad del Presidente para seguir conectando con el sentir de la gente crece inusitadamente.

Inusitadamente, porque tradicionalmente el respaldo popular a los presidentes descansa en un buen desempeño de la economía y en una eficaz gestión del aparato del Estado, sin embargo esto no ha sucedido y, contrario a lo anterior, pareciera que todo el proyecto de la 4T descansa solo en la buena imagen presidencial.

No obstante, esta ecuación no podrá durar para siempre y los resultados tenderán a volverse decrecientes, si no se amplía la base de razones para apoyar el proyecto transformador de la 4T.

Por ello es importante entender en primer término, el porqué de la caída del PIB registrado por el Inegi, en aras de poder corregir y no soslayar la realidad, las políticas de austeridad, contracción del gasto público solo han agudizado los efectos pro cíclicos que ralentizan la economía.

La austeridad por sí sola es insuficiente para eficientar el aparato de gobierno, por el contrario, los recortes indiscriminados redundan en una pérdida de derechos sociales como la salud, acceso a la seguridad, a la justicia, educacion etc., por otra parte, los recortes y subejercicios presupuestales, así como la caída de la inversión pública a un 2.9%, ha favorecido la contracción de la economía o, en el mejor de los casos, su estancamiento, pero como quiera que desee llamársele, lo cierto es que en un contexto semejante es casi imposible reducir la pobreza y desigualdad.

Los programas de asistencia social, buque insignia de toda la política popular de la 4T, son insuficientes para abatir la inequidad social, más aún, pese a los excepcionales montos aprobados en las partidas presupuestales, los datos de consumo interno no registran un incremento en el gasto, lo que podría ser indicativo de que dicho gasto ha derivado en la economía informal con el concomitante efecto de profundizar la caída de la recaudación fiscal por un lado y, por otro en la incapacidad de nuestra economía por crear más y mejores empleos con seguridad social.

Los programas de asistencia social originariamente se pensaron para amortiguar los efectos depredadores de una economía de mercado, en tanto que una economía con orientación social se ponía en marcha y proporcionaba empleo bien remunerado y seguridad social, no obstante con el paso del tiempo la economía de Mercado facilitó las políticas de asistencia social y las incorporó entre los pilares que la sostienen por la vía de hacer llevaderos los estados de vulnerabilidad a los que con suma frecuencia se ven expuestos los ciudadanos, es decir, el Mercado se ha visto subsidiado por los programas de asistencia social dentro del marco de una economía neoliberal en la cual el desempleo es crucial para inducir el abaratamiento de la mano de obra en favor del capital, solo el empleo puede cambiar esta realidad, y para ello se requiere, además de un mayor crecimiento, un nuevo arreglo sobre el reparto de la riqueza en Mexico, por medio de políticas redistributivas afincadas en el pleno empleo, que pasa por mayor gasto público y una política industrial que estimule y proteja la industria frente al exterior, como sucede en todos los países desarrollados.

De aquí que, en tanto no se abandonen los criterios neoliberales en la conducción económica de la 4T, es inconsecuente incorporar una narrativa o criterios de medición del desempeño de la economía diferentes a los que van acorde a su propia naturaleza, porque lo que no funciona es el modelo neoliberal en sí, no los datos que registran su terrible desempeño.

Por otro lado, la falta de colaboración, objetivos comunes y espíritu de equipo es inocultable, esta falta de coordinación dentro del Gobierno federal puede llevar a muchos a la fatal conclusión de llevarlos a actuar solo en función del interés personal y de grupo, esto a despecho de las profusas declaraciones públicas de lealtad a la 4T, querer negar que esto está sucediendo solo provocará la postergación de una solución que ponga remedio a esta situación.

Paradójicamente sobre todo lo anterior se monta la popularidad del Presidente, como dan muestra diversos sondeos sobre la aprobación del ejecutivo federal, siendo este el único aspecto en donde la 4T muestra fortaleza hasta el momento, podríamos especular sobre las causas a la base de ella, en principio porque se le percibe como un hombre honesto y bien intencionado y porque inversamente proporcional a la vasta aprobación presidencial está la furia que produce el mal recuerdo de los gobiernos que precedieron a la 4T, su desdén e insensibilidad social.

Sin embargo, los niveles de popularidad son exclusivos del Presidente, siendo el partido que fundó impermeable de esta aceptación electoral, como ha quedado evidenciado en los diversos procesos electorales posteriores al año de 2018, de aquí nace otra debilidad transexenal que dé continuidad a la 4T, por el momento dentro de la opinión pública no se percibe una figura de peso que pueda llenar el espacio que ocupa el Presidente, aunque también es cierto que si esto sucede dentro de la 4T, en peores circunstancias se encuentra la oposición pletórica de figuras inanes.

La austeridad por sí sola es insuficiente para eficientar el aparato de gobierno, por el contrario, los recortes indiscriminados redundan en una pérdida de derechos sociales como la salud,