/ domingo 26 de enero de 2020

Neoliberalismo III

Las dos principales demandas del neoliberalismo se pueden reducir a la exención fiscal de los impuestos y a la des-regulación de los Mercados; todo lo demás solo es consecuencia.

En aras de tal propósito, los partidarios del neoliberalismo a ultranza o libertarismo han derramado ríos de tinta intentando justificar las bondades del neoliberalismo radical frente a otros modos de organización económica en los que las políticas igualitarias redistributivas desempeñen un papel axial.

Entre los pensadores contemporáneos del capitalismo salvaje o neoliberalismo a ultranza destaca Robert Nozick (1938-2002), cuya obra Anarquía, Estado y Utopía, puede considerarse el abrevadero al que todos los neoliberales acuden para fundamentar su posición ética, política y económica.

En Anarquía, Estado y Utopia Nozick, no parte de la libertad, sino del derecho a la propiedad privada, para Nozick, el hombre no solo es dueño de los objetos que posee, sino también de su cuerpo, así como del producto de su esfuerzo, en consecuencia, el Estado no puede privar de su propiedad a quien con el producto de su esfuerzo acumula un capital, con el propósito de redistribuir a los sectores empobrecidos de la sociedad.

En apariencia, el formalismo hipotético de Nozick, es como una ecuación de segundo grado, lógicamente impecable pero sin tener contenido o correlato en el mundo material de los hechos humanos, es en el mundo real donde los acontecimientos suceden de manera muy distinta.

Sin duda Karl Marx coincidiría con la posición de Nozick, el hombre es dueño de su trabajo, no obstante Marx más realista, sabe que en la realidad por medio de la división del trabajo y la revolución industrial, el hombre se ve despojado por el capital del valor real de su esfuerzo, convirtiéndose el mismo en una mercancía más entre tantas otras a cambio de un precio fijado en los limites de su supervivencia que le permita reproducir su esfuerzo físico en la jornada siguiente, en este caso, la libertad del trabajador es una simple ficción, porque quien se haya ante la disyuntiva de morir de hambre y su familia o aceptar un mal salario a cambio de su trabajo tiene poco margen de acción para ejercer su libertad de elección.

Las ideas de Nozick (al decir Nozick, decimos de todos los neoliberales, al ser este el más conspicuo de sus pensadores), padecen una falla de origen y es que se desarrollan dentro del marco de un Estado y sociedad neoliberal donde la escasez y la desigualdad se dan por supuestas, y en donde cualquier actividad estatal más allá de las funciones de seguridad policial y judicial al que Nozick las reduce no pueden, ni deben tener lugar.

El reproche ético que plantea Nozick y los partidarios neoliberales sobre las políticas igualitarias redistributivas que llaman autoritarias porque los despoja de su propiedad, deja de ser, cuando cambiamos la organización económica neoliberal de la tradicional ecuación recaudación-gasto público, y la sustituimos por la keynesiana de gasto público-recaudación.

Durante el New Deal de la era de Roosevelt en los Estados Unidos, las cosas funcionaron de manera muy diferente a lo que sucede en la actualidad con el neoliberalismo, y funcionaron muy bien, en aquel entonces, el Estado primero gasto y después cobro impuestos, pero no con el propósito de obtener ingresos para el Estado como lo reconoció Beardsley Ruml, quien presidió el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos en los años 40s. En la publicación “Los Impuestos como Fuente de Ingresos son Obsoletos”,

Para Ruml, los impuestos antes que financiar el gasto público sirven para sacar de circulación el excedente monetario y con ello evitar las presiones inflacionarias que destruyen los ingresos de los hogares.

Ahora bien, puesto que la recaudación impositiva del Estado, no sería el origen del financiamiento de las políticas redistributivas, no hay lugar al dilema moral que plantean los neoliberales radicales o libertarios por sentirse perturbados en su propiedad patrimonial.

Con propósito de que el gasto público sea productivo y acarree consigo bienestar social debería ser destinado a la creación de empleos y no a programas asistenciales que compensen los ingresos, ya que la evidencia empírica ha mostrado que el reparto de dinero o renta básica universal, además de estar dentro de la lógica del neoliberalismo al no cuestionar la desigualdad social, no reduce las brechas de la desigualdad material y opera como subsidio para el capital, evitando por esta vía ofrecer mejores salarios.

Solo el empleo bien remunerado con seguridad social garantizada, puede ofrecer una calidad de vida por encima de la que se obtiene con la entrega de dinero y así podremos remediar los efectos del neoliberalismo en la sociedad.

Las dos principales demandas del neoliberalismo se pueden reducir a la exención fiscal de los impuestos y a la des-regulación de los Mercados; todo lo demás solo es consecuencia.

En aras de tal propósito, los partidarios del neoliberalismo a ultranza o libertarismo han derramado ríos de tinta intentando justificar las bondades del neoliberalismo radical frente a otros modos de organización económica en los que las políticas igualitarias redistributivas desempeñen un papel axial.

Entre los pensadores contemporáneos del capitalismo salvaje o neoliberalismo a ultranza destaca Robert Nozick (1938-2002), cuya obra Anarquía, Estado y Utopía, puede considerarse el abrevadero al que todos los neoliberales acuden para fundamentar su posición ética, política y económica.

En Anarquía, Estado y Utopia Nozick, no parte de la libertad, sino del derecho a la propiedad privada, para Nozick, el hombre no solo es dueño de los objetos que posee, sino también de su cuerpo, así como del producto de su esfuerzo, en consecuencia, el Estado no puede privar de su propiedad a quien con el producto de su esfuerzo acumula un capital, con el propósito de redistribuir a los sectores empobrecidos de la sociedad.

En apariencia, el formalismo hipotético de Nozick, es como una ecuación de segundo grado, lógicamente impecable pero sin tener contenido o correlato en el mundo material de los hechos humanos, es en el mundo real donde los acontecimientos suceden de manera muy distinta.

Sin duda Karl Marx coincidiría con la posición de Nozick, el hombre es dueño de su trabajo, no obstante Marx más realista, sabe que en la realidad por medio de la división del trabajo y la revolución industrial, el hombre se ve despojado por el capital del valor real de su esfuerzo, convirtiéndose el mismo en una mercancía más entre tantas otras a cambio de un precio fijado en los limites de su supervivencia que le permita reproducir su esfuerzo físico en la jornada siguiente, en este caso, la libertad del trabajador es una simple ficción, porque quien se haya ante la disyuntiva de morir de hambre y su familia o aceptar un mal salario a cambio de su trabajo tiene poco margen de acción para ejercer su libertad de elección.

Las ideas de Nozick (al decir Nozick, decimos de todos los neoliberales, al ser este el más conspicuo de sus pensadores), padecen una falla de origen y es que se desarrollan dentro del marco de un Estado y sociedad neoliberal donde la escasez y la desigualdad se dan por supuestas, y en donde cualquier actividad estatal más allá de las funciones de seguridad policial y judicial al que Nozick las reduce no pueden, ni deben tener lugar.

El reproche ético que plantea Nozick y los partidarios neoliberales sobre las políticas igualitarias redistributivas que llaman autoritarias porque los despoja de su propiedad, deja de ser, cuando cambiamos la organización económica neoliberal de la tradicional ecuación recaudación-gasto público, y la sustituimos por la keynesiana de gasto público-recaudación.

Durante el New Deal de la era de Roosevelt en los Estados Unidos, las cosas funcionaron de manera muy diferente a lo que sucede en la actualidad con el neoliberalismo, y funcionaron muy bien, en aquel entonces, el Estado primero gasto y después cobro impuestos, pero no con el propósito de obtener ingresos para el Estado como lo reconoció Beardsley Ruml, quien presidió el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos en los años 40s. En la publicación “Los Impuestos como Fuente de Ingresos son Obsoletos”,

Para Ruml, los impuestos antes que financiar el gasto público sirven para sacar de circulación el excedente monetario y con ello evitar las presiones inflacionarias que destruyen los ingresos de los hogares.

Ahora bien, puesto que la recaudación impositiva del Estado, no sería el origen del financiamiento de las políticas redistributivas, no hay lugar al dilema moral que plantean los neoliberales radicales o libertarios por sentirse perturbados en su propiedad patrimonial.

Con propósito de que el gasto público sea productivo y acarree consigo bienestar social debería ser destinado a la creación de empleos y no a programas asistenciales que compensen los ingresos, ya que la evidencia empírica ha mostrado que el reparto de dinero o renta básica universal, además de estar dentro de la lógica del neoliberalismo al no cuestionar la desigualdad social, no reduce las brechas de la desigualdad material y opera como subsidio para el capital, evitando por esta vía ofrecer mejores salarios.

Solo el empleo bien remunerado con seguridad social garantizada, puede ofrecer una calidad de vida por encima de la que se obtiene con la entrega de dinero y así podremos remediar los efectos del neoliberalismo en la sociedad.