/ lunes 30 de diciembre de 2019

Siete Copas

Hay quienes dividen la vida en décadas o toman como parteaguas una fecha importante, lo que en Estados Unidos se denomina “Turning Point”, o sea, “giro decisivo o punto de inflexión”, presagio de un nuevo ciclo; sin embargo, existen aquellos que parten la existencia de otra forma, la dividen en periodos que marcan las Copas del Mundo de la FIFA, después de todo, el futbol, más que un deporte, representa un hecho sociológico.

¿Con siete Copas a cuestas qué pasa?

Me refiero a las Copas del balompié, obviamente.

En siete Copas (casi treinta años), cambian las costumbres, la política, los gobiernos, la manera de divertirse, la ciencia, la tecnología, el transporte, la moda.

Hace siete Copas el planeta no estaba, pese a todo, “loco de atar”, como ahora, ni necesitaba la camisa de fuerza que hoy apenas lo sujeta, prenda sin la cual luciría incontrolable y mayormente expuesto a los dictados de la providencia.

Hace siete Copas nadie imaginaba ni recónditamente que el enemigo número uno de Estados Unidos sería la república china, nación que ha experimentado un crecimiento económico de nueve por ciento en los ultimos veinte años, situación que, de seguir así, lo transformará en poco tiempo en un líder comercial de proporciones insospechadas. Ello tiene muy inquietos a personajes muy poderosos del vecino país del norte. Y recordemos, México es socio de Estados Unidos con el T-MEC.

Hace siete Copas los mexicanos igualmente recibíamos golizas, pero nunca se previó la irrupción y ascenso del neoliberalismo económico en nuestro país, doctrina ajena a nuestra manera de ser, de pensar, de sentir, y en la que, hablando claro, “muy pocos golean a muchos”.

Hace siete Copas nadie sospechaba cómo el neoliberalismo a toda vela afectaría los valores de los jóvenes nacidos entre los años de 1976 y 1981 (considerado la primera generación de hijos del modelo a comentario), y que el nacionalismo ocuparía, como hoy sucede en nuestro territorio, el lugar numero 33 de un total de 35 valores medidos.

Hace siete Copas nadie adivinó la manera en que los migrantes mexicanos se convertirían en moneda de cambio para republicanos y demócratas (no solo para Donald Trump) en cualquier trato con nuestro país, incluso en el estira y afloja presupuestal para dotar al gobierno de Washington de fondos para la construcción de un muro fronterizo. Una vez más recordemos que el maquiavelismo fue antes que Maquiavelo.

Después de siete copas, “todo pasa y todo queda”, dijo Antonio Machado, pero queda una certeza: ¿no es esta clase de golizas al pueblo locura propia de este tiempo?

Hay quienes dividen la vida en décadas o toman como parteaguas una fecha importante, lo que en Estados Unidos se denomina “Turning Point”, o sea, “giro decisivo o punto de inflexión”, presagio de un nuevo ciclo; sin embargo, existen aquellos que parten la existencia de otra forma, la dividen en periodos que marcan las Copas del Mundo de la FIFA, después de todo, el futbol, más que un deporte, representa un hecho sociológico.

¿Con siete Copas a cuestas qué pasa?

Me refiero a las Copas del balompié, obviamente.

En siete Copas (casi treinta años), cambian las costumbres, la política, los gobiernos, la manera de divertirse, la ciencia, la tecnología, el transporte, la moda.

Hace siete Copas el planeta no estaba, pese a todo, “loco de atar”, como ahora, ni necesitaba la camisa de fuerza que hoy apenas lo sujeta, prenda sin la cual luciría incontrolable y mayormente expuesto a los dictados de la providencia.

Hace siete Copas nadie imaginaba ni recónditamente que el enemigo número uno de Estados Unidos sería la república china, nación que ha experimentado un crecimiento económico de nueve por ciento en los ultimos veinte años, situación que, de seguir así, lo transformará en poco tiempo en un líder comercial de proporciones insospechadas. Ello tiene muy inquietos a personajes muy poderosos del vecino país del norte. Y recordemos, México es socio de Estados Unidos con el T-MEC.

Hace siete Copas los mexicanos igualmente recibíamos golizas, pero nunca se previó la irrupción y ascenso del neoliberalismo económico en nuestro país, doctrina ajena a nuestra manera de ser, de pensar, de sentir, y en la que, hablando claro, “muy pocos golean a muchos”.

Hace siete Copas nadie sospechaba cómo el neoliberalismo a toda vela afectaría los valores de los jóvenes nacidos entre los años de 1976 y 1981 (considerado la primera generación de hijos del modelo a comentario), y que el nacionalismo ocuparía, como hoy sucede en nuestro territorio, el lugar numero 33 de un total de 35 valores medidos.

Hace siete Copas nadie adivinó la manera en que los migrantes mexicanos se convertirían en moneda de cambio para republicanos y demócratas (no solo para Donald Trump) en cualquier trato con nuestro país, incluso en el estira y afloja presupuestal para dotar al gobierno de Washington de fondos para la construcción de un muro fronterizo. Una vez más recordemos que el maquiavelismo fue antes que Maquiavelo.

Después de siete copas, “todo pasa y todo queda”, dijo Antonio Machado, pero queda una certeza: ¿no es esta clase de golizas al pueblo locura propia de este tiempo?