/ sábado 22 de septiembre de 2018

Teoría del desastre

El ciclón Hilda que golpeó en nuestra zona hace se-senta y tres años nos recuerda que vivimos en un país de riesgos y peligros.

De allí el apremio por organizarnos como sociedad y disponer eficazmente de los recursos indispensables para salvar vidas humanas y atender emergencias.

Lo crucial de las autoridades es evitar que ante el azote de fenómenos naturales o provocados la gente reclame y diga: ¿Por qué no nos dijiste?

A causa de las explosiones de San Juanico y el terremoto del 19 de septiembre de mil novecientos ochenta y cinco, se formó la red de Unidades de Protección Civil. Estas estructuras ahora disponen de normatividad y aparecen en los organigramas de todos los estados y en el conjunto de los municipios. Sin embargo, frecuentemente sufren reducciones en su presupuesto, recortes en sus organigramas, compactaciones administrativas y unas simplemente desaparecieron.

Hay avisos que no se escuchan.

Cada vez que se declara un estado de alerta con motivo de la temporada de ciclones se exhiben las lacerantes carencias económicas que afligen a los habitantes, hecho que contrasta con el absurdo gasto de dinero en las campañas proselitistas. Y de las corruptelas para que hablar. La reconstrucción tras las catástrofes solo sirve para engrosar la cadena de historias de enriquecimientos inexplicables. Se diría que las calamidades son un premio al neoliberalismo económico sinvergüenza que de la obra de “proveer mejor los bienes y servicios que las victimas necesitan, ha hecho una industria” gananciosa. Claro, el beneficio es para quienes se manifiestan “listos” para aprovechar la crisis climática reinante. Y ya sabemos como termina este orden de asuntos.

El objetivo de protegernos de los desastres conlleva una sociedad fuerte, que permita enfrentar las adversidades probablemente creadas por el cambio climático y la desigualdad de oportunidades. La creación de empleos en la cantidad y calidad necesaria. Trabajos bien remunerados. Mas transporte publico, vivienda digna, y también impedir que las empresas utilicen el medio ambiente como una cloaca abierta.

Esta crisis es realmente una oportunidad, un momento para estar conscientes de nuestro papel en el mundo natural y dar un salto evolutivo, o podría ser, ojala no, otro ladrillo en el muro que brutalmente separa a ganadores y perdedores en “un planeta donde la frase “salvese el que pueda” es la regla y no la excepcion.

Como colofón, una tesis del neoliberalismo, se trata de un modelo económico que da mucho a muy pocos, y a la mayoría…poco, casi nada.

El ciclón Hilda que golpeó en nuestra zona hace se-senta y tres años nos recuerda que vivimos en un país de riesgos y peligros.

De allí el apremio por organizarnos como sociedad y disponer eficazmente de los recursos indispensables para salvar vidas humanas y atender emergencias.

Lo crucial de las autoridades es evitar que ante el azote de fenómenos naturales o provocados la gente reclame y diga: ¿Por qué no nos dijiste?

A causa de las explosiones de San Juanico y el terremoto del 19 de septiembre de mil novecientos ochenta y cinco, se formó la red de Unidades de Protección Civil. Estas estructuras ahora disponen de normatividad y aparecen en los organigramas de todos los estados y en el conjunto de los municipios. Sin embargo, frecuentemente sufren reducciones en su presupuesto, recortes en sus organigramas, compactaciones administrativas y unas simplemente desaparecieron.

Hay avisos que no se escuchan.

Cada vez que se declara un estado de alerta con motivo de la temporada de ciclones se exhiben las lacerantes carencias económicas que afligen a los habitantes, hecho que contrasta con el absurdo gasto de dinero en las campañas proselitistas. Y de las corruptelas para que hablar. La reconstrucción tras las catástrofes solo sirve para engrosar la cadena de historias de enriquecimientos inexplicables. Se diría que las calamidades son un premio al neoliberalismo económico sinvergüenza que de la obra de “proveer mejor los bienes y servicios que las victimas necesitan, ha hecho una industria” gananciosa. Claro, el beneficio es para quienes se manifiestan “listos” para aprovechar la crisis climática reinante. Y ya sabemos como termina este orden de asuntos.

El objetivo de protegernos de los desastres conlleva una sociedad fuerte, que permita enfrentar las adversidades probablemente creadas por el cambio climático y la desigualdad de oportunidades. La creación de empleos en la cantidad y calidad necesaria. Trabajos bien remunerados. Mas transporte publico, vivienda digna, y también impedir que las empresas utilicen el medio ambiente como una cloaca abierta.

Esta crisis es realmente una oportunidad, un momento para estar conscientes de nuestro papel en el mundo natural y dar un salto evolutivo, o podría ser, ojala no, otro ladrillo en el muro que brutalmente separa a ganadores y perdedores en “un planeta donde la frase “salvese el que pueda” es la regla y no la excepcion.

Como colofón, una tesis del neoliberalismo, se trata de un modelo económico que da mucho a muy pocos, y a la mayoría…poco, casi nada.