/ domingo 26 de noviembre de 2023

Vivencias | Tolerar la frustración

¿Sabías que hoy en día, uno de los trastornos de la personalidad más comunes es la intolerancia a la frustración?

Todos sabemos porque la hemos vivido, lo que es la frustración. Ese sentimiento de tristeza, ira, amargura, coraje a veces, cuando no conseguimos lo que deseamos, perdemos algo o alguien que queremos, no nos dan lo que esperamos... Sobre todo, las personas de mi edad, aprendimos desde niños a manejarla. Quizá sin saberlo, nuestros padres nos dieron una de las herramientas más valiosas que tuvimos para salir adelante.

No sé si porque las familias eran grandes, o porque no teníamos a la mano tantos medios de comunicación que nos creaban necesidades absurdas, como tener una marca especial de tenis, o de juguetes, quizá porque solo había misceláneas y uno que otro super donde lo máximo que vendían eran muñecas que movían los ojos, o canicas, o trompos, o muñecas de papel recortables. No sé si porque no había dinero suficiente o porque solo pensar en pedir algo, nos imaginábamos una de esas miradas que aún le envidio a mi mamá, que nos dejaba quietos y casi que mudos.

No conseguir lo que queríamos era parte de nuestro día, pasaba lo mismo en la escuela, aunque fuera injusto, te castigaban, y a la menor indisciplina mandaban llamar a tu mamá, y ni siquiera ponían en duda el dicho del maestro.

Sin embargo, la frustración era un sentimiento tan pasajero que al minuto ya andábamos jugando con un palillo, haciendo pasteles de lodo, o corriendo como locos jugando a la roña. No pasaba de un berrinche o unas lágrimas que tenías que limpiarte solo. ¿Y qué pasó después? Lo que yo creo que nos pasa a la mayoría de nosotros, nos fuimos al extremo. Empezamos a darles a nuestros hijos de más, a sacrificar tiempo y recursos para que no les faltara lo que quisieran y fuimos creando personas con menos tolerancia a la frustración. Y por si fuera poco, empezaron a existir miles de juguetes y medios de comunicación y redes sociales.

Tener la fuerza para aceptar lo que no se puede, lo que no se tiene, aprender a que tenemos que ser capaces de afrontar los problemas o las carencias y seguir adelante, es algo imprescindible para ser feliz.

Por eso me atrevo a dar un consejo: si tienes un hijo o un niño por educar, no le digas que sí a todo lo que quieran o pidan, ni resuelvas problemas que ellos tienen que afrontar.

Tenemos que enseñarles y aprender nosotros mismos, que a veces no se logra lo que se quiere, y que no pasa nada. Y que a veces la respuesta que recibes es un NO.

Un niño que desarrolla una alta tolerancia a la frustración enfrenta cualquier desafío que la vida le depare y no se derrumbará jamás.

Y de eso se trata la vida, de no rendirse jamás.

¿Sabías que hoy en día, uno de los trastornos de la personalidad más comunes es la intolerancia a la frustración?

Todos sabemos porque la hemos vivido, lo que es la frustración. Ese sentimiento de tristeza, ira, amargura, coraje a veces, cuando no conseguimos lo que deseamos, perdemos algo o alguien que queremos, no nos dan lo que esperamos... Sobre todo, las personas de mi edad, aprendimos desde niños a manejarla. Quizá sin saberlo, nuestros padres nos dieron una de las herramientas más valiosas que tuvimos para salir adelante.

No sé si porque las familias eran grandes, o porque no teníamos a la mano tantos medios de comunicación que nos creaban necesidades absurdas, como tener una marca especial de tenis, o de juguetes, quizá porque solo había misceláneas y uno que otro super donde lo máximo que vendían eran muñecas que movían los ojos, o canicas, o trompos, o muñecas de papel recortables. No sé si porque no había dinero suficiente o porque solo pensar en pedir algo, nos imaginábamos una de esas miradas que aún le envidio a mi mamá, que nos dejaba quietos y casi que mudos.

No conseguir lo que queríamos era parte de nuestro día, pasaba lo mismo en la escuela, aunque fuera injusto, te castigaban, y a la menor indisciplina mandaban llamar a tu mamá, y ni siquiera ponían en duda el dicho del maestro.

Sin embargo, la frustración era un sentimiento tan pasajero que al minuto ya andábamos jugando con un palillo, haciendo pasteles de lodo, o corriendo como locos jugando a la roña. No pasaba de un berrinche o unas lágrimas que tenías que limpiarte solo. ¿Y qué pasó después? Lo que yo creo que nos pasa a la mayoría de nosotros, nos fuimos al extremo. Empezamos a darles a nuestros hijos de más, a sacrificar tiempo y recursos para que no les faltara lo que quisieran y fuimos creando personas con menos tolerancia a la frustración. Y por si fuera poco, empezaron a existir miles de juguetes y medios de comunicación y redes sociales.

Tener la fuerza para aceptar lo que no se puede, lo que no se tiene, aprender a que tenemos que ser capaces de afrontar los problemas o las carencias y seguir adelante, es algo imprescindible para ser feliz.

Por eso me atrevo a dar un consejo: si tienes un hijo o un niño por educar, no le digas que sí a todo lo que quieran o pidan, ni resuelvas problemas que ellos tienen que afrontar.

Tenemos que enseñarles y aprender nosotros mismos, que a veces no se logra lo que se quiere, y que no pasa nada. Y que a veces la respuesta que recibes es un NO.

Un niño que desarrolla una alta tolerancia a la frustración enfrenta cualquier desafío que la vida le depare y no se derrumbará jamás.

Y de eso se trata la vida, de no rendirse jamás.