/ domingo 20 de junio de 2021

Clase media o desclasados

El reproche lanzado desde la conferencia mañanera del Presidente López Obrador en contra de aquellos aspiracionistas que buscan escalar posición social a costa de ir pisando la cabeza de los demás es muy acertado.

Lamentablemente el comentario fue tergiversado por algunos sectores de la élite del país con el propósito de indisponer a la clase media en general en contra del Presidente, lo que se potenció con el hecho de que algunas capas sociales ya no quieren entender el verdadero sentido de las palabras del Presidente, sino reafirmar y confirmar los prejuicios que tienen sobre de él.

Siendo ésta y no otra la razón por la cual y a pesar de que el Presidente fue muy claro al precisar que reprochaba “el egoísmo aspiracional” y a pesar de ello, muchos se sintieron aludidos y ofendidos.

Pero en verdad, ¿Creen estas personas que el egoísmo aspiracional es una virtud digna de alardear? ¿Creen correcto pasar por encima de los demás a cualquier precio? Porque a esto se refiere el Presidente con su reproche, no al hecho de que la gente con su esfuerzo y sin ánimo de lastimar a nadie fuera progresando materialmente, pero ya sea por pobreza de espíritu, ignorancia ética o simplemente ganas de no entender por qué así colman sus prejuicios, el punto es que el comentario presidencial generó toda una controversia.

En realidad el Presidente con su reproche se quedó corto, porque lo circunscribe al ámbito de la ética individual cuando la cuestión involucra un fenómeno social muy conocido, denominado desclasamiento social, mediante el cual el sistema capitalista ha engañado con una promesa falsa: creer que aparentar ser es lo mismo que llegar a ser, lo que no nunca podrán ser.

Crear desclasados ha sido y es uno de los objetivos del capitalismo, porque es el camino más corto para conseguir la fragmentación de una clase social a la que hay que mantener a raya.

La peculiar posición transicional de la clase media los hace presa fácil de una pérdida de identidad social, no dejan de ser de dónde vienen ni acaban de ser adónde van, reniegan de lo primero y absorben valores, costumbres y lenguaje de lo segundo.

Facilitar la deserción de la clase origen allana el objeto final del sistema capitalista que es el de desintegrar todo lo que suponga un obstáculo organizado y comprometido con la defensa de clase.

Empleados del sector privado contra los del sector público, contratados temporales contra fijos, nativos contra inmigrantes o jóvenes contra mayores. Los iguales, cada vez más, se convierten en enemigos y el desclasado es la cuña perfecta para la fragmentación.

Los desclasados se caracterizan, no por aspirar a la legítima mejora de su status, sino por olvidar su procedencia y construir un relato que les aparta del compromiso que un día tuvieron sus padres con ellos, con sus vecinos o con sus compañeros de trabajo.

En definitiva, con todo lo colectivo, con todo lo que a través de las emociones del orgullo de clase se ha construido para su distribución.

Los desclasados, a los que se les han regalado los derechos, son de una alta exigencia. Cualquier molestia que se les propicie es inconstitucional y el estado de bienestar ha sido gratuitamente llovido del cielo, por eso no siente pena en ayudar a demolerlo; las pensiones, la igualdad de género, la salud laboral.

No se afilian a partidos o sindicatos, porque para eso están otros, nunca se comprometen con opciones comprometidas porque ellos son “librepensadores” y el mundo, demostrado queda, ha avanzado gracias a su concepción individualista.

Son lo que Umberto Eco llamó anarco-conservadores, no admiten ninguna propuesta política operativa, porque identifican los compromisos que ello implica, afirman que toda la gente que se dedica a la política lo único que hace es engañar al pueblo, que protesta contra los males de la sociedad, pero sobre todo, protesta contra los que protestan contra los males de la sociedad.

Para Eco el término designa aquel individuo que, bajo la máscara de una polémica dirigida contra los partidos políticos en nombre de una necesidad de mejorar persiguen en realidad unos fines de carácter conservador, es un contestatario regresivo, un subversivo tradicionalista. El Superhombre de Masas Ídem.

Por lo tanto, son “apolíticos” y consideran que las ideologías están superadas; que es tanto como decir que se encuentran en una permanente fuga de su clase social porque en su baja autoestima no se soportan en ella.

Ellos, defensores de lo suyo, por un azaroso devenir social, han podido llegar a convertirse en clase dominante. Como buen desclasado solo existen los derechos propios. Los desclasados, desde posiciones críticas pasivas, siempre tienen a mano a aquellos que se movilizan por algo colectivo para zarandearlos y presentarlos como chivos expiatorios de sus culpas, se muestran ágiles a la hora de participar de forma on-line o en las barras de café sobre cómo arreglar el mundo o incluso echan espuma por la boca en los comentarios de los periódicos digitales con seudónimos que no les impliquen; aunque eso sí están prestos a enarbolar banderas, sobre un patético sustrato folklórico, cantando la efímera banda sonora de su equipo de futbol favorito.

Producto del esfuerzo de lo público becas, salud universal, prestaciones sociales y de todos aquellos que trabajan por lo público, los desclasados han ido alcanzando espacios de autonomía, independencia y bienestar, pero dicen estar hartos de ser ellos los que sufragan, pagan impuestos y generan empleos, y por eso se apuntan al nuevo modernismo de pedir la bajada de impuestos o reclamar la “flexibilización” en la organización del trabajo porque tienen la ventaja personal de facilitar su supervivencia individual, acabando, dicen con “viejas rémoras del pasado”, aunque estas sean las que hagan sostenible sus derechos.

La fotografía que representa a los desclasados podría ser la de una figura egipcia que siempre mira para otro lado; “esta guerra no es mía”.

Estos son la clase media aspiracionista a los que se refería el Presidente, si usted no se encuentra en alguna de las hipótesis expuestas, no tiene por qué ponerse el saco.

Regeneración.

El reproche lanzado desde la conferencia mañanera del Presidente López Obrador en contra de aquellos aspiracionistas que buscan escalar posición social a costa de ir pisando la cabeza de los demás es muy acertado.

Lamentablemente el comentario fue tergiversado por algunos sectores de la élite del país con el propósito de indisponer a la clase media en general en contra del Presidente, lo que se potenció con el hecho de que algunas capas sociales ya no quieren entender el verdadero sentido de las palabras del Presidente, sino reafirmar y confirmar los prejuicios que tienen sobre de él.

Siendo ésta y no otra la razón por la cual y a pesar de que el Presidente fue muy claro al precisar que reprochaba “el egoísmo aspiracional” y a pesar de ello, muchos se sintieron aludidos y ofendidos.

Pero en verdad, ¿Creen estas personas que el egoísmo aspiracional es una virtud digna de alardear? ¿Creen correcto pasar por encima de los demás a cualquier precio? Porque a esto se refiere el Presidente con su reproche, no al hecho de que la gente con su esfuerzo y sin ánimo de lastimar a nadie fuera progresando materialmente, pero ya sea por pobreza de espíritu, ignorancia ética o simplemente ganas de no entender por qué así colman sus prejuicios, el punto es que el comentario presidencial generó toda una controversia.

En realidad el Presidente con su reproche se quedó corto, porque lo circunscribe al ámbito de la ética individual cuando la cuestión involucra un fenómeno social muy conocido, denominado desclasamiento social, mediante el cual el sistema capitalista ha engañado con una promesa falsa: creer que aparentar ser es lo mismo que llegar a ser, lo que no nunca podrán ser.

Crear desclasados ha sido y es uno de los objetivos del capitalismo, porque es el camino más corto para conseguir la fragmentación de una clase social a la que hay que mantener a raya.

La peculiar posición transicional de la clase media los hace presa fácil de una pérdida de identidad social, no dejan de ser de dónde vienen ni acaban de ser adónde van, reniegan de lo primero y absorben valores, costumbres y lenguaje de lo segundo.

Facilitar la deserción de la clase origen allana el objeto final del sistema capitalista que es el de desintegrar todo lo que suponga un obstáculo organizado y comprometido con la defensa de clase.

Empleados del sector privado contra los del sector público, contratados temporales contra fijos, nativos contra inmigrantes o jóvenes contra mayores. Los iguales, cada vez más, se convierten en enemigos y el desclasado es la cuña perfecta para la fragmentación.

Los desclasados se caracterizan, no por aspirar a la legítima mejora de su status, sino por olvidar su procedencia y construir un relato que les aparta del compromiso que un día tuvieron sus padres con ellos, con sus vecinos o con sus compañeros de trabajo.

En definitiva, con todo lo colectivo, con todo lo que a través de las emociones del orgullo de clase se ha construido para su distribución.

Los desclasados, a los que se les han regalado los derechos, son de una alta exigencia. Cualquier molestia que se les propicie es inconstitucional y el estado de bienestar ha sido gratuitamente llovido del cielo, por eso no siente pena en ayudar a demolerlo; las pensiones, la igualdad de género, la salud laboral.

No se afilian a partidos o sindicatos, porque para eso están otros, nunca se comprometen con opciones comprometidas porque ellos son “librepensadores” y el mundo, demostrado queda, ha avanzado gracias a su concepción individualista.

Son lo que Umberto Eco llamó anarco-conservadores, no admiten ninguna propuesta política operativa, porque identifican los compromisos que ello implica, afirman que toda la gente que se dedica a la política lo único que hace es engañar al pueblo, que protesta contra los males de la sociedad, pero sobre todo, protesta contra los que protestan contra los males de la sociedad.

Para Eco el término designa aquel individuo que, bajo la máscara de una polémica dirigida contra los partidos políticos en nombre de una necesidad de mejorar persiguen en realidad unos fines de carácter conservador, es un contestatario regresivo, un subversivo tradicionalista. El Superhombre de Masas Ídem.

Por lo tanto, son “apolíticos” y consideran que las ideologías están superadas; que es tanto como decir que se encuentran en una permanente fuga de su clase social porque en su baja autoestima no se soportan en ella.

Ellos, defensores de lo suyo, por un azaroso devenir social, han podido llegar a convertirse en clase dominante. Como buen desclasado solo existen los derechos propios. Los desclasados, desde posiciones críticas pasivas, siempre tienen a mano a aquellos que se movilizan por algo colectivo para zarandearlos y presentarlos como chivos expiatorios de sus culpas, se muestran ágiles a la hora de participar de forma on-line o en las barras de café sobre cómo arreglar el mundo o incluso echan espuma por la boca en los comentarios de los periódicos digitales con seudónimos que no les impliquen; aunque eso sí están prestos a enarbolar banderas, sobre un patético sustrato folklórico, cantando la efímera banda sonora de su equipo de futbol favorito.

Producto del esfuerzo de lo público becas, salud universal, prestaciones sociales y de todos aquellos que trabajan por lo público, los desclasados han ido alcanzando espacios de autonomía, independencia y bienestar, pero dicen estar hartos de ser ellos los que sufragan, pagan impuestos y generan empleos, y por eso se apuntan al nuevo modernismo de pedir la bajada de impuestos o reclamar la “flexibilización” en la organización del trabajo porque tienen la ventaja personal de facilitar su supervivencia individual, acabando, dicen con “viejas rémoras del pasado”, aunque estas sean las que hagan sostenible sus derechos.

La fotografía que representa a los desclasados podría ser la de una figura egipcia que siempre mira para otro lado; “esta guerra no es mía”.

Estos son la clase media aspiracionista a los que se refería el Presidente, si usted no se encuentra en alguna de las hipótesis expuestas, no tiene por qué ponerse el saco.

Regeneración.