/ martes 16 de abril de 2019

Dar brillo a la esperanza

Coincidimos con diversos autores en que los “tuits” generalmente deben ser “pequeños y punzantes”, como las abejas”, provocando, incluso, que sean recordados por el “aguijón de la tremenda redondilla”.

El tuit exige del ingenio en la prosa, vasta cultura y… redaños. Verter en escasos renglones una única idea atractiva y original con imágenes o no, es flor de inteligencia. Entraña la capacidad de ser lírico, dramático y reflexivo.

No cualquiera posee lo indispensable para burilar mensajes que se distingan por su brevedad y manera ingeniosa de estar escritos, sin rebasar los límites del decoro.

Imaginamos el número de tuits que nos deben Marcial, Jonathan Swift, Lope de Vega, Oscar Wilde, Voltaire, Alexander Pope y Salvador Novo, entre otros, cronistas de las virtudes y defectos de la condición humana. La veta aurífera del talento de los autores mencionados les atraería velozmente millones de seguidores en las redes sociales, o tal vez el pensamiento crítico de estos personajes sería hoy poco aceptado y comprendido.

Es complicado saber si la curva de aprendizaje de las redes avanza tan rápido como para que dejen de ser una plataforma donde las personas cuentan únicamente las “pequeñeces” cotidianas, y finalmente se transformen en sitios de acciones profundas. Mientras persista el brillante deseo de un mundo mejor, hay esperanza.

Coincidimos con diversos autores en que los “tuits” generalmente deben ser “pequeños y punzantes”, como las abejas”, provocando, incluso, que sean recordados por el “aguijón de la tremenda redondilla”.

El tuit exige del ingenio en la prosa, vasta cultura y… redaños. Verter en escasos renglones una única idea atractiva y original con imágenes o no, es flor de inteligencia. Entraña la capacidad de ser lírico, dramático y reflexivo.

No cualquiera posee lo indispensable para burilar mensajes que se distingan por su brevedad y manera ingeniosa de estar escritos, sin rebasar los límites del decoro.

Imaginamos el número de tuits que nos deben Marcial, Jonathan Swift, Lope de Vega, Oscar Wilde, Voltaire, Alexander Pope y Salvador Novo, entre otros, cronistas de las virtudes y defectos de la condición humana. La veta aurífera del talento de los autores mencionados les atraería velozmente millones de seguidores en las redes sociales, o tal vez el pensamiento crítico de estos personajes sería hoy poco aceptado y comprendido.

Es complicado saber si la curva de aprendizaje de las redes avanza tan rápido como para que dejen de ser una plataforma donde las personas cuentan únicamente las “pequeñeces” cotidianas, y finalmente se transformen en sitios de acciones profundas. Mientras persista el brillante deseo de un mundo mejor, hay esperanza.