/ domingo 2 de junio de 2019

El esplendoroso viaje terrenal

Vivimos en un mundo sin vivir, enajenados en el tiempo, en compromisos vanos que sabotean nuestra existencia, absortos en nuestros pensamientos, poblando de ruido y más ruido al planeta.

Hombres que encuentran a cada paso sólo ansiedad, y más ansiedad, irritación, desasosiego. Seres que deambulan buscando culpables de su tragedia personal, en el cielo, en la tierra, en todos lados. Si tan sólo detuvieran su marcha, escucharan atentos, abrieran los ojos para observar con el espíritu, descubrirían que la solución se encuentra en el silencio, en detener la vertiginosa carrera para disfrutar del esplendor de la vida.

De manera que un hombre decide disfrutar de un paseo, toma su coche, se dirige a la playa, cuando se enfrenta al inmenso mar, respira hondo, levanta los brazos hacia el azul cielo, el calor baña su rostro, empieza a caminar hacia la escollera, pensando en complacerse del recorrido, de pronto los pensamientos golpean su mente: cuentas por pagar, compromisos inciertos, problemas existenciales y de trabajo y más trabajo. En ese momento una gaviota planea con majestuosidad por todo lo alto, mientras un niño se divierte con la arena húmeda, un pez con su plateado cuerpo inunda de destellos la salada agua. El sujeto ha regresado a su lugar de origen con un dolor de cabeza, culpando a los inconvenientes del lugar, cansado, sin disfrutar.

El ser humano es el único espécimen que tiende a postergar situaciones, inclusive goza de empantanar de obstáculos su mente para no vivir el ahora, en algunos casos porque está más cómodo oponiendo resistencia a disfrutar de su “aquí” que a intentar autodescubrirse por medio de su ahora. El miedo y la preocupación son otro punto que nos aleja de nuestro ahora, el fantasma de un posible problema nos inflige malestares que nos desconcentran, paralizan los sentidos, dejando de actuar, de enfrentar algo que es posible que no exista. El pasado y el futuro también juegan su parte, muchas veces no somos felices con lo que nos tocó vivir, y buscamos excusas, aferrándonos a una experiencia feliz que sucedió hace años y continuamente decimos: “en el pasado fui esto y lo otro”. Tener planes acerca de un futuro exitoso es positivo, siempre que no vivamos sólo de sueños vanos.

El hombre del dolor de cabeza regresó al otro día al amanecer a la playa, creyendo que el malestar había sido producido por el sol. Bajó de su auto lujoso (con su ropa de marca), caminó por el malecón, divisó a un hombre que se encontraba con una especie de caña intentando pescar algo. Lo abordó, saludándolo amablemente: -¿Es de por aquí?-, le preguntó. El pescador con una alegre sonrisa le respondió: -Sí, vivo por aquí cerca, todas las mañanas intento pescar algo para vender, ¿y usted? -Vivo en Monterrey, cada año en Semana Santa vengo a la playa a disfrutar de sus bondades, me gusta tanto que cuando me jubile, vendré a vivir a este sitio para estar en contacto con la naturaleza, respirar aire fresco y bañarme todos los días en el agua, de esa forma seré completamente feliz. ¿Y usted, a qué se dedica? Terminó preguntando el viajero. -A todo lo que usted realizará cuando se jubile, le contestó el hombre; no espero que pasen los años para disfrutar de estos placeres, mejor los vivo a cada momento.

Toma conciencia del “aquí y ahora” y cuando decidas regocijarte con un momento, entrégate, aparta cualquier otra imagen o situación de tu mente, céntrate en la alegría que produce un instante de felicidad. Acepta la vida que te tocó vivir, si no estás a gusto cámbiala, pero sé plenamente feliz, que los dos obsequios más grandes que Dios nos regaló son la vida y tu cuerpo. Decídete a tener una relación de enamoramiento contigo mismo, profunda, sin egos, recuerda que la felicidad es un estado que tu mente concibe, elije la opción más colorida de la vida. No te preocupes con nada, pues como dice la frase: “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto reside la paz de Dios”. De manera que en el “aquí y ahora”, sé valiente, entusiasta, emociónate, y deléitate a cada minuto con este esplendoroso viaje terrenal.

El ser humano es el único espécimen que tiende a postergar situaciones, inclusive goza de empantanar de obstáculos su mente para no vivir el ahora.

Vivimos en un mundo sin vivir, enajenados en el tiempo, en compromisos vanos que sabotean nuestra existencia, absortos en nuestros pensamientos, poblando de ruido y más ruido al planeta.

Hombres que encuentran a cada paso sólo ansiedad, y más ansiedad, irritación, desasosiego. Seres que deambulan buscando culpables de su tragedia personal, en el cielo, en la tierra, en todos lados. Si tan sólo detuvieran su marcha, escucharan atentos, abrieran los ojos para observar con el espíritu, descubrirían que la solución se encuentra en el silencio, en detener la vertiginosa carrera para disfrutar del esplendor de la vida.

De manera que un hombre decide disfrutar de un paseo, toma su coche, se dirige a la playa, cuando se enfrenta al inmenso mar, respira hondo, levanta los brazos hacia el azul cielo, el calor baña su rostro, empieza a caminar hacia la escollera, pensando en complacerse del recorrido, de pronto los pensamientos golpean su mente: cuentas por pagar, compromisos inciertos, problemas existenciales y de trabajo y más trabajo. En ese momento una gaviota planea con majestuosidad por todo lo alto, mientras un niño se divierte con la arena húmeda, un pez con su plateado cuerpo inunda de destellos la salada agua. El sujeto ha regresado a su lugar de origen con un dolor de cabeza, culpando a los inconvenientes del lugar, cansado, sin disfrutar.

El ser humano es el único espécimen que tiende a postergar situaciones, inclusive goza de empantanar de obstáculos su mente para no vivir el ahora, en algunos casos porque está más cómodo oponiendo resistencia a disfrutar de su “aquí” que a intentar autodescubrirse por medio de su ahora. El miedo y la preocupación son otro punto que nos aleja de nuestro ahora, el fantasma de un posible problema nos inflige malestares que nos desconcentran, paralizan los sentidos, dejando de actuar, de enfrentar algo que es posible que no exista. El pasado y el futuro también juegan su parte, muchas veces no somos felices con lo que nos tocó vivir, y buscamos excusas, aferrándonos a una experiencia feliz que sucedió hace años y continuamente decimos: “en el pasado fui esto y lo otro”. Tener planes acerca de un futuro exitoso es positivo, siempre que no vivamos sólo de sueños vanos.

El hombre del dolor de cabeza regresó al otro día al amanecer a la playa, creyendo que el malestar había sido producido por el sol. Bajó de su auto lujoso (con su ropa de marca), caminó por el malecón, divisó a un hombre que se encontraba con una especie de caña intentando pescar algo. Lo abordó, saludándolo amablemente: -¿Es de por aquí?-, le preguntó. El pescador con una alegre sonrisa le respondió: -Sí, vivo por aquí cerca, todas las mañanas intento pescar algo para vender, ¿y usted? -Vivo en Monterrey, cada año en Semana Santa vengo a la playa a disfrutar de sus bondades, me gusta tanto que cuando me jubile, vendré a vivir a este sitio para estar en contacto con la naturaleza, respirar aire fresco y bañarme todos los días en el agua, de esa forma seré completamente feliz. ¿Y usted, a qué se dedica? Terminó preguntando el viajero. -A todo lo que usted realizará cuando se jubile, le contestó el hombre; no espero que pasen los años para disfrutar de estos placeres, mejor los vivo a cada momento.

Toma conciencia del “aquí y ahora” y cuando decidas regocijarte con un momento, entrégate, aparta cualquier otra imagen o situación de tu mente, céntrate en la alegría que produce un instante de felicidad. Acepta la vida que te tocó vivir, si no estás a gusto cámbiala, pero sé plenamente feliz, que los dos obsequios más grandes que Dios nos regaló son la vida y tu cuerpo. Decídete a tener una relación de enamoramiento contigo mismo, profunda, sin egos, recuerda que la felicidad es un estado que tu mente concibe, elije la opción más colorida de la vida. No te preocupes con nada, pues como dice la frase: “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto reside la paz de Dios”. De manera que en el “aquí y ahora”, sé valiente, entusiasta, emociónate, y deléitate a cada minuto con este esplendoroso viaje terrenal.

El ser humano es el único espécimen que tiende a postergar situaciones, inclusive goza de empantanar de obstáculos su mente para no vivir el ahora.

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