/ domingo 8 de mayo de 2022

La advertencia de Platón

La democracia y la filosofía comparten un mismo impulso: fundamentar la legitimidad de las decisiones políticas y las formas de gobierno.

Sin embargo la exigencia de la filosofía del Estado a diferencia de la democracia es radical, no se conforma y se detiene ahí donde la democracia parece funcionar, busca encontrar un punto de apoyo constante e inmutable, universal.

Por el contrario, la democracia adolece de esa universalidad perpetua y constante, es quebradiza, efímera e inconstante.

Eso ha permitido que con frecuencia sea objeto de manipulación y distorsión utilizados para atentar en contra de su propia preservación, debido a que en su naturaleza existe la falla que es también constitutiva de su esencia deliberativa al sostenerse únicamente por el veleidoso y ocurrente estado de ánimo de aquellos que integren el consenso mayoritariom por lo que suele ser la ocasión para que tiranos y déspotas se hagan del poder con solo halagar el oído de los ciudadanos.

Esto lo sabía bien Platón, de ahí su conocido recelo por la democracia como forma de gobierno, en La República, Platón describe cómo es poco probable que una democracia sea una solución política estable, ya que ofrece libertad pero descuida las demandas del arte de gobernar adecuadamente.

Por lo tanto, Platón predice un colapso casi seguro de la democracia y una caída en la tiranía. ¿Por qué la democracia implica un descuido del arte de gobernar? Platón argumenta que en un sistema donde el poder político está en manos del pueblo no está garantizado, de hecho es poco probable que aquellos mejor equipados para gobernar tengan la oportunidad de manejar al Estado.

En cambio, dominarán las voces más fuertes, se tomarán decisiones irracionales y el de por sí complejo escenario de la política, que necesita sentido y razón, se convertirá en un caos institucionalizado.

Para Platón la fragilidad de la democracia había quedado al descubierto con el juicio de su mentor Sócrates. Sócrates fue acusado falsamente de corromper a los jóvenes e inventar nuevos dioses, en otras palabras, de hacer que los jóvenes criticaran las costumbres e instituciones del Estado y de socavar los valores fundamentales de la sociedad ateniense.

El propio Platón reconoce en el Critón la importancia fundamental de las obligaciones políticas y jurídicas. ¿Puede cualquier democracia, especialmente una tan vulnerable como Atenas en ese momento, tolerar la desobediencia civil?

Para Sócrates la respuesta es sí, y argumenta en su juicio que una democracia como Atenas necesita particularmente de alguien crítico y controvertido: “Y así, hombres de Atenas, ahora estoy haciendo mi defensa no por mi propio bien, sino mucho más por el suyo, para que al condenarme no te equivoques en tu tratamiento del don que Dios te dio.

Pero ¿es la gente realmente tan incompetente en la toma de decisiones políticas como teme Platón? La muerte de Sócrates parece confirmárselo, pero no deja claro qué significa “ser bueno en política”, ¿el arte de gobernar es realmente una habilidad que requiera de un experto en el campo para ejecutarla como él creía?

Quizá Rousseau tenga más razón cuando nos dice que la democracia es una buena idea, pero es una tarea tan difícil que desde un punto de vista realista es casi imposible de lograr: “Si hubiera un pueblo de dioses, su gobierno sería democrático, pero un gobierno tan perfecto no es para los hombres”.

Regeneración

La democracia y la filosofía comparten un mismo impulso: fundamentar la legitimidad de las decisiones políticas y las formas de gobierno.

Sin embargo la exigencia de la filosofía del Estado a diferencia de la democracia es radical, no se conforma y se detiene ahí donde la democracia parece funcionar, busca encontrar un punto de apoyo constante e inmutable, universal.

Por el contrario, la democracia adolece de esa universalidad perpetua y constante, es quebradiza, efímera e inconstante.

Eso ha permitido que con frecuencia sea objeto de manipulación y distorsión utilizados para atentar en contra de su propia preservación, debido a que en su naturaleza existe la falla que es también constitutiva de su esencia deliberativa al sostenerse únicamente por el veleidoso y ocurrente estado de ánimo de aquellos que integren el consenso mayoritariom por lo que suele ser la ocasión para que tiranos y déspotas se hagan del poder con solo halagar el oído de los ciudadanos.

Esto lo sabía bien Platón, de ahí su conocido recelo por la democracia como forma de gobierno, en La República, Platón describe cómo es poco probable que una democracia sea una solución política estable, ya que ofrece libertad pero descuida las demandas del arte de gobernar adecuadamente.

Por lo tanto, Platón predice un colapso casi seguro de la democracia y una caída en la tiranía. ¿Por qué la democracia implica un descuido del arte de gobernar? Platón argumenta que en un sistema donde el poder político está en manos del pueblo no está garantizado, de hecho es poco probable que aquellos mejor equipados para gobernar tengan la oportunidad de manejar al Estado.

En cambio, dominarán las voces más fuertes, se tomarán decisiones irracionales y el de por sí complejo escenario de la política, que necesita sentido y razón, se convertirá en un caos institucionalizado.

Para Platón la fragilidad de la democracia había quedado al descubierto con el juicio de su mentor Sócrates. Sócrates fue acusado falsamente de corromper a los jóvenes e inventar nuevos dioses, en otras palabras, de hacer que los jóvenes criticaran las costumbres e instituciones del Estado y de socavar los valores fundamentales de la sociedad ateniense.

El propio Platón reconoce en el Critón la importancia fundamental de las obligaciones políticas y jurídicas. ¿Puede cualquier democracia, especialmente una tan vulnerable como Atenas en ese momento, tolerar la desobediencia civil?

Para Sócrates la respuesta es sí, y argumenta en su juicio que una democracia como Atenas necesita particularmente de alguien crítico y controvertido: “Y así, hombres de Atenas, ahora estoy haciendo mi defensa no por mi propio bien, sino mucho más por el suyo, para que al condenarme no te equivoques en tu tratamiento del don que Dios te dio.

Pero ¿es la gente realmente tan incompetente en la toma de decisiones políticas como teme Platón? La muerte de Sócrates parece confirmárselo, pero no deja claro qué significa “ser bueno en política”, ¿el arte de gobernar es realmente una habilidad que requiera de un experto en el campo para ejecutarla como él creía?

Quizá Rousseau tenga más razón cuando nos dice que la democracia es una buena idea, pero es una tarea tan difícil que desde un punto de vista realista es casi imposible de lograr: “Si hubiera un pueblo de dioses, su gobierno sería democrático, pero un gobierno tan perfecto no es para los hombres”.

Regeneración